JULIE DASH - NOCHE DE EBRIEDAD

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—¡¿Dónde está Sophia?! —fue lo primero que escuchamos cuando el silencio que duró algunos segundos mermó.

Era la voz de Ksenya.

—¿Te puedes quedar aquí un segundo? —dijo Sophia cuando sonó otro disparo y enseguida me haló hacia ella.

—¡El próximo disparo no será al aire sino a tu pene! ¿Dónde está Sophia? —volvimos a escuchar la voz de la tenista y solo entonces Sophia se relajó.

Me cogió de la mano y salimos delante de la tarima donde Ksenya apuntaba al pelirrojo, que a su vez estaba al lado de Mateo, quien también lo apuntaba. A su alrededor se encontraba Benja, tapando a Paula con su cuerpo. Andrew estaba metido debajo de una mesa con su novio y Britanny, en pánico.

—No sé dónde está tu perra —contestó el pelirrojo, riéndose.

—Estoy bien —intervino Sophia, antes de que la chica cometiera alguna locura.

El problema fue cuando detalló su mejilla...

—No, no estás bien. —Avanzó hacia Aquiles acortando la distancia.

Y supe que iba en serio cuando, al unísono, su guardaespaldas, la chica con la que vino, Belén y Sophia, le pedían que se calmara. Su rostro destilaba ira, sus mejillas estaban rojas y su boca desfigurada en un gesto de molestia. Sus ojos fácilmente podían echar fuego en cualquier momento y aunque todos le decían que no cometiera una locura... supe que era capaz de hacerlo.

Era capaz de matar por ella.

—Fui yo la que la golpeé —me animé a decir y no sé qué impulso suicida me hizo atravesarme entre ella y Aquiles antes de que lo hiciera. Pero no podía dejar que arruinara su vida por un idiota—. Intentó besarme y la golpeé con mi anillo.

Le mostré los anillos que tenía en mi mano izquierda y dejó de mirar a Aquiles para fulminarme con la mirada. Me encontré con sus ojos azules, que se veían más oscuros y sentí la intensidad, pero no desvié la mirada. Nuestros ojos se encontraron y aunque debía tener miedo porque tenía un arma en la mano, apuntándome, una parte de mí sabía que no me haría daño. La vi bajar el arma y su expresión de ira pasó al alivio.

—Lo siento —fue lo que dijo bajando la pistola y enseguida fue a abrazar a Sophia.

Estaba asustada. Era una mujer asustada que estaba a punto de dispararle a una persona para proteger a otra, ¿solo por un golpe? Entonces entendí que tuvo que haber sufrido mucho antes, para ser capaz de sacar sus propias conclusiones al sentirse en peligro.

—Estás loca —gritó Aquiles y el guardaespaldas le dio una patada en el estómago.

Benjamín y Paula corrieron a abrazarme, pero mi vista seguía en ella. En Ksenya y en ese cariño tan grande que sentía por Sophia. Debía estar celosa, pero al contrario de eso, una parte de mí le agradecía por querer mantenerla a salvo.

—¿Por qué trajiste un arma? —le reclamó Belén.

—¡Por una mierda! —Ksenya pasó de la preocupación a la ira, en un instante—. ¡Tú no te dirijas a mí! Maldita sea. Por tu culpa no vine con mi equipo de seguridad. Me repetiste un millón de veces que no aceptabas más personas, que estaríamos a salvo, que era exclusivo, que limitaste a la gente del retiro solo para que yo viniera. ¿Por qué no dices que te pagué cada cupo para que el grupo fuera privado?

El capricho de amarteWhere stories live. Discover now