¡Tuya!

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La playa estaba para nosotras y yo me estaba complaciendo con la colección de sonrisas que Sophia me ofrecía.
Nunca la había visto tan feliz.

Dejamos nuestras cosas en la casa de Benjamín. Luego tendría que explicarle, que, esa llave que me dio hace años para cuando quisiera disfrutar de un rato de soledad, la había usado por fin, pero para estar con ella. Con la misma persona de la que quería que me alejara. Lo saqué automáticamente de mis pensamientos. Sabía lo que me diría: «Julie, no está bien. Tiene novio, no sabe lo qué quiere, te mereces algo mejor». No podía desear estar en otro lugar que no fuera con ella. Y no, no había nadie mejor.

Apenas nos acomodamos en la casa me di cuenta de que 1. No teníamos comida. 2. Tampoco trajes de baños. Éramos nosotras y un plan que surgió de mi necesidad de que estuviéramos solas.

—¿Tienes hambre? —le pregunté, abriendo la nevera a ver si quedaban municiones.

—De ti.

Me haló hacia ella, colocando sus brazos alrededor de mi cuello.

—Te va a dar hambre en unos minutos y no precisamente de mí.

—Uff... Julie, teniéndote ¿quién necesita comida?

—Muy graciosa, pero es en serio que hay que salir a comprar.

—Si supieras que no bromeo, princesa. ¿O ahora no eres tan intimidante como en el carro? Mira que ya tengo mis brazos libres, ¡para tocarte mejor! —Hizo énfasis en esa frase de una manera y con una expresión, que paralizó mi ritmo cardíaco.

Era distinto estar en el carro y tener el control, que sentir su respiración sobre mi boca y esos ojos expectantes.

—Pagaría por conocer tus pensamientos cada vez que te quedas así, mirándome —no supe qué contestarle, aunque quise decirle que yo también pagaría pero porque terminara de besarme.

Se quedó mirándome por un tiempo que me pareció eterno. Los silencios no eran incómodos entre nosotras, y menos cuando sus ojos se fundían en mis labios. ¿Por qué me encantaba que me mirara así?

—¡Tengamos un día distinto! —me solté de ella y cogí la corneta portátil de la sala de estar y conecté mi móvil a ella por Bluetooth—: ¡Solamente tú y yo hasta mañana por la noche! Podemos hacer lo que quieras —exclamé, abriendo el balcón de la casa que daba directo a la playa.

Since You've Been Around - Rosie Thomas.

Era mi turno de escoger la música y sonó en el momento preciso. Sophia estaba deslumbrada con la vista y yo con la tranquilidad del instante. Podía quedarme con ella lejos de todos. Era como si estar juntas borrara por un segundo cualquier tipo de preocupación, nuestro pasado, las ansias del futuro o cualquier inconveniente que pasara por nuestra mente. O al menos, la mía se sentía segura cuando estaba a mi lado.

—Gracias, Julie.

—¿Por qué me agradeces? ¿Por llevarte a la playa sin traje de baño? No me agradezcas hasta que sepamos al menos que vamos a comer —bromeé, aunque no era del todo mentira. En mi mundo de cosas planificadas, está escapada era bastante inusual me tenía de los nervios.
—Nos las arreglaremos juntas —otro beso en mi mejilla-: me gusta cuando improvisas, cuando haces este tipo de sorpresas por mí —continuó hablando con los ojos ilusionados que luego pasaron a avisparse más—: Y ya te dije, princesa, no pasaré hambre. Siempre puedo comerte a ti —se lanzó hacia mí cambiando su ternura a seguridad.

Comenzó a hacerme cosquillas y en una pequeña guerra de risas y agarres, terminamos en la arena, revolcándonos.

No quería que parara a pesar de que odiaba las cosquillas. No quería que se alejara ni un segundo y verla, con la sonrisa maliciosa y con el cabello cayendo a ambos lados de mi cara... fue suficiente para que un escalofrío recorriera mis pies hasta subir por cada parte de mí.

El capricho de amarteWhere stories live. Discover now