Y conocí a una princesa

10.9K 575 160
                                    

El primer día de clases logré hacer amigos con facilidad. Siempre ha sido así. Es como si lograra que todos escucharan mi voz, pero yo misma no pudiese escucharla.

Mi padre me obligó a aceptar la beca. Decía que oportunidades como la que Christopher me estaba dando, eran únicas. Que era afortunada. Llevaba un mes sin beber y de cierto modo, tenía esperanzas. Siempre tuve esperanzas en él. Mi afán de disculparlo me hacía sentirme estúpida. La primera vez que me tocó decía el nombre de mi madre una y otra vez. Estaba fuera de sí, y al día siguiente ni lo recordaba. Intenté irme y terminé con la boca rota, también fue la primera vez que me golpeó, más no la última.

Mis hermanos habían empezado a pedir en la calle, Leo lo hizo cuando vio lo que ocurría.

-Voy a hacer mucho dinero para sacarte de aquí, y voy a hacer mucho ejercicio para ser más fuerte y luego matarlo. -Sus palabras me asustaron, era un niño.

Intentó enfrentar a mi padre, pero le pedí que se fuera. Para mí era un bebé con la infancia manchada y sin madre, pero luego de esa noche durmió conmigo siempre, como si pudiera protegerme, cuando era yo quien debía cuidarlo a él, y a nuestro otro hermano.

Pero Leo llegaba en las tardes con algo de dinero y me lo entregaba dignamente, aunque veía sus moretones, estaba lastimado. Él quería ser de ayuda y yo necesitaba convertirme en la madre que por mi culpa perdió. Así que le insistía en que no era necesario.

Christopher me dijo que el tenis me daría dinero, que tenía un don. Cuando él vivía en Caracas íbamos a entrenar a diario, más horas de las habituales. Él quería correr de su grupo musical y yo quería estar lejos de casa, o mejor dicho, lejos de mi padre. Entrenábamos tres horas por la mañana, dos por la tarde y dos por la noche. Chris me enseñó disciplina y me presentó a Fabio, dueño de Serrano y Manchego, un bar ubicado en el hatillo donde ganaba dinero por cantar.

-Usa tus dones para conseguir estabilidad, no es lo que ninguno quiere, pero es necesario Sophi. -Fueron sus palabras después de escucharme cantar un viernes por la noche.

Yo era menor de edad, y estaban pagándome menos de lo correspondiente, pero era una excepción, Fabio estaba ayudándome y aunque fuera menos, estaba bien para mí. Los otros cantantes ganaban 3 veces más, y yo cantaba el triple, pero al menos, tenía un trabajo.

Siempre le dije que NO a Christopher cuando quería prestarme dinero, así que la única opción era ese bar, aunque el pago fuera mínimo. Alcanzaba para algo de comida. Era suficiente. Tampoco le dije a Christopher que me pagaban menos, no quería preocuparlo.

-Tengo que irme, ¿sabes? Tengo que encontrar algo que falta en mí y no está aquí. Pero volveré, siempre voy a volver a Venezuela y jamás voy a dejarte sola.

-Eso que te falta, lo perdiste por usar tus dones para conseguir dinero. Es vender tu alma y lo entiendo, es necesario para sobrevivir en un mundo en donde todo se compra, incluso las almas. ¿Yo también perderé lo que queda de la mía? -Tenía 17 años cuando le hice esa pregunta y siento que la respuesta siempre fue sí.

-Tal vez encuentres otras partes de tu alma, unas que ni siquiera creías que existían. Por ejemplo, cuando te conocí, tú me mostraste una parte de mi alma, de todos los niños que apoyo con la fundación, precisamente tú te convertiste en mi espejo, me vi en ti, pero no soy lo que tú eres. Solo quiero retribuirte aquello que me has dado sin siquiera saberlo.

Yo me confundí. Él me veía con tanta profundidad. Su cabello rubio y largo, esas pestañas abundantes que decoraban la luz de sus ojos claros, que cambiaban de color dependiendo de su estado de ánimo. Él era precioso y no era su físico. Era la esencia de su existencia, la forma en la que escribía poesía. Era él, que siempre estaba para mí, y quería agradecerle.

El capricho de amarteWhere stories live. Discover now