"No voy a abandonarlo".

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Recostadas en la arena el tiempo se detuvo en una especie de paz interminable que hacía imposible que alguna de las dos se levantara.

Podría confesar con total certeza que no sabía que el amor fuera tan intenso. No tenía idea de que quererla significara ese remolino interno, que me hacía sentir viva. Y con mi corazón latiendo fuerte y con Sophia besándome como si necesitara que nuestros labios nunca se apartaran, confirmé que la amaba y que no quería hacerlo por un rato o por la mitad. La quería completa y para siempre, aunque supiera que no era de las que tenías, ni mucho menos de las que se quedaban.

—¿Sabes que necesito respirar? —le dije después de coger oxígeno en medio de un beso.

—Intento recuperar el tiempo perdido —volvió a besarme, con su mirada cínica y actitud desenfrenada. 

—Pudimos hacerlo hace mucho en casa de Christopher, no tengo la culpa de que para algunas cosas seas tan lenta —fastidié.

—¿Cómo me llamaste?

Y sin momento incómodo, sin la tensión que ocurre después de tener sexo por primera vez, Sophia comenzó a hacerme cosquillas subiéndose sobre mí.

—¡Para! ¡Cosquillas no!

—Me detengo solo porque me diste el mejor sexo de mi vida —y sin previo aviso, dejó de hacerme cosquillas para comerme a besos. 

Sentí su boca besarme por toda la cara, por el cuello, por todas partes y pude darme cuenta que nunca la había visto sonreír así.

No sé cuánto tiempo estuvimos revolcándonos en la arena, lo que si sé es que podía haberme quedado a vivir en ese instante. Con ella haciéndome sentir única y con ese impulso que teníamos de eliminar cualquier distancia.

—¿Adónde vas?

—A preparar comida y a bañarme —me levanté de la arena y le extendí la mano para ayudarla a parar—. Y tú vienes conmigo

—Te dije que podía comerte a ti —sostuvo mi mano para halarme hasta su cuerpo y allí estábamos de nuevo... tiradas en la arena.

—El problema es que ya me comiste, en cambio yo... ¡Ahora es mi turno! Pero no aquí —y no sé cómo conseguí el valor, pero nada me importaba, quería más de ella, necesitaba descubrir cómo se sentía que fuera mía.

Volví a levantarme viendo cómo su cara tenía una expresión de sorpresa. Me miraba como diciendo... ¿es en serio? Pero sí. Era muy en serio. La ayudé a levantar y sin darle tiempo de reaccionar, regresé a sus labios. Mi lengua necesitaba estar dentro de ella, y no me refiero a sexo oral, para ese entonces a pesar de quererla, todavía no concebía que en algún punto llegara a querer hacer eso. Odiaba el sexo oral, y me encantó cuando me lo hizo, pero eso no significaba que estaba preparada para hacérselo a ella.

Entramos a la casa entre besos y pasos torpes. No podíamos soltarnos. Nos besábamos con la desesperación de quien no quiere que se termine. Con las ansias de quienes han esperado demasiado. Era nuestra oportunidad para estar juntas y aprovecharíamos cada segundo, sabiendo que era tiempo prestado, que en algún punto iba a acabar.
Sophia me guio hasta la ducha y no me importó estar completamente desnuda. Entramos al baño para quitarnos la arena, para quitarnos las ganas, para quitarnos ese deseo que, al contrario, cada vez iba en aumento.

El capricho de amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora