La fiesta del descontrol

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Me desperté con la rusa a mi lado, pero también estaban Leo y Jesús, junto a su hermanita. Los cuatro estaban acostados en la cama. Me froté los ojos para cerciorarme de que no estuviera soñando, pero todos estaban concentrados viendo la última película de Harry Potter.

—¿No pueden verla en otro lado? —pregunté, agotada.

Cogí mi celular para ver la hora y eran las once de la mañana, pero pensaba dormir hasta las dos. Teniendo en cuenta que me acosté tan tarde.

—No, porque es tu pre cumpleaños, y en el itinerario que escribí, que al parecer ni siquiera te has tomado la molestia de revisar decía explícitamente "tarde familiar de películas".

—Quiero seguir durmiendo.

—Y yo quiero conseguir un rival que esté a mi altura en tenis, pero la vida no siempre te da lo que quieres. —La rusa se encogió de hombros, sonriendo.

Tenía un sweater de Slytherin y un short de pijama súper corto con medias de Harry Potter hasta las rodillas. Todos tenían el mismo sweater, menos yo, hasta que la rusa abrió una bolsa que estaba en la mesa de noche y me quitó el sweater que llevaba puesto casi a la fuerza dejándome en sujetador.

—Que yo soy de Gryffindor —protesté.

—Nadie de mi familia es de Gryffindor —fue lo que dijo y me terminó poniendo el sweater.

—Eres la persona más fastidiosa que conozco.

—Y aun así no podrás vivir sin mí —contestó regalándome la media sonrisa y con su teléfono se conectó a las luces.

Apagó todo, antes de meterse dentro de la sábana.

Los niños estaban concentrados, o al menos Leo y Jasha miraban la tele, porque Jesús la miraba a ella, faltaba que se le saliera la baba, así que lo pateé debajo de la sábana, y terminé equivocándome y pateé a la rusa.

—¡Salvaje!

—Perdón, pero es que mira. —Señalé a Jesús y su cara de tonto, mirando a su hermanita—. ¿No entendió que son hermanos?

—Déjalo en paz, mata ilusiones —me reprochó ella y cuando iba a dar otra patada esta vez a mi hermanito, me cogió la pierna.

—Contrólate y concéntrate en la película —intervino de nuevo y se pegó más a mí cuando su hermanita se paró para acostarse con ella.

—Viste, se fue porque mi hermano la estaba acosando con la mirada —le susurré a Ksenya en el oído.

—Se fue porque le da miedo esta parte de la película, idiota.

—Idiota tú.

Y así seguimos hasta que Noah entró en la habitación, ¿no era un día de película familiar? Trajo consigo bolsas de comida. La rusa había pedido KFC para los niños, y para mí. Para ella había pedido algo gourmet, como siempre.

—Paula y Benjamín fueron a un tour, regresan por la noche, y Christopher dice que hablo demasiado, que necesitaba paz, que está escribiendo, me botó como a un perro del cuarto. ¿Puedo quedarme con ustedes? —preguntó Noah, haciendo puchero.

—Sí, acuéstate conmigo —respondió la rusa para luego darle una orden a su hermana—: Siéntate con Jesús.

La niña se acostó en el pie de la cama con mi hermano, al tiempo en que Noah entregaba las bolsas de comida a cada uno, y se acurrucaba dentro de la cobija, cerca de la rusa.

Después de la primera media hora ambos estaban abrazándose, me producía asco. Así que me dispuse a pararme, iba a ir al baño a lavarme los dientes, y darme una ducha para salir de la habitación.

El capricho de amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora