Capítulo 3

35.7K 1.9K 50
                                    

Soldier of love ~ Sade



Ya han pasado quince minutos y ahora es que termino de leer el dichoso contrato. Lo firmo rápidamente y salgo corriendo de la empresa. Pillo el primer taxi que encuentro sin importarme que otra persona lo haya solicitado previamente y le indico al conductor la dirección, si mal no me acuerdo. Valencia es una ciudad muy grande y aunque lleve toda una vida aquí, aún no me familiarizo con las calles. Calle del Obispo San Idelfonso, por favor. El conductor lo anota en un aparato que tiene y emprende marcha. Tengo las manos sudadas y aún mi enfado no parece querer marcharse, y más sabiendo que tendré al responsable de este caos frente a frente. Cuando llegamos abro la puerta del copiloto y salgo no sin antes pagarle. Llego frente a un enorme edificio demasiado sofisticado. Parece ser que aquí trabajan los que no se tiran pedos empezando por el primero, el señor Monte Satán.

—Señorita... —escucho la voz de una mujer tras mi nuca—. No puede pasar —vuelve a decir, pero ni caso. Quiero acabar ya de una con esto y cuanto antes mejor. No sé cuál es su oficina y no estoy dispuesta a averiguarlo yendo de departamento en departamento por lo que decido encararle a la mujer que viene tras de mí desde hace cinco minutos. Es guapa. Alta. Morena. Ojos café y unos cuarenta. Muy bien cuidada.

—¿La oficina del señor Monte Sat... —¡Mierda!— Quiero decir, Montecristo —mentira.

—¿Tiene cita?— dice la mujer intentando recuperar su respiración habitual. Ni que hubiese corrido una maratón.

—Si no le entrego este documento enseguida, me matará— hago una no corta ni larga pausa. —A las dos. A ti...— la señalo con los papeles para luego señalarme a mí —y a mí.

—¿Tiene cita?— ¡Diooos, qué terca!

—Beatriz. Beatriz Reyes. ¿Acaso figura mi nombre en su libreta?— le echa un vistazo a su cuadernito y luego asiente.

—Tiene que coger el ascensor que está a la derecha. Décima planta. Es el departamento que comparte él junto con los demás accionistas.

Bufo. Décima planta. Me río para no llorar. Le agradezco a la chica y voy hacia el ascensor. Una vez dentro, le doy al pulsador número 10. Este tío baña en pasta. Llego. Me bajo. Miro hacia mi derecha y mi izquierda. Justo al fondo veo una puerta con un letrero que pone Sr. Montecristo. Ruedo los ojos. Una vez frente a la puerta tomo aire. Me paso las manos por el vestido. Uno, dos, tr

—Llega tarde.

¿Qué? No digo nada. ¿Cómo ha sabido que estaba aquí? No hago nada. Estoy bloqueada. No soy consciente de lo que acaece a mi alrededor hasta que vuelve a hablarme.

—¿Piensa quedarse ahí?— no respondo. Tengo el corazón acelerado y la voz me falla. —No tengo pensado contratar guarda espalda femenina.

Doy un paso en frente.

—O entra o se va. Y me dan una buena cantidad como indemnización por incumplimiento a un contrato.

Ahora sí me tocó la zona sensible. ¿Cómo se atreve a jactarse de ese modo y en mis narices? Decido entrar y cuando lo hago cierro la puerta al estilo Reyes. Dejando vibrar todas las paredes de este imperio. Puedo notarlo sobresaltarse desde su asiento. No me dice nada. Solo me mira. Me retiene con la mirada. Tiene los ojos preciosos. ¡Mierda, Bea! No has venido para ver de qué están hechos sus ojos. Como si quieren ser más negros que el mismísimo infierno.

—Es usted un repugnante. Asqueroso. Engreído.

KILLING ME SOFTLYWhere stories live. Discover now