JULIE DASH - NO SOY TU CHICA

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Me desperté con Chiara a mi lado y respiré profundo, sabía que sería un día especial. Llevaba semanas esperando el retiro. Me emocionaba el itinerario. El primer día teníamos un descanso en la fogata para conocer a nuestros guías, y para familiarizarnos con el grupo. El segundo, era de reconocimiento y de perdón. El tercer día era de conexión interior. Leí las críticas en la página web del retiro y los testimonios eran impresionantes. El cuarto día había una clase de sexo tántrico (opcional). Yo no lo haría ni Chiara tampoco, pero Paula y Benjamín estaban entusiasmados por tener una nueva experiencia, al igual que Andrew y su novio. Britanny ni se diga, solo hablaba de lo buena que estaba Belén y de cómo practicaría sexo con ella.

A las nueve de la mañana ambas estábamos en la costa esperando el barco que nos llevaría. Chiara había alquilado un yate privado para nosotras y mis amigos. Sin embargo, no invitó ni a Britanny ni a Andrew. Solo a mis amigos cercanos. Ellos se irían en el barco que contrataron los organizadores del retiro igual que los demás integrantes del grupo.

—Me gusta que podamos compartir experiencias diferentes al día a día en el hospital —me dijo, dejando un beso en mis labios.

Nuestra relación iba bien, no tenía altos y bajos, era apacible, tranquila y me hacía sentir segura.

—Te gustará la meditación de Belén.

—¿Así como a ti te gustó que te tocara? —dijo con una risita, bromeando.

Me había acostumbrado a su humor y a su seriedad, a sus chistes y a esas conversaciones profundas respecto a su proyecto de medicina del que también me estaba haciendo parte. No sé si la felicidad es eso, pero me sentía enfocada, ya no tenía el estrés de perder la beca, mi madre me estaba apoyando y la experiencia que me daba trabajar con Chiara, hacía que pudiese destacar más en mis clases. En tres meses tendría vacaciones y era bonito tener un promedio perfecto, y de nuevo, ser la mejor en una de las universidades más importantes del mundo. Me sentía orgullosa de mí, aunque... algunas veces no podía evitar tener un mal día con ciertas noticias que me llegaban, y que debían dejar de afectarme. Cuando se trataba de Sophia y su novia, Britanny me daba el mensaje de primera mano, aunque no se lo hubiese pedido.

El viaje en el barco fue rápido, mi amiga Paula vomitó dos veces y le gritaba a Benjamín: «Necesito esto, necesito aquello», lo tenía como un pequeño esclavo hasta que se cansó. «Preciosa, estamos en un barco no en una montaña rusa, estarás bien». «Ah, no. Así no te daré ni un hijo. Si te comportas poco caballeroso no voy a tener una cicatriz ni llevar a un bebé tuyo durante nueve meses en mi vientre» y allí estaba mi amigo corriendo de un lado a otro buscándole la pastilla que requería. Claro, los que conocíamos a Paula sabíamos que le tenía fobia a los barcos.

Cuando por fin llegamos, ninguno de nosotros sabía la dirección, excepto Chiara, que consiguió hablar con Belén y decirle que no iría a ningún lado con tan escasa información, que entendía la «formalidad y anonimato», pero tampoco iba a arriesgar su vida yendo a «su suerte».

El agua era de un azul celeste impresionante y la casa estaba dividida en varias cabañas que estaban dentro del mar, es decir, para ir hacia la arena debíamos movernos en botes y motos de agua. Eran, según nos explicó el otro instructor, más de cuatro mil metros cuadrados de estructura, con piscina, restaurantes, cabañas divididas, y todos los lujos para una experiencia de élite. Noté que Belén lo trataba con reservas. Era un pelirrojo de unos treinta y cinco años, con cuerpo de fisicoculturista, que no dejó de hablar de él ni por un solo instante, mientras coqueteaba de forma directa con todas las mujeres, excepto con Paula que estaba con Benjamín. Fue él quien nos mostró el lugar y nos asignó las cabañas. Me alegré cuando me tocó con Chiara, Benjamín y Paula, lejos de Britanny.

El capricho de amarteWhere stories live. Discover now