Tú también eres una princesa

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Conocí de sus adicciones, del amor que siente por su novio y de su vida, pero no me decepcionó. Quería verla más porque viéndola descubría lo que me negaron del mundo.

La semana pasó normal. Sophia Pierce optó por la distancia. Me ignoraba y se sentó en el último puesto del salón. No entendía su nueva actitud conmigo ni la razón por la que no me dirigía la palabra.

Ella necesitaba el desenfreno y yo era feliz en la tranquilidad de una vida suave. Sin embargo, me llamaba la atención. Algo en su manera de ver la vida lograba tentarme y que estuviera lejos, estaba siendo insoportable.

Me repetí a diario que lo mejor era que se hubiera alejado, pero no lograba entenderla ni entender por qué me afectaba si apenas y la conocía. Por eso cuando mis amigos reiteraron su invitación a la fiesta del Nathaniel, cerré mis libros y sin pensarlo dije que sí.

Claudia entró feliz a la habitación, puso música y me dijo que ella me arreglaría. Estaba emocionada de que por fin saliera. Me ayudó a escoger la ropa y terminé usando una camisa blanca, con un short de jeans (nunca uso shorts) ni tampoco tacones, pero quería algo distinto. Ella colocó unos tirantes suyos para combinar mi atuendo y me sentía diferente, pero increíblemente bien.

-Siempre he pensado que eres grandiosa, Julie y estoy orgullosa de ti.

-Ya sabes que me dan mucha vergüenza los cumplidos ¿verdad? -me sonrojé y Claudia me abrazó. Era como mi hermana mayor. Esa hermana a la que no le cuentas tus cosas, pero sabe todo de ti.

-¿Por qué no dejas que Sergio y yo te llevemos?

Me negué porque quería libertad, independencia, quería ser cualquier cosa menos la obediente persona que hace todo bien.

-¿Confías en mí? Llegaré a la hora y la fiesta es muy cerca. ¿Qué puede pasar? -recuérdenme nunca repetir esa frase.

Claudia aceptó y lo hice. Era la primera vez que iba a una fiesta del instituto y por más raro que suene, iba únicamente por Sophia Pierce.

Busqué a Paula y a Benjamin y los dejé que pusieran la música a todo volumen. Estaban sorprendidos de que asistiera y también de mi atuendo. Al parecer, Claudia había hecho un majestuoso trabajo conmigo.

Estacioné en la casa y al bajarnos las miradas fueron a mí. Caminé sin atender a ellas. No soy fan del qué dirán. He querido pasar inadvertida, pero ha resultado al revés.

Benjamin y Paula se adueñaron de su respectiva bebida y pasamos al área de la cocina.

-Estás hermosa -Nathaniel se acercó a mí, iba de traje y corbata azul oscura, con el cabello peinado de lado y los ojos grises avispados por el alcohol.

-Muchas gracias por invitarme a tu fiesta.

-Nunca has ido a ninguna, ¿debo sentirme especial?

No le dije nada así que él siguió hablando:

-En serio no te imaginas cuánto me alegra que vinieras -antes de poder contestarle, Jessica se acercó a nosotros.

-¡Un verdadero milagro verte por aquí! Ten, tu presencia merece un brindis.

-No bebo, pero gracias, Jéssica.

-Veo que saliste de tu encierro, pero no de tus límites, ¿verdad, Julie?

-Puedo pasarla bien sin alcohol, no lo necesito.

-Entiendo, claro, tus ínfulas de superioridad no lo necesitan -La misión de Jéssica era molestarme. Ya estaba acostumbrada.

-Déjala en paz.

-¿O si no qué, friki ?

-Mi novio no haría nada, pero yo podría destrozarte -Ver a Paula ser una verdadera mejor amiga sí que me hacía sentir orgullosa. Un metro cincuenta de estatura y le daba lo mismo pelearse con alguien como Jessica por mí.

El capricho de amarteWhere stories live. Discover now