Escalera al cielo

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Comenzó la apertura del concierto y fue entonces cuando entendí que era más que un concierto. Sophia y Aaron estaban en cada lateral, suspendidos en el aire por unos mecanismos de cuerdas, pintando en unas telas fluorescentes. Ella, con la rapidez e inspiración acostumbrada, estaba haciendo un dibujo que reconocía: Universo para dos. Quise ir a buscarla, pero Shantal me frenó cogiéndome por la muñeca. «Todavía no», fue lo único que dijo mientras me llevaba de la mano y traté de buscar apoyo en la otra chica, pero solo estábamos la pelirroja y yo.

Los gritos iban por encima del furor fanático. El lugar estaba sobrepoblado. La agrupación Renacer ayudaba a despertar a las masas. Donaban los ingresos de los conciertos para la construcción de hospitales y de internados públicos. A través de las pantallas se mostraban imágenes de sus obras sociales y el propósito de su causa. Con solo unos cuantos minutos en el mismo espacio terminé convenciéndome de que representaban vida, que eran las voces de los reprimidos, la esperanza de cambio por encima de lo político o de la religión. Y ver a Sophia pintar sobre la tela me hizo entender que había conseguido su sitio. Ella pertenecía con ellos, aunque hubiese querido que me perteneciera a mí.

—No te ayudo porque Christopher sea mi amigo, ni tampoco porque Abril me lo pidió —soltó de pronto la pelirroja mientras subía una escalera diagonal al escenario—. Te ayudo porque yo no pude salvar a alguien que quise y quiero, pero en este caso, tú sí salvaste a Sophia y eso es admirable. ¡Ahora sube, que no tengo todo el día! —exclamó, extendiendo su mano y mi parte racional se puso alerta. No veía seguro subirme a una escalera altísima con una persona desconocida, pero terminé haciéndolo.

—Yo no la salvé. Sophia necesitaba conseguir su sitio y lo encontró con ustedes. —Cogí su mano y subí hasta su altura.

—Dicen que no necesitamos que otra persona nos salve, que podemos solos, que nadie debería ser nuestra razón, pero el amor es fuerza y cuando es verdadero persiste. A mí me salvó el amor de mi hermana, y a Sophia la salvó haber conseguido a alguien por quien valiera la pena vivir. Pareces inteligente, Julie, así que no digas tonterías. Su sitio es contigo y si sigue viva es porque existes. Ahora, la pregunta es para ti: ¿Estás dispuesta a arriesgarte? —preguntó la pelirroja, y siguió subiendo la escalera. Tenía más de 30 metros de altura y yo estaba aterrada. La música sonaba a todo volumen. Sophia seguía pintando y verla me sirvió de impulso. Sentí adrenalina, euforia, ganas de arreglar los errores, de superarlos. Había sido una montaña rusa y todavía me sentía en una. Sophia era como la atracción que da más miedo y la que más te hace feliz.

Seguí a Shantal sin ningún tipo de garantía. Subí las escaleras sintiendo que volvía al principio. Sophia Pierce no necesitaba tocarme para hacer magia con mis emociones. La noradrenalina aumentó mi presión arterial. Mis latidos se incrementaban a medida que subía, y aunque evité mirar al suelo, las manos me sudaban y mi corazón estaba acelerado.

Shantal frenó en seco cuando llegamos al final de la escalera.

—Controla tus nervios y concéntrate en no morirte. Tenía pensado empujarte, pero vale, que creo que ya no soy tan niñata y es más emocionante si lo decides tú. —Sonrió con malicia y me entregó un micrófono.

—No voy a hablar delante de miles de personas —respondí, devolviéndole el micro, pero no lo recibió.

—Tal vez sea la única oportunidad. —Fue su respuesta y perdí mi mirada en el cielo donde los demás integrantes comenzaron a hacer un espectáculo en telas que se cruzaban en el aire.

El bullicio iba en aumento y la euforia del público no tenía precedentes. Era como estar en un espectáculo del Cirque Du Soleil. Se manejaban por el aire como si tuvieran alas. Se movían como gimnastas profesionales e incluso Abril, la que antes estaba con nosotras, ahora formaba parte de esa coreografía. Sophia y Aaron tenían las manos llenas de pintura. También ellos hacían magia. Utilizaban spray, luego pinceles, luego sus manos y parecían libres a través del arte. En ningún momento Sophia se dio la vuelta. Los demás danzaban como si el viento los besara, se movían como si fuesen poesía. Y no entendí por qué me sentía de ese modo, pero me sentía más viva que nunca y no solo era Sophia, era presenciar algo tan maravilloso.

El capricho de amarteOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz