SOPHIA PIERCE - EL INICIO DE MIS PESADILLAS

6.6K 367 638
                                    


Después de varios días sin soñar, volví a sumergirme en mi propia oscuridad. En mi sueño no podía moverme ni tampoco hablar. La penumbra poco a poco fue disipándose, y a lo lejos, distinguí la figura de un hombre con un cuchillo en la mano, que amenazaba a una mujer. Ambos forcejearon por unos segundos, y al final, él ganó. El cuchillo atravesó la piel de la chica y él, fue arrastrándola hacia mí, que por más que intentaba no podía moverme. Cuando estuvieron más cerca pude darme cuenta de que se trataba de Ksenya. Caminó lentamente llevándola a la fuerza, y sin pensarlo atravesó su cuello de dos cuchilladas. La sangre salpicó todo el lugar, mientras ella me gritaba que por favor, la ayudara. Cerré los ojos con fuerza, tratando de despertarme, tratando de moverme, con la impotencia de no poder avanzar, ni gritar, solo estaba allí, como una inútil, viéndola morir.

Reconocí que estaba dentro de un sueño con las técnicas de la psicoanalista y fue entonces cuando mi voz por fin salió: «No eres real, no es verdad, no es cierto». Zach sonrió con malicia y de pronto ya no estábamos en medio de la oscuridad de la noche. Ahora, nos encontrábamos en la casa de Julie y el asesino entró de forma sigilosa en la habitación. Yo estaba parada frente al closet y vi cómo le disparó en la cabeza. Corrí para intentar abrazarla y la sangre empapó mis manos. En unos segundos, la escena cambió de nuevo y estábamos en el funeral de Julie y de Ksenya. Él, estaba entre los presentes, pero fue alejándose y traté de perseguirlo hasta que lo alcancé. «Todos a tu alrededor mueren, y eso solo se soluciona si tú mueres» dijo, entregándome la pistola y con una sonrisa siniestra adornando su rostro, me alentó: «Primero tu mami, luego tu amigo, después... Julie y Ksenya. Eres mi pequeña asesina, pero hoy puedes matarte a ti misma y salvar lo que amas, elige».

Eran las cinco de la madrugada cuando me desperté sobresaltada. Agradecí que la habitación en la nueva casa quedara al otro lado de la de Ksenya, y que Julie estuviera viviendo al lado. Ni siquiera pude pensar. Ahogué varios gritos en la almohada y me costó levantarme. Las manos me temblaban, mis piernas olvidaron cómo funcionar. Ni siquiera sé cómo lo hice, pero salí sin que nadie me viera y manejé en mi moto hacia la galería. Las calles me parecían oscuras, y la voz de Zach se repetía una y otra vez: «Lo más fácil sería que murieras». La bocina de un carro me trajo a la realidad, me hizo cambio de luces y me gritó que avanzara, que estaba loca, que prendiera las luces, solo entonces me di cuenta de que había olvidado encenderlas.

Conduje más rápido hasta que llegué a la galería. Me bajé de la moto y la dejé allí, tirada, sin siquiera estacionarme correctamente. No me importó. En ese instante solo necesitaba algo que me calmara y que estaba cerca de mí.

Me costó abrir la puerta de la entrada, pero lo hice como si fuera un zombie. Subí sin prender las luces y con las piernas temblándome, como cuando un adicto necesita su droga, y solo teniéndola se apaga su dolor. Me moví rápido al estar más cerca y accedí hasta el lugar secreto, el sitio donde Demian me recomendó huir cuando todo me molestara, el sitio donde quería escapar de mis sueños.

Por fin estuve allí en el compartimiento oculto dentro de mi propia galería. Avancé sin pensarlo encontrándome con un montón de lienzos cubiertos en los que había estado trabajando, pero entre tantos, sabía cuál era el que necesitaba.

Aunque me había propuesto no intervenir el lienzo por recomendación de la psicoanalista, era necesario. En ese momento era mi única salida. Lancé la tela que cubría el caballete al piso, y me conseguí con mis sombras. De repente, una sensación de opresión se instauró en mi pecho. Mi respiración se hizo más rápida y como una adicta busqué lo que necesitaba para empezar a pintar.

Traté de contenerme, de respirar profundo, pero no era posible. No pude evitar que las imágenes del pasado se fusionaran con las imágenes de mi última pesadilla. Empecé a perder el control de mi cuerpo y de mi mente... cada pincelada iba llevándome a un estado de catarsis, en el que fui vislumbrando ese día, el primer día que mi madre no durmió con nosotros. Mis trazos fueron más rápidos, casi frenéticos, mientras mis recuerdos me iban llevando muy lejos del lienzo, y más bien al pasado.

El capricho de amarteWhere stories live. Discover now