Capítulo 93

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~EL REENCUENTRO~

Camino por la calle sin rumbo. Hace más de diez minutos que le dije a Anselmo que me esperase en el coche. Le doy vueltas a la cabeza una y otra vez intentando serenarme. Intentando hacerme ver que no puedo pasarme la vida queriendo controlar todo lo que me rodea. Bea es mi esposa y no una criada con contrato de interna. Pero cuando parezco haberme serenado, viene a mi mente esa imagen. La frase a pie de foto se reproduce cual recuerdo tormentoso y enerva el sistema.

27 de junio. 11 : 55

Qué hermosa tu esposa. Apuesto a que se siente feliz en los brazos de otro.

Y entonces estallo. Me crecen las ganas de romperlo todo, de tener en frente al responsable de ese ataque tan bajo. El muy imbécil incluso se molestó en datarme la fecha y hora de la cita. Lanzo al frente una piedra con la que me tropiezo, frustrado. Cuando me llegó el mensaje, no daba crédito a lo que veían mis ojos. Era mi esposa cenando con un tipo al que en absoluto conocía y el cuál no me sonaba haber visto en la empresa de Carlos. Se veía feliz. Y él muy joven, con gafas, pero demasiado masculino. En ese instante apreté la mano que sostenía el celular tan fuerte que no me di cuenta de que se estaba marcando solo, que incluso podría haber sido capaz de cargármelo. Los celos me cegaron. La incertidumbre hizo acto de presencia y la rabia se apoderó de mí en décimas de segundos. Comenzó a dolerme la cabeza ante las miles de ideas y preguntas que me estaba haciendo, que me estaban torturando.
¿Cuándo fue que logró verse con el tipo de la foto? ¿Me dijo que se vería con una amiga cuando en realidad era para verse con otro? O quizá se vieron después del curro.

Pero no, es Bea. No sería capaz de hacerme eso. No sería tan cruel como para jugar conmigo de esa forma. No es ella, ella es diferente y me lo ha demostrado durante todos estos años que llevamos juntos. Debía de haber una confusión tras esa fotografía. Nada de lo que ahí había era cierto, pero ¿cómo saberlo? ¿Cómo dejar de dudar y hacer de lado este miedo que me carcome?
Entonces decidí contactar con Marcos. Su empresa es la mejor en cuanto a las nuevas tecnologías se refiere. Seguro conocía a alguien que podría sacarme de mi error. Os juro que se me estaba quemando el pecho. La opresión en el centro de mi cuerpo me estaba aniquilando lentamente. Era tanta la rabia e impotencia por la ignorancia que sentía que admito que en varios momentos no podía pensar con claridad.

Decidí despedirme de los chicos, intenté mostrarme calmado para no aguarles la velada, cosa que me costó en demasía. Estaban felices y no se merecían esa mala experiencia a nada de convertirse en marido y mujer. Salí echando leches del local mientras llamaba a Anselmo. En menos tiempo ya lo tenía ahí. No podía conducir con la furia que me consumía así que una vez más, dejé mi seguridad en las manos de mi guardaespaldas. Condujo por el interior de la ciudad hasta llegar a la casa de Marcos. Este me abrió en cuando le llegó el mensaje. Me perdí en la casa sin articular palabra. Me indicó que caminara tras él y nos adentramos en su estudio. Le tendí la mano ofreciéndole el celular encendido con la imagen puesta. Él me miró expectante. Sin entender nada. Así que lo invité a que lo viera mientras le miraba con la cabeza apoyada en mis manos, las piernas separadas y cada codo sobre cada muslo. En silencio. Estaba nervioso. No paraba de moverme sobre el sofá. Me informó de que llegaría un chico de confianza que nos diría si se trataba de un montaje o no.

Y efectivamente. No fue un montaje. La imagen era real, verídica. Y las expresiones en la cara de mi esposa eran sentidas y no fingidas. Acordarme de la felicidad que adoptó el rostro de Bea al sentir la mano de él sobre su rostro me nubló la mente. Hasta ahora lo sigue haciendo. Pero entonces, solo me quedaba una pregunta sin respuesta.

KILLING ME SOFTLYOnde histórias criam vida. Descubra agora