11:11 mi deseo sigues siendo tú.

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Después de lanzarnos en paracaídas pasamos el día en la playa. La rusa me pidió que trotara con ella y era incansable. Estuvimos trotando como dos horas y Ksenya seguía intacta, manejando su respiración, su cuerpo, toda ella. Seguía trotando y me decía: «Es parte de tu entrenamiento, estamos en tu pre – cumpleaños, pero los campeonatos comienzan pronto y necesito que clasifiques, y para hacerlo debemos cuidar tu cuerpo». No sé cómo pasamos de estar relajadas en la playa, a dar una «caminata» para comenzar un entrenamiento estilo militar y verla transformándose en una dictadora. «Eres buena y lo que tienes no lo tiene nadie, exceptuándome, of course, pero sin disciplina no llegarás a nada. Ser una campeona proviene de aquí», puso los dedos en su frente antes de agregar: «El cuerpo también tiene que ver con la mente, si logras dominar tus pensamientos y llevar el mando del timón del barco con el que existes, entonces no habrá ningún contrincante, pelearás contigo misma hasta que te des cuenta de que nunca hubo guerra, solo hay un jefe y eres tú».

Seguí trotando, intentando llevarle el ritmo. Ya estaba anocheciendo, la playa era un espectáculo visual, y éramos las únicas que permanecían en ella, exceptuando su equipo de seguridad que estaba alejado, pero al margen de nosotras.

«Repítete que puedes dar más y terminarás dándolo. No te conformes con el talento, porque cualquiera puede tenerlo, en realidad es la pasión la que te llevará a la cima y te lo digo yo que no me bajo de allí», aseguró cuando me frené a tomar un respiro.

Ya no podía más.

«Tú defines tus límites, Sophia. Tienes que transpirar por el tenis, enamorarte del deporte, hasta que nuble tu juicio y cuando sientas que todo está perdido, te levantes de la mierda en la que caíste y remontes un juego hasta dejar perplejo a tu oponente. Hasta que entienda que nadie, absolutamente nadie puede contigo, excepto tú misma».

Me apoyé como pude en mis manos hasta que logré ponerme de pie. No quise quedarme allí como una fracasada. Retomé el paso al tiempo que veía cómo Ksenya ni siquiera parecía cansada. ¿Cómo carajos lo hacía? ¿Y cómo se suponía que llegado el momento iba a ganarle?

Anulé mis pensamientos en mi intento de seguirle el ritmo. Di todo de mí concentrándome en el sonido de su voz:

«No pienses en la meta, tampoco en la distancia que hay entre tú y ella. Deja de pensar y solo disfrútalo. No tengo que conocerte de hace años para saber que odias las imposiciones sociales. Olvídate de ellas. Esta competencia ni siquiera será con otras tenistas, o conmigo. Será contigo. Vas a competir con la parte débil de tu mente, vas a superar tus propias expectativas. Vas a convertirte en alguien que se folla una y otra vez a sus tristezas, que le regala orgasmos a las dudas, y termina convirtiendo en pasivas a todas las voces que repitieron que no llegarías a ningún lado. Tú harás una maldita orgía con todas las personas que no confiaron en ti, Pierce, y gracias a Dios yo no estaré en ella, sino a tu lado viéndote triunfar»; rio con suficiencia y me concentré en los hoyuelos que adornaban sus mejillas.

El cabello le lucía desordenado, tenía unas ondas inusuales que la hacían ver incluso más linda. El azul eléctrico estaba cediendo ante su negro oscuro natural. Los ojos dejaban en ridículo a todos los tonos que se perdían entre el mar y el cielo, porque su color era más bonito. El grosor de sus labios hacía que incluso sus palabras de tirana, se vieran bien saliendo de su boca. «Venga, mueve el culo, usa tus piernas, controla tu peso, y sigue. La vida es hacia adelante, ya hemos tenido suficiente pasado. Dos vueltas más y a superar imposibles, Queen».

Contra todo pronóstico lo hice. Terminé las dos vueltas y cuando iba a lanzarme en la arena, se puso frente a mí sujetándome por los hombros y pegando su frente a la mía:

El capricho de amarteWhere stories live. Discover now