la hora cero.

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Todo a su alrededor parecía congelado, las hojas de los árboles no se movían y caían al suelo, los pájaros quedaron suspendidos en el aire como si de muñecos colgados por hilos se tratarán. El viento no soplaba no había ni un solo movimiento que dijera que el planeta seguia en movimiento o que estaba vivo.

Parecía muerto y era espeluznante.

Los lobos que custodian la puerta del palacio son simples estatuas pegados a la pared.

—Mi señora..—habló una voz femenina con una expresión pálida en su rostro—Ha roto uno de los peores tabú de la historia.

Las otras dos acompañantes gimieron horrorizadas.

Sabía a qué había venido su señora al la territorio de los Alphas rey, pero nunca pensó, que su señora rompería un tabú sagrado como era el detener el tiempo.

El precio por romper un tabú iba a ser su muerte.

Las lágrimas de la rubia de aspecto grueso cayeron al suelo como cascada.

—Mi señora..¿Qué ha hecho?

—No es tiempo de llorar.—su señora una delicada joven de una belleza envidiable volteo a verla con una dulce sonrisa—Vinimos aquí con un propósito y ese es salvar a la princesa Alpha.

Las tres damas que la acompañan se miraron entre sí, preocupada por el estado de salud de su señora, también sorprendidas al ver que después de usar su poderoso cetro con la piedra amatista está siguiera de pie.

Normalmente si alguien detiene el tiempo está llega a debilitarse en un solo segundo, pero su señora aún se mantenía en pie.

Una de las damas miro a la señora bajar la colina con cada paso que ella daba su cabello castaño  cualquiera la envidiaría, su vestido de color aqua degrando en un azul se movió con su andar.

—¿Qué crees que haga?—se pregunto una de ellas.

La otra le miro entablando una conversación en silencio sin percatarse que la fiel amiga de su señora la alcanza hasta caminar junto a ella con pasos perfectamente sincronizados.

La doncella de cabello oscuro mira el rostro sereno de su amiga, las perlas de un color rojo puro brillan pese a que no hay luz que la ilumine, puede ver la elegancia en el caminar de la mujer y recordar que con esa misma elegancia detuvo el tiempo.

—Dios Cronos y Aion, padre del tiempo y del espacio. Concédeme a mi, tu fiel servidora que por favor..¡Se detenga el tiempo!

Incluso después de pronunciar esas palabras sabiendo que rompía uno de los tres sagrados tabú, ella tendría que sufrir consecuencias, no tembló, no salió un jadeo de sus labios, ni siquiera un signo de dolor.

Su amiga era magnífica.

La doncella concentró su mirada al notar que rodearon el palacio donde se encontraba la princesa a punto de encontrarse con una estaca empapada de un extraño líquido, algo que Susan tenía preparada para ella.

Los pies desnudos de la hermosa mujer de cabello castaño y unos intensos ojos marrones, percibió el frío césped como si este la abrazara a ella. Distinguió con su mirada a una persona que levitaba en el aire sin moverse y con los cerrados.

Pragma (1) Y (2) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora