TE QUIERO DE VERDAD

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La vida da tantas vueltas y todo cambia tan rápido, que a veces abres los ojos y no sabes cómo fue que llegaste al sitio en el que te encuentras. Así me sentí cuando Ksenya me abrazó en el pasillo antes de entrar a la cancha. Había pasado a la final y jugaría contra Antonina Nowak, una polaca que, a pesar de no estar cerca de la rusa en el puntaje, era la segunda mejor jugadora del mundo y le había ganado a Silvia con gran ventaja. Decir que estaba nerviosa se quedaba corto. Me costaba respirar. había mucha gente en el cambiador. Dos entrenadores, el masajista, Ksenya, o bueno, tal vez no eran tantos, pero me sentia agobiada. Todos querían decirme algo para motivarme, y yo no podía creer lo lejos que había llegado.

—No importa lo que pase hoy, ganes o pierdas, el cuadro de las sombras es tuyo —la escuché decirme en el oído en medio del abrazo.

No me soltó y la apreté más fuerte. La condición para devolverme el cuadro era que le ganara a ella en la cancha. Ni siquiera había ganado la final y ¿quería dármelo? Le había rogado muchísimo para que me lo devolviera. Incluso le ofrecí comprárselo en más de cinco ocasiones. En todas, sus palabras fueron similares: «Tu cuadro me hará más millonaria de lo que soy». «Tienes que ganarme para que te lo entregue, de lo contrario será mío para siempre». «No hago nada por nadie y que sienta medianamente afecto por ti no quiere decir que me importes más que los negocios y cada uno de tus cuadros significa eso, un negocio». «Soy una empresaria, artista. No voy a regalarte la que probablemente se convierta en la mejor de tus obras». «No te la daré, deja ya de preguntarme lo mismo. No me importa lo que sientas por ese cuadro, ahora es mío y así como tú odias el dinero, yo lo amo y veo en el cuadro millones de dólares. Lo siento». Dejé de preguntarle cuando entendí que la única forma de obtenerlo era convertirme en una gran tenista. Sabía que era imposible ganarle en la cancha, pero me esforzaría. Lo que no imaginé era que en el camino me divertiría tanto jugar y compartir con ella, ni mucho menos que me lo entregaría sin pedirme nada a cambio.

—Dijiste que no haces nada por nadie.

—Tú no eres nadie —respondió, y nos soltamos del abrazo.

Ella había pedido que su equipo nos dejara solas y teníamos al menos cinco minutos antes de que me tocara ingresar al partido.

—El trato para recuperar el cuadro era ganarte en la cancha y todavía no lo he hecho.

—Lo bueno de crear las reglas del juego es que puedes romperlas cuando quieres y yo acabo de romperlas. —Me regaló su media sonrisa y agregó—: El cuadro es tuyo, artista.

Pude quedarme con esa respuesta, pero estaba frente a ella, con nervios recorriendo mi cuerpo. Mi sistema nervioso estaba descontrolado y ella acababa de darme lo segundo que más necesitaba en mi vida: el cuadro de las sombras.

Necesitaba saber porqué.

—¿Por qué haces tanto por mí? ¿Por qué me devuelves el cuadro que te he estado pidiendo desde hace tanto tiempo? ¿Por qué ahora? ¿Lo haces por si pierdo para que tenga al menos un premio de consolación?

Ella acortó el espacio entre nosotras y me hizo retroceder hasta quedar pegada a la pared. La observé mirarme y sus ojos se tornaron grises, profundos y penetrantes.

—Si pierdes, no te daría un premio, te llevaría a entrenar para que te conviertas en alguien mejor. Me da igual si ganas o no, porque vamos a lograrlo juntas. Vas a ganar tarde o temprano, pero no, Sophia, te estoy dando el cuadro porque te quiero. Te quiero de verdad y no me importa decírtelo a la cara. Te quiero como para que me importes más tú que los millones de dólares que ganaría con tu cuadro. Te quiero por encima de que ganes o pierdas. Por encima de lo que yo misma entiendo, lo único que es cierto es que te quiero de verdad.

El capricho de amarteWhere stories live. Discover now