SOPHIA NO TIENE FINAL

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Julie Dash -  Irreal realidad 💔

El sol se filtraba suavemente entre las hojas de los altos árboles del cementerio, creando un mosaico de sombras y rayos de luz en el lugar. En medio del tranquilo silencio, las personas se iban posicionando alrededor de la tumba repleta de flores. Eran muchísimas las que había recibido y no alcanzaba ponerlas solo alrededor, sino que ella, sin saberlo, estaba llenando de flores otras tumbas olvidadas. Los arreglos florales eran excesivos y pensé en Ksenya, como si ella hubiese sido la responsable. No la había visto desde el día en que la desconectaron, pero algo me dijo que había sido ella. Una parte de mí esperaba poder encontrarla entre el mar de gente, porque sentía que entre todos, era la única que podía entender lo que estaba sintiendo.

—No has descansado bien —dijo Sergio hacia mí, al tiempo que me entregó un termo de café—. Es el tercero y no son ni las tres de la tarde. ¿No crees que estés excediéndote?

—Estoy bien —mentí y Claudia me apretó la mano como muestra de apoyo.

Ellos habían estado conmigo desde que pisé Venezuela. No había nadie con quien hubiese querido pasar esos momentos porque no me invadían, pero estaban allí cuando no quería estar sola. Mis padres también permanecieron en la misma casa, pero les pedí espacio.

Paula tenía grabaciones y estaba intentando dejar todo arreglado para venir al entierro, pero no me había confirmado. Me llamaba a diario, y no hacía chistes. Estaba respetando mi dolor, y mis silencios. Había optado por llamarme durante las noches, y dejaba el móvil en altavoz. "No tienes que hablar conmigo, solo vamos a acompañarnos en la distancia. Lo haremos todas las noches. Te juro que no te molestaré, y puedes silenciarme, pero no me cuelgues", fue lo que me pidió y lo había hecho.

Lo más difícil fue arreglar el cuerpo de Sophia, pero no iba a permitir que otra persona lo hiciera. Había sido una cobarde el día que la desconectaron, pero no lo sería de nuevo.

Escogí su chaqueta favorita, esa que tenía capucha y era de jeans. La misma que había pintado a mano y tenía muchos parches de planetas. Al principio quise ser egoísta y quedármela, pero ella la amaba. Paula muchas veces le dijo que siempre la veía con la misma chaquetica, que cuándo se compraría otra. Y sí, Sophia tenía otras, pero esa la amaba, así que ella respondía "tengo lavadora".

La vestí con su chaqueta sin dejar de llorar. Ya no me daba miedo su cuerpo. Más bien quería quedarme con él más tiempo. Quería que no tuvieran que enterrarla.
Mi madre y Claudia estaban afuera de la habitación que me asignaron para arreglarla, y a cada rato preguntaban si necesitaba ayuda. Hasta que fui hasta la puerta y la cerré con seguro.

Sophia y yo necesitábamos estar solas.

Le puse un pantalón cómodo, uno negro que usaba cuando pasábamos el día en casa. También le puse sus medias del universo para que no tuviera frío, y me dispuse a peinar su cabello. Lo desenredé con cuidado como si pudiese lastimarla. Solo estábamos ella y yo, y aunque no respirara, el corazón me latía rápido. Una parte de mí me hizo pensar que quizá ella estaba allí observándome.

—Imagina que eres una princesa de la época de antes, y yo soy tu criada, tienes que dejarte atender, Sophi —dije hacia el aire, sin miedo de que pensaran que estaba loca porque nadie estaba observándome.
Me alegré de haber cerrado la puerta y seguí peinando sus cabellos rubios. Se veía hermosa. Seguía siendo la mujer más bella del planeta incluso ahora.

El capricho de amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora