Sophia Pierce / Celebrando a Paula

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Durante los siguientes días, los entrenamientos físicos no fueron tan invasivos, ahora nos concentrábamos en mejorar mi juego. Las vistas seguían en mí, y a través de TikTok, la rusa mostraba nuestros entrenamientos haciendo partícipes a todos del potencial que veía en mí. Ella, que no era amiga de nadie, y distante con todos, decidió llamar a sus compañeras más potentes en el tenis para que jugaran contra mí partidos amistosos, claro, les ofrecía 40.000 dólares si lograban ganarme. Era una locura y solo cuatro de esas chicas aceptaron, dos de ellas me derrotaron y a dos les logré ganar.

Pensé que estaría molesta por mi derrota, pero en la noche fuimos a su sala de cine y había grabado el partido así que me puso cada movimiento y estudiamos mis fallas, las veces en las que me bloqueaba y cómo podía mejorar.

Ahora pasábamos dos horas trotando y una hora de gimnasio, de resto, todo era entrenar. Jugaba contra mí, no tenía piedad y el 75 % de las veces me ganaba, pero, parecía más feliz el otro 25 % cuando le ganaba yo.

—Debemos corregir tu contraataque —me indicó, en medio de un partido.

Estábamos saliendo de la cancha y pensé que estaría molesta conmigo, pero se veía sonriente.

—¿Por qué sigues apostando por mí si casi siempre me ganas?

—¿Se te olvida que soy una diosa? Siempre gano, el «casi» no aplica en mi diccionario. No había existido una persona que me quitara mi racha invicta. Nadie ha tenido la voluntad mental para romper mis muros y tú sí, artista —pronunció sin apartar sus ojos de mí y dedicándome, como siempre, su media sonrisa.

—¿Soy una especie de reto personal para ti?

—Mi reto personal soy yo misma, por eso es personal, ¿no? Inteligente —se burló—. Eres una estrella y yo me encargo de mostrarte cómo brillar.

Me reí de ella cuando casi se cae por estar mirándome con su cara pretenciosa mientras caminábamos hacia la camioneta.

—Hoy me invitaron a una fiesta, mi amiga Paula está celebrando que quedó seleccionada en una película cómica. Dice que es de bajo presupuesto, pero eso da igual. Hoy está en la ciudad y me pidió que fuéramos a una disco, de hecho, habló con el dueño para que me dejara cantar —le expliqué, apresurada, me daba nervios el simple hecho de encontrarme a Julie y se notaba hasta en mi voz—. No le dije que iría.

—Pero quieres ir.

—No he dicho eso y si lo dices por Julie, ella no va. Tiene guardia en el Hospital y no estará.

—Muy bien, porque esa era la única excusa razonable para que faltaras, y ni siquiera. Si te gusta algo vas por ello, pero al parecer en el mundo de las lesbianas, si te gusta algo te alejas como idiota.

—Te alejas cuando sabes que tu presencia hace daño.

—Qué cobarde eres, artista.

—¿Separarte de lo que amas para que esa persona crezca lejos del caos y del problema que representas? No creo que en tu vida serías tan valiente de hacer algo así.

—He vivido contigo lo suficiente para saber que no eres un problema —contraatacó.

—Y por eso tienes esas ojeras —debatí—. Por eso estás tan cansada gracias y a consecuencia de mis pesadillas, ¿no? Creíble tu argumento.

—Mi tarea de cuidar tus sueños está siendo cualquier cosa menos cansona. Cuando quieres a alguien no te pesa y no es ningún esfuerzo hacer algo para que esa persona esté bien. Y en tu caso, no me obligaste, si estoy vigilando tus pesadillas es para que cuando despiertes y me veas, recuerdes que la vida real es la que cuenta, y que un simple y estúpido sueño, no va a robarte la felicidad, o al menos no será así mientras esté contigo.

El capricho de amarteWhere stories live. Discover now