Capítulo 104

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Say you won't let go — James Arthur



Un golpe inesperado se apoderó del lado derecho de su rostro. No supo cuándo aquel infeliz se puso en pie. Así de traidor, cobarde y tramposo era.

Se puso en pie como pudo con los ojos encendidos, prendidos, llenos del fuego que le provocaba la furia. Se llevó la mano a los labios y se limpió la sangre que de ellos se despojaba.

Lo retó de nuevo con la mirada lleno de repugnancia. Estaba harto. Harto de verle la sucia cara, harto de él, harto de aquello, harto de todo. Caminó rápidamente hasta su encuentro. Ricky hizo lo mismo. Parecían dos titanes. Antes de juntarse, Dev separó los dedos de la mano derecha, abrió la mano y, cuando este llegó a él, le abofeteó sin miramiento, tanto fue el golpe que Ricky notó el zumbido en el oído izquierdo.

—Esto por Bea, hijo de perra —escupió irreconocible.

Ricky ladeó.

—Esto por cada golpe que le diste —le pateó en el costado izquierdo. Este se calló al suelo.

—Esto por meterte con mi familia —se reclinó y separó su cuerpo lánguido, indolente, inerte, del suelo.

Ricky se hallaba inconsciente, ajeno a todo. Pero eso a Dev no le importaba. Estaba cegado por el diablo que le llevaba y quería saciar en su asquerosa cara la tempestad que le hizo pasar a Bea, la tortura en la cual la mantuvo y la impotencia que despertó en él durante todo ese tiempo.

Dijo que lo mataría y ganas no le faltaban.

—Esto por torturarle a mi esposa y de paso a mi hijo.

Los golpes se repetían como la melodía que suena tras el teléfono a la espera de que una puta operadora dejase de decirte a cada minuto que en breves momentos un agente se pondrá en contacto contigo. Su puño acariciaba ese rojo y amoratado rostro como si se estuviese desprendiendo de la pelusa en su traje de mil euros.

—¡Dev! ¡Déjalo, Dev! —unos brazos lo agarraron por los hombros e intentaron tirar de él, pero era imposible. Un intento inútil. Parecía ser que las manos de Dev permanecieron anclados al cuerpo de aquel desdichado.

—Ya déjalo, Dev. ¡Basta! ¡Vas a matarlo! —tiró nuevamente Marco de él. Se unió Dónovan ya que al parecer ni Marco podía con él.

—Ya basta Dev, ya fue suficiente —habló Dónovan serio.

Finalmente, lograron separarlo de aquel hombre que tanto dolor había provocado. Dev se quedó sentado en una esquina, perdido, con la cabeza oculta entre sus manos. Poco a poco la rabia estaba desalojando su ser. Ya se había saciado, ya había hecho aquello que tantas veces se repitió.

Acabar con el responsable del secuestro de Bea.

¡Bea!

Se acordó de pronto. Giró de manera abrupta su cuerpo hacia atrás y se arrastró por el suelo hasta alcanzarla.

Tiró de su mano y se la llevó a la boca angustiado.

Una lágrima recorrió su mejilla y acabó en el contorno derecho de su boca. No sabía salada, sino amarga. Amarga por ver cómo su mujer traía el rostro. Parecía ser que una merluza se había pegado a su rostro. Despegó su cabeza del suelo y la pegó a él.

—Estarás bien. Estarás bien. Los dos estaréis bien —se repitió varias veces.

Dónovan alzó su radio y pidió que los paramédicos acudieran a por Bea.

KILLING ME SOFTLYWhere stories live. Discover now