"El paso de las lágrimas"

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Nunca había tenido los ojos borrosos, el alma destruida y esa sensación de pánico en la que no consigues escapar. Pero mi nunca terminó esfumándose y desperté con la única certeza de afrontar la realidad.

«¿Qué tiene de malo equivocarse? Haz como yo, te equivocas, aprendes, te perdonas y sigues. ¿Tanto afán por dejarte llevar? Olvídalo, fue solo una experiencia. Y te prometo que le romperé la cara a los que se atrevan a juzgarte y te romperé la cara a ti si sigues de pendeja sintiéndote una puta. Aprende a mí, bebé, siempre puta, nunca imputa. XOXO, mueve el culo, te espero afuera.
Tuve que ocuparme de unos asuntos. Paula».  

Me reí casi inconsciente por sus ocurrencias, queriendo que fuera tan fácil llevarlo a la práctica.

Había pensando en llamar a mi padre, sabía que una llamada era suficiente para que me buscara en helicóptero, para que moviera las montañas y me sacara de la pesadilla que estaba viviendo. Pero ya no era esa niña y no podía explicarle que me había comportado como una ramera. No podía decirle que estaba huyendo de mí y que ni siquiera saliendo de la sabana, podría librarme de la pesadilla, porque no estaba en un sitio ni en unas personas. Vivía dentro de mí. (Además no había señal).

  —¡Te traje unas arepitas con queso! —Escuché la voz de Benjamin y automáticamente, me acosté boca abajo tratando de que no me viera—. Anda, pruébala... o al menos acéptame el café —trató de convencerme, pero no tenía cara para mirarlo a los ojos—. ¿Recuerdas cuando te invité a mi cumpleaños número cinco? Sabía que tu mamá te había obligado. Me entregaste el juguete sin ganas. "Feliz cumpleaños Benjamin", todavía recuerdo que lo dijiste a regañadientes, que no querías jugar con nadie y parecías más una anciana que una niñita, pero te pedí  jugar directamente y a estas alturas no sé por qué me dijiste que sí, pero te arrepentiste cuando te empujaron y se te rompió la rodilla. ¿Lo recuerdas? Yo lo recuerdo como si fuera ayer.

—Fuiste el único que no se burló  —refunfuñé, todavía sin mirarlo.

—No, Julie —Benjamin me quitó la almohada con brusquedad y no tuve más remedio que mostrarle las ojeras nivel Dios que decoraban mis ojos, para escucharlo proseguir con la historia—: Te dije que te levantaras del piso y me dijiste "no volveré a jugar nunca nunca más y no volveré a ir a ningún cumpleaños". Puede que con el tiempo se olviden muchas cosas, pero yo me acuerdo perfecto que quería jugar siempre contigo. Así que inventé una tontería... que ahora que lo pienso es lo más serio que he dicho en toda mi vida.

—¡Los monstruos se alimentan de los miedos y de las lágrimas de las niñas! —exclamé, repitiendo las palabras que me dijo hace tantos años atrás.

—Lo mismo pasa ahora —contestó, pasándome el café—: A los cinco años pensabas que ibas a morirte porque salía sangre de tu rodilla, hoy piensas que vas a morirte porque se puso complicado. Yo digo que 13 años después no podemos fallarle a nuestros niños del pasado... ¡Se supera la caída y volvemos a jugar! ¿O vas a detenerte a mitad del viaje? —un almohadazo contra mi cara casi hace que volteé el café, pero ni siquiera pude pelearle.

Necesitaba abrazarlo.

Necesitaba a mi primer amigo y a ese hermano, que teniendo novia no me abandonó. Que teniendo novia, hizo que su novia consiguiera verme tan especial como él me veía y terminamos haciéndonos mejores amigas.

—Estoy orgulloso de lo que eres y no necesito saber qué fue lo qué pasó para estar de tu lado... Mierda, Julie, si me dices que mataste, sería tu cómplice porque me cago en el mundo y sin saber por qué mataste, sabría que creo en ti. Cuando termines de desayunar vístete, ponte unos lentes, maquillaje, cualquier vaina y sal... ¡Vamos a subir este tepuy juntos y voy a hacer que te emborraches hasta que se te olviden todas esas personas que te han jodido! —fueron sus palabras, antes de salir de la carpa.

El capricho de amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora