Capítulo 11

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I don't wanna miss a thing ­- Aerosmith




¡Qué horror!

Necesito agua. Me acerco a la máquina y me sirvo un vaso fresco. No me imagino lo que tuvieron que pasar. No puedo llegar a imaginármelo. Es horrible. Es horrible perder a unos padres. Quizá este hecho me permita recapacitar sobre mi relación con mi madre. Ahora que la tengo, ahora que puedo consultarla todo, tengo que aprovechar al máximo cada minuto con ellos, claro, siempre y cuando no pretenda tocarme la parte más sensible. Quizá fui injusta al decirle todo lo que le dije. Pero... ¿Quién no lo haría? Ese tipo saca de sus casillas a cualquiera.

Tomo aire. Me soplo con la mano. Después de todo quizá sea así por intentar protegerse, pero ¿protegerse de qué?


Hoy es el gran día. El día en que por fin me libraré de él. El día en que todo y nada vuelve a su cauce. Estoy nerviosa. Tengo las palmas piconas y todo se me cae. Necesito serenarme si quiero que todo salga bien.

Me separo de la mesa. Me pongo firme y cuento hasta diez.

¡Mucho mejor!

Salgo con todo el equipo necesario y con la frente bien en alto. Cuando llego en la sala de presentaciones encuentro al señor Ruiz acomodado en su silla e inmediatamente lo busco a él. Desde que comenzó este día no he parado de pensar en que lo volvería a ver. Que volvería a tener ese aroma tan embriagador en las fosas nasales. Busco su estrujante mirada por todos lados, pero no le veo. Quizá después de todo lo menos que quiero es dejar de verle. ¿Le habrá pasado algo?

El señor Ruiz me avisa de que se demoró por asuntos personales pero que en nada iba a llegar. En cinco minutos para ser exactos. Mientras tanto lo voy acomodando todo para impedir un posible fallo. Conecto mi ordenador y volteo para esper... ¡Mierda!

Mi alma está helada. En lo más profundo de mi estómago noto algo raro. Como si hicieran una fiesta en mi interior a base de tambores. Me quedé sin habla. Me está mirando. ¡Dios! ¿Cómo pueden existir hombres así? ¿Cómo puede una persona hacerte sentir tantas cosas a la par? Me mira fijo. Trae dos guardaespaldas tras él y está impecablemente vestido con esas gafas de Ralph Lauren. No quiero verlo. No quiero verlo o no podré ser capaz de acabar la presentación con éxito.

La voz de mi jefe me saca de mi ensoñación. Reacciono torpemente, cosa que nota porque veo una media curva en sus finos labios. ¡Dios!

Pongo en marcha la presentación y explico en qué me he basado para tener como resultado este logo. Cosa que no me resulta difícil explicar. Durante todo el proceso intento no mantener contacto visual, aunque al que trato de convencer es a él. Cuando elevo la vista, puedo notar relajación en su rostro y en el resto de su cuerpo ya que tiene bajo los hombros. Eso me ayuda a sentirme más cómoda y mucho más segura.

—Y este es el resultado final— dejo en la pantalla un diseño demasiado simple pero no menos atrayente de color negro. Es una especie de árbol —pero no árbol— seco, negro, con unos cuantos pétalos rojos. Debajo de la imagen pone Vinos Vinpel ya que es el nombre de sus corporativas.

—Y esto es proyecto Vinpel— en la pantalla aparece un fin de presentación. No dicen nada. Nadie dice nada y yo parezco querer morir. No es justo mantener a alguien, que ha sufrido y perdido algo tan preciado como su dinero, en ascuas. Rasco la garganta para tener la atención de los únicos que deben darme una aprobación —en caso de que lo sea— ya que parecen no darse cuenta de que todavía sigo en la sala.

—Perdona, Bea. Le estaba explicando al señor Montecristo que...

—Que fue una excelente presentación— le corta el Don...

Que alguien me sujete. Dijo ¿excelente? ¿Acaso oí bien?

—Sí Bea. Oyó bien. ¡Felicidades!

Me aclara mi jefe. Siento que esta no es la sala en donde hice la presentación y que me equivoqué de sitio hasta que el señor Monte del diablo decide transmitirme nuevamente sus felicitaciones.

—Ahora sí... —me tiende la mano— deuda saldada—. ¿Me está sonriendo? Definitivamente este no es mi sueño.

—Creí que diría que era una mierda.

—Jamás dije eso.

—No, pero lo insinuó.

—Bueno a veces es mi forma de motivar.

—Vaya modo de dar ánimo.

—Ya lo sé. Sé que no es el modo más adecuado, pero es algo en mí que no puedo evitar.

—Pues debería hacer un esfuerzo. Además. No se me olvida que por su culpa perdí el cinco por ciento de mi salario.

Sonríe. ¿Qué le hace gracia?

—Sé que al principio me sentí molesto y quise que el responsable aprendiera la lección de qué pasa cuando cometemos un fallo, pero me equivoqué. A pesar de nuestros choques puedo afirmar que eres una gran diseñadora, además de cumplidora. —¿Eres?— ¡Felicidades señorita Reyes! Hizo un excelente trabajo.

Sonrío. Si me vieran la cara creerían que me picaron un montón de mosquitos capullos, pero no. Este es el resultado del efecto Montecristo.

—Señor, debemos marchar.

KILLING ME SOFTLYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora