Se acabó el juego

7.4K 489 190
                                    

Desperté con la mente cansada, como si tuviera que decidir muchas cosas y no tuviera nada de tiempo. Así pasaron los primeros diez días, acompañándola y entrenando, pero ella tenía razón. La prensa hablaba de mí. Para ellos le gané a Silvia, y en los canales deportivos salían nuestras imágenes, como si mi vida estuviera en la primera plana de muchos y yo solo fuera una espectadora. Me concentré en entrenar con ella, en ayudarla para que se concentrara. Estaba dando un gran espectáculo. Ganó todos los puntos de todos los sets. Le sacaba el dedo a la prensa, bailaba después de cada punto, y la estaba viendo feliz, tanto, que yo también comencé a disfrutarlo.

La rusa no me dijo nada de nuestra última conversación. Nadie habló al respecto, pero cuando regresamos cansadas una de esas noches, apenas entré en el balcón de nuestra habitación, conseguí un caballete con un lienzo en blanco y muchas pinturas.

-El tenis es un pasatiempo para ti, y para mí es mi vida. Tú juegas para divertirte y lo que era trabajo vuelve a ser mi diversión, pero no me confundo y no quiero que te confundas... tu mayor don y tu mayor pasión es esta, así que yo me iré a tener sexo con el campeón del día masculino y tú pintarás como si nada más existiera. -Antes de que pudiera responder salió de la habitación.

Sabía que le había gustado el ganador de tenis masculino, ambos habían estado coqueteando durante un rato en el almuerzo hasta que ella -sin ningún tipo de pudor o preámbulo- le dijo algo tipo: «¿Tenemos que estar en esto más tiempo? ¿O ya es suficiente para fijar un horario y entrenar de otra forma en tu habitación?». El chico casi escupe el jugo de naranja, se puso rojo de la vergüenza, y ella se volteó encogiéndose de hombros y me guiñó el ojo. Los amigos del chico y su entrenador se rieron a carcajadas, pero ella era así, le gustaba tener todo controlado con su tiempo, y no le gustaban las citas. «Son una pérdida de tiempo, imagina conocer a alguien y que te guste y luego ir a la cama y sea un asco, yo prefiero evitarlo, además no quiero relaciones, ni tampoco creo que jamás en mi vida pueda llegar a ser fiel, hay muchas pieles para conformarme con una el resto de mis días».

Aproveché para pintar y liberarme, pero esta vez no quise usar las pinturas. Ella había dejado un bloc de dibujo y unos lápices, así que me acosté en el sofá del balcón y dibujé. Estuve dibujando durante más de cuatro horas, la escuché llegar treinta minutos después de haberse ido, pero se fue directo a su cama. Yo quise volver a hacer el cuadro de las sombras, esta vez a lápiz. Lo intenté, intenté desdibujarme por dentro para plasmarme en cada trazo, quise ver mis grietas, las profundidades de un espíritu confundido que de pronto... se sentía en paz.

Fui dibujando las montañas, con la luna saliendo en medio de un sol que se negaba a desaparecer. Estaba mi oscuridad y mi luz, una batalla entre ambas, y a lo lejos, dibujé a una chica solitaria. Un fragmento de mi mente, de un cubículo de mi interior que intentaba comprender. La sombra comenzó a extenderse, el lápiz emuló mi pensamiento y ya no era yo, o sentía que por momentos iba fluyendo, fluían los ríos de mi creatividad, de mi controversia, de las peleas internas, todo se iba al papel, a esa sombra que iba tapándolo todo, que iba eliminando los rayos de luz, que iba eliminando mi paz, y allí estaba mi mente, el conflicto... y yo.

Me acosté a dormir y quise romper el cuadro, pero no lo hice. Quise botar en pedazos lo que me atormentaba, pero no cedí. Iba a amanecer, siempre lo hacía. El sol volvería, aunque en mi lápiz había desaparecido.

Desperté y conseguí a la rusa desnuda, observando mi obra. No tenía ropa interior y su cuerpo era precioso, pero, me tapé de inmediato. A veces me incomodaba su falta de pudor, aunque pensándolo bien, yo soy exactamente igual que ella, al menos con Julie, pero con la Rusa, siempre procuro estar vestida.

-¿Te molestaría mucho taparte? -pregunté, evitando mirarla.

-No, solo te estoy mostrando el lomito, así dejas tu patética depresión eterna por un pedazo simple de paz.

El capricho de amarteWhere stories live. Discover now