¿Has sentido el dolor?

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—¿Has sentido que te pesa la vida? ¿Has sentido que el dolor a pesar de todo, también es atrayente?

Antes de que amaneciera, Sergio, mi chofer, se ofreció a llevarme al instituto. Al ser tan cerca de casa, prefería manejar sola. Sin embargo, mis padres decidieron sobrecargarme de seguridad. Ambos trabajan en Estados Unidos. Entiendo que la profesión de médico es demandante. Él es internista, ella de las mejores cardiólogas, y al no poder estar cerca, querían dejarme a cargo de personas. Que al conocerme sabían, respetar las distancias.

Veo muy poco a mi familia a pesar de que me llaman cada noche. Con mi madre tengo una relación de retos, siempre me hace preguntas intentando medirme en su campo. Mi padre, Luis Carlos, es diferente. Es más dulce y me trata como si tuviera seis años. A ambos los amo, tal vez por eso, prefiero no darles preocupaciones.

Me monté en la parte delantera del coche, a pesar de que mis padres insisten en que debo guardar distancias. Conozco a Sergio desde que era niña y más que un chofer, es un amigo. Es dulce y buena persona. Siempre preocupado por mí.

—¿Desea que le pida a Claudia algo especial para el almuerzo? —preguntó amablemente.

—Pídele una cita y deja de ponerme de excusa para hablarle, ya sabes que prefiero cocinarme yo misma —respondí, a ver si lograba animarlo. Debe ser triste amar a alguien sin decirlo. O bueno, al menos Sergio, parece feliz a pesar de quererla y mantener la distancia.

—Está muy joven para entender, pero prefiero ser recatado y no perderla por un capricho.

—Mmm... Suena a cobardía, no creo que el amor sea un capricho, pero de acuerdo, ya me pensaré en algo para tu cita del futuro —insistí, consiguiendo que al menos, me regalara una sonrisa.

Llegamos al instituto y se despidió deseándome un feliz lunes. Sin embargo, le pedí que esperara. No quise bajarme cuando vi a Sophia llegar en la moto de su novio, Noah.

—¿Sucede algo?

—No, nada —contesté de inmediato, sin saber por qué me costaba bajarme, o mejor dicho, por qué no quería verlos.

Benjamin y Paula por primera vez en la historia llegaron temprano. Ya conocían el carro y fue inevitable verlos tocando la ventana. Insistentes, inoportunos y fastidiosos. Así son mis dos mejores amigos.

—¿También quiere esconderse de ellos? ¿O solo de la pareja de delincuentes juveniles? —preguntó Sergio, refiriéndose a Sophia y a Noah.

No tuve más remedio que bajarme del coche. Los saludé a ambos con la prisa que amerita no ser vista por Sophia. Subí las escaleras de la entrada principal casi corriendo. Benjamin conversaba del concierto y Paula le pasaba dinero. Sí. Habían apostado a que no duraba más de diez minutos en el concierto. Benjamin ganó. Gracias a Sophia por supuesto, pero eso ninguno lo sabría.

—¡Julie! —listo, misión fallida, me había visto—. ¡Mira! —volteé a verla—: ¿viste? ¿te gusta? —se soltó el cabello, mostrándome el color azul que ahora cubría sus puntas.

—Excéntrico, pero no está mal —contesté.

—¡Me encanta! —añadió Paula.

—Sí, se ve genial —también a Benjamin le había gustado.

—¿A ti no te gusta? —insistió Sophia hacia mí, a medida que caminábamos al interior del College.

—No es su estilo, no te preocupes. Julie es más conservadora —la estimuló Paula, que por supuesto, me conocía bien.

—Bueno... —dijo mirándome, con una pizca de decepción—. Esta tarde Noah me invitó a la playa, ¿quieren venir? Volveríamos mañana. Será divertido, ya saben, cervezas, música, surf, observar las estrellas con el telescopio.

El capricho de amarteWhere stories live. Discover now