Adiós a las reglas

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Día 8: Mi mamá y yo hablamos de lo que había pasado. Le pedí perdón, ella también se disculpó conmigo, y por primera vez la vi llorar. Las palabras que le dije sobre lo que pensaba la abuela, la hicieron sensibilizarse. Aunque también influyó que mi padre no fuera tan blando. Ambos decidieron que me apoyaban, que era mi dinero y que, si quería ayudarla, no iban a intervenir siempre y cuando, eso no afectara mi futuro ni tampoco me pusiera en riesgo.

Día 9: Volví al instituto y preparé todo para la clínica de adicciones en la que Sophia y Noah ingresarían. Logré con ayuda de Christopher, que permitieran que saliera por las mañanas para estudiar y así no perdiera el curso. En tres días le daban el alta.

Día 10: Todavía Sophia no decía una palabra. Me dejaba entrar y me miraba, pero luego apartaba la vista. Yo tampoco insistí. Me senté toda la tarde en el mueble de su habitación y aproveché para ponernos al día. Puse música bajita para no crear molestia en la clínica, pero me di cuenta de que la estaba disfrutando. Además, aproveché para regalarle un cuaderno de dibujo y lápices y colores nuevos. De cierta forma, verla inspirada dibujando me hizo sentir bien. Las enfermeras me dijeron que salir de una adicción no es fácil, que iba a estar malhumorada, pero yo no noté malhumor, noté cansancio.

Día 11: Sophia pasó todo el día dibujándome. Llegué a sentirme más que avergonzada. Con las mejillas calientes, las manos sudorosas, y las piernas temblándome ante la intensidad de su mirada.

Día 12: Belén me contó que renunció y que luego de nuestro viaje de grado, no volvería a dar clases en el Ángel. Me invitó a salir, pero me excusé, no podía faltar a ver a Sophia. Sin embargo, me contó que nos subiremos al Roraima. Nuestro viaje de graduación será a un lugar misterioso. Uno de los tepuys más altos del mundo. Con una altura de 2.810 metros sobre el nivel del mar, es uno de los lugares turísticos más visitados del mundo. No creo que mi condición física me permita subir por tres días, ni tampoco que disfrute acampando llena de mosquitos en el medio de la nada. Así que no comparto la emoción del resto —lo que es normal—, porque Julie + actividad física + intemperie + cosas de campamento = o puntos.

Día 13: ¡Por fin salió de la clínica!

Había descubierto varias cosas en mi estadía con ella. La primera era que todavía no le gustaba estar viva. La segunda, que extrañaba muchísimo a sus hermanos y que no podía hacer nada porque Christopher me dijo que estaban en un internado llamado Renacer, ubicado en otro país y que era imposible que los viera. La tercera que no quería relacionarse con nadie, estaba sumergida en una introspección y que no quisiera hablar debía significar algo. Al menos llegué a verla escribir y tuve la sospecha de que estaba haciendo canciones. La cuarta y la más importante es que a pesar de que no quería conversar ni ver a nadie, había autorizado que mis visitas sí se las permitieran.

Quise empezar por su disgusto con la vida, quise intentar hacer que fuera más llevadera. Y empecé por ese punto cuando le compré ropa más a su estilo, porque la verdad es que la mía no era su tipo. Su padre estaba desaparecido y según lo que Sergio investigó sobre la adicción, teníamos que apartarla de su casa y de todo lo que le recordara al pasado. (Excepto Noah). Ella a pesar de que no hablaba, puso mala cara cuando le entregué las bolsas con lo que serían sus nuevas pertenencias. Era evidente que no le gustaba deberme, pero no lo hacía con doble intención y por supuesto que no me debía nada. No me paré en sus negativas y le dije que si no se cambiaba lo haría yo. Vi en su mirada un atisbo de picardía y efectivamente, tuve razón.

Por supuesto que Sophia Pierce disfrutaba ponerme nerviosa, incluso estando en recuperación. Alzó los brazos en un intento de decirme sin palabras: «Adelante, desnúdame». Me levanté del mueble y con todo el acoplo que pude conseguir, dije que no iba a permitirle que me viera nerviosa. Hice mi mayor intento, chicos, de verdad lo hice, pero olía a todo menos a clínica, tenía un aspecto mucho mejor que el del primer día. Su cabello rubio todavía con reflejos azules, sus ojos mirándome curiosos, y la mueca sexy que hizo con su boca... quitaron la actitud sobrada que pretendía mostrarle. Sí, Sophi tenía que superar la adicción a la heroína y todo mostraba que yo tenía que ingresar a ese centro, pero para controlar mi adicción a ella.

El capricho de amarteWhere stories live. Discover now