Capítulo 51

14.6K 818 9
                                    

~Mil dolores~


La comida con Hanna acabó en un ambiente tranquilo. Relajado. Finalmente disfrutamos como nunca. Hablamos de todo y de nada. No tocamos el tema. Decidió no sofocarme más con tanta presión. Es una chica muy valiente. La admiro. Realmente la admiro. Pese a todo, ahí sigue. En pie. Sonriente. Ni pizca de la niña respondona y mal hablada del ayer. Ahora es toda una mujer madura, hecha y derecha. Con las ideas claras. Estoy muy orgulloso de ella. Y espero que algún día lo vuelva a estar de mí. Espero poder volver a hacerme cargo de ella nuevamente y no ella de mí. Antes era yo quien le regañaba y no al revés. No como ahora.

Bea

No sé cómo he sobrevivido a tanto tiempo sin saber de él. Sin oír su voz, sentir su olor. Está siendo un trance muy duro. Salgo ahí fuera y les muestro a una Bea fuerte, sonriente, repuesta aún con estos mil dolores que llevo adentro. Pero no saben lo mierda que me vuelvo cuando nadie me ve. Cuando nadie me observa. Cuando estoy sola. Solo así puedo llorar libremente. Desconsolada. Solo así evito ahogarme con mi propia pena. Ayer estuvo aquí Sandra. La pobre se preocupó tanto por mí al ver que en todo el día no la atendí las llamadas que no pudo aguantar y se plantó en mi casa a las doce de la noche. Durante horas estuvimos hablando. Sobre Hugo, sobre mis padres, sobre su nuevo novio que de hecho se llama Carlos como mi jefe y, no podía merecerse menos, sobre Dev. Me preguntó que cómo estaba, cómo lo llevaba, si había vuelto a saber de él y un sinfín de preguntas abrumadoras que, pese a todo, logré responder como pude sobreviviendo a cada una de ellas. Se despedía de mí este las nueve y cuarenta prometiendo volver pronto. Y ahora aquí estoy, parada en mi balcón con un vaso de kiwi en la mano a las diez y cincuenta de la mañana. Como si no fuese suficiente, tenía que atacarme el bendito estreñimiento.

Es sábado. Día libe por excelencia. Nada tengo por hacer y nada hago. Solo intento lidiar y pactar una tregua con los recuerdos.

Me levanto sobresaltada de mis pensamientos. Agitada. Con el pulso acelerado. Este móvil acabará muy pronto conmigo si no para de sonar como si fuese la melodía del mismísimo infierno puesta por el mismísimo demonio y viniendo a por mí.

—¿Diga? —pregunto extrañada. No he mirado previamente la pantalla como lo haría cualquiera y no sé quién mierdas es. Además de tener la mente más borrosa que unas lentes descansando sobre una olla en pleno hervor.

—¿Bea?

—¿Quién habla? —estoy en un desconcierto total. No sé quién más pueda conocer mi número. No soy de dar mi número a cualquiera y estoy empezando a preocuparme. Mi corazón da un ligero respiro cuando la otra persona se identifica y dice llamarse Hanna.

—¿Qué tal? ¿Cómo está todo? —¡Mentira! Mi corazón parece ir el triple de acelerado antes de saber que era Hanna.

—Bien. Sobreviviendo —me muestro serena, como de costumbre.

—Entiendo. Bueno no quiero molestarte, igual estés ocupada.

—No, no, no, para nada —me apresuro en sacarla de su error—. A punto estaba de tomarme un asqueroso batido de kiwi. En estos momentos mi paladar está muy agradecido contigo. Le has librado de pasar por un mal momento —le escucho carcajearse—. Hablo en serio.

—Me lo imagino. El kiwi en batido sabe muy asqueroso —argumenta sin parar de reír.

—Totalmente de acuerdo —me dirijo hacia el interior y deposito el vaso sobre la mesa del comedor—. ¿Te mandó él? —se calla. Sabe de quién estoy hablando.

—No.

—Ya no le importo, ¿verdad? Es lo que quería. Librarse de mí. Por lo menos haber tenido cojones y habérmelo dicho a la cara y no salir huyendo como un auténtico patán.

—No, no, no digas eso —dice con un notorio tartamudeo—. Dev sí piensa en ti todavía. No quiere tocar el tema porque le hace mucho daño. Tanto o más que a ti —suspira. Llevo una mano en la cintura e intento desviar mis lágrimas. Últimamente me he vuelto muy llorona.

—¿Entonces?

—Te llamé por cuenta propia para decirte que él está bien. Que no tienes que preocuparte —me limpio la nariz con un brazo.

—Y quién dijo que estoy preocupada por él.

—Los dos sois tercos, pero sé que lo estás. Por eso decidí hablarte.

—Agradecida, pero ni falta hacía.

—Digas lo que digas, no te creo. A mi hermano no se le olvida así de fácil. Siempre deja huella. Siempre sabe cómo hacerlo. Y estoy segura de que la huella que dejó en ti es tan grande que tomará muchísimo tiempo ser borrada. Lo mismo le pasará a él con la huella que dejaste marcada en él. Créeme Bea. Dev jamás se olvida de ti.

Me resoplo nuevamente la nariz. Estoy intranquila. Demasiado para mi gusto.

—Pues yo sí.

Cuelgo.

No quiero saber si piensa o no en mí. Si ya me superó o si todavía lucha por hacerlo.

No quiero saber nada relacionado con él.

Absolutamente nada.

KILLING ME SOFTLYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora