SOPHIA PIERCE - INSTANTES PERDURABLES

9.3K 422 1K
                                    

Después de varios días turnándome entre entrenamientos, terapias, terminar los cuadros de mi galería, grabar las últimas canciones del disco y escribir unas cuantas más para nuevos artistas, estaba agotada

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.


Después de varios días turnándome entre entrenamientos, terapias, terminar los cuadros de mi galería, grabar las últimas canciones del disco y escribir unas cuantas más para nuevos artistas, estaba agotada. Era un agotamiento diferente, me sentía útil y al mismo tiempo completa. 

Julie, por su parte, vivía en la casa de al lado. Nos veíamos en las noches para cenar juntas, pero no siempre. Ella estaba terminando sus exámenes y yo llevaba cuatro días de terapia. Nuestra relación iba bien y ambas nos sentíamos felices de estar juntas. 

Había iniciado con una psicoanalista y con un psiquiatra. Me atendían de 3:00 a 5:30 pm.  La primera hora con la psicoanalista y el resto con el psiquiatra. 

El primer día, Mateo me estaba esperando afuera para llevarme, pero le dije que no era necesario. Días antes había decidido comprarme una moto y prefería ir sola. Quería sentir el aire, distraerme, manejar al menos para controlar los nervios que tenía. Odiaba eso. Odiaba los recuerdos que tenía de la terapia, pero no había vuelta atrás. Estaba dispuesta a hacer lo necesario para estar bien. 

—Permíteme llevarte —insistió Mateo. 

—No es por ti —traté de explicar—. Necesito ir en la moto y tomarme ese tiempo para pensar. 

En realidad no quería decirle que estaba muriendo de miedo. 

—Iré detrás de ti —respondió y asentí. 

No podíamos salir sin protección, eran las reglas y me parecía bien.

Me puse el casco y me subí en la moto, mientras Mateo abría uno de los portales de la casa. Cuando estuve a punto de salir, sentí el peso de alguien detrás de mí, y me bastó ver en el retrovisor para saber quién era.

—¿Pensabas escaparte de mí? —susurró Ksenya en mi oído y se aferró a mi cintura, antes de ponerse el casco que tenía en la mano. 

—Ese no es mi casco. 

—Tengo un nuevo novio con moto, así que cascos me sobran —soltó con ironía y por el retrovisor vi que me regaló su media sonrisa. 

Aceleré por dos razones. La primera: sabía que no iba a bajarse. La segunda: desde que se montó en la moto sentí menos miedo. 

Avanzamos por la ciudad durante al menos treinta minutos. No manejé rápido con la excusa de que a la rusa no le gustaban las motos, aunque en realidad era porque no quería llegar. Quería disfrutar ese momento. Atravesé Boston con Ksenya abrazándose más a mí y Mateo escoltándonos en su moto. No se había ido en el carro porque sería difícil llevarme el paso. 

—Hoy estás manejando más lento que nunca, artista —soltó apretándose más a mi cintura—: No sé si es que no quieres llegar nunca, o te gusta tenerme aferrada a tu cintura y por eso lo postergas.

No respondí con palabras y aceleré tanto que tuvo que aferrarse más a mí, sacándome el aire. Cruzamos varias avenidas desde la costa, y me di cuenta de que aunque extrañaba Venezuela, me había enamorado de esa ciudad.

El capricho de amarteWhere stories live. Discover now