La leyenda de las estrellas

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Belén hizo que se me olvidara lo que ocurrió con Sophia. La actividad consistía en abordar un aspecto de nosotros que no toleráramos y luego, conseguir en la otra persona (aquella que nos molesta), el por qué nos afectaba.

Yo estaba enfadada porque Sophia no dejaba a Noah, ¿para qué voy a mentirles? Era confuso que sin buscarlo ni ser alguien así, había terminado ofuscada porque la persona con la que quería estar no luchaba por estar conmigo. Estaba enojada con Noah porque no la dejaba libre y con ella porque no buscaba su libertad.

Me molestaban ambos porque no podía odiarlos. Eran seres humanos extraordinarios y se complementaban.

—¿Qué te molesta? Busca lo que te está molestando y trabájalo —la profesora no esperaba una respuesta, al contrario.

Me cogió de la mano para alejarnos del campamento. Cruzamos el río y estábamos lo suficientemente lejos como para poder decir cualquier cosa, pero ninguna quiso hablar.

Ese día descubrí que lo que me molestaba era ser yo la que estaba sobrando. Ser la que se iba, la que después de sentir el amor más lindo, tenía que abandonarlo.

—Respira y no intentes controlar los sentimientos ni las acciones de otra persona. No asumas el peso de las debilidades de otros, ni trates de controlarlo todo o al final del camino estarás exhausta —la observé hablarme sin eliminar la sonrisa, tenía las manos suaves y su olor era a rosas.

Belén no apartaba la mirada de mi rostro y por alguna extraña razón, tampoco yo dejé de mirarla.

Consiguió sacarme una sonrisa cuando tratando de matar a un zancudo, terminó golpeándose en la cara.

Parecía nerviosa, sacudía la cabeza buscando despertarse y me pregunté si la razón de que sus mejillas estuvieran rojas, era mi presencia. Me reí de la ternura que me produjo, porque por primera vez no estaba buscando ser la profesora que lo tenía todo controlado. Estaba siendo, simplemente una chica.

—¿Por qué renunciaste al instituto? —me atreví a preguntar.

—Es mi tiempo, Julie. —Sonrió con delicadeza para olvidarse de la actividad y me tendió la mano para sentarnos en una de las piedras—: Me alejé de mi familia y de mis amigos cuando la perdí. Me quemaba estar en cualquier lugar que me recordara a ella y por eso volví a Venezuela. Dar clases era una terapia y trataba de ayudar a otros, pero cada día me hundía más. Un perro solitario ahuyentando a cualquier que quisiera darle afecto. Luego, llegaste a mi vida y me vi en tu reflejo. Te pedía que intervinieras y era hipócrita, porque ni siquiera participaba en mi propia vida —su mirada se volvió triste y sin pensarlo, sin poder actuar distinto, pasé mis dedos por su mejilla, acariciándola y logrando sacarle una sonrisa.

—¿Qué te hizo cambiar de idea?

—He aprendido mucho de ti y cada vez que ibas mejorando, de cierto modo, también yo lo hacía, pero ya eso no importa. Sigo siendo tu profe por lo menos por este último viaje y tengo que quitar la cara de tonta que tengo cada vez que te miro y regresar con el resto -comentó, levantándose—. ¿Vienes? -me extendió la mano y al dársela me haló hasta ella dejándome lo suficientemente cerca para sentir su aliento—. ¿Cuántas horas faltan para que seas mayor de edad? —no sé si fue su pregunta acompañada de una mirada altiva, o su cuerpo tan cerca del mío, o quizás fue su mano sosteniendo mi espalda para pegarme a ella, pero lejos de estar nerviosa... sentí seguridad.

—¿Qué tiene de divertido si no asumes el riesgo?

Ok, Julie, cálmate. (pensé).
Pero ya estaba hecho y Belén sonrío de una manera un poco intimidante. Estábamos en la gran sabana, mi vida había cambiado por completo y en ese instante comencé a descubrir que me gustaban las mujeres. Estaba enamorada de Sophia, pero al parecer, era lesbiana.

El capricho de amarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora