Capítulo 5

34.6K 1.7K 39
                                    

Corazón de tiza ~ Radio Futura





—Dos semanas— me corta para corregirme. ¿Será capullo?

Le odio. Le odio. Le odio. Respiro hondo.

—En dos semanas— digo determinante. Sin muestras de haber sido intimidada por un completo idiota.

—Perfecto— ahora trae las manos en los bolsos de su fino pantalón. ¡Qué frustrante es todo él!

—Te veo pronto Bea.

Tengo unas ganas irrefrenables de mandarle a tomar por culo, pero por el bien de mi billetera, mejor me lo reservo. Doy otra media vuelta para abandonar de inmediato este lugar tan sofocante.

Una vez fuera y lejos de las palabras asesinas de él, tomo aire. Qué ser más despreciable. Infeliz. Asqueroso. Como si supiera lo que es pasar hambre. ¿Cómo se atreve a bromear con mi paga? Maldito engreído. Suena mi móvil. Es mi madre. No quiero contestarla, pero sé que si no lo hago será peor que dejarme crecer un grano en el culo sin tratarlo.

—¿Qué quieres?

—¿Ese es el modo de contestarle a tu madre?

Me armo de valor para no soltarle un rayo.

—Mamá, no estoy de humor. Dime ya qué quieres.

Puedo notar cómo trata de mantener la calma.

—¿Por qué no le coges las llamadas a Ricky?

¡No! Otra vez no.

—Mamá, ¿quieres dejar de meterte ya en mi vida? Tengo treintaiún años. Ya no soy una chiquilla, por el amor de Dios.

—Sabes que yo quiero tu bien.

Cierro los ojos. Me peino el pelo con la mano desocupada.

—Ya lo sé mamá, ya lo sé. Y si vas a salirme con el tema Ricky en cuanto llegue en casa, juro que doy la vuelta y paso el finde en mi casa. Es chica pero por lo menos no te tendré dando por c... fastidiando.

Sé que está sopesando lo que quiere decirme.

—Prometiste hablar de ello cuando llegaras— me dice tras la otra línea.

—Esa promesa queda rota por tocar el tema y no haber podido esperar a que llegara. Adéu, mare.

Cuelgo.

A veces es satisfactorio colgarle a tu madre. Ya sé que es de muy mala educación, pero es que hoy es justamente uno de esos días en los que no quiero que me coman el coco.

Llego en casa a eso de las siete. Me sirvo una manzanilla bien caliente mientras saco nuevamente el dichoso contrato. Una de las cosas que más gracia me causa es que debamos pagarle la mitad de lo que ha pagado como indemnización si no le cumplimos esta vez. —¡Flipante!— Digo al tiempo que dejo caer, de muy mala gana, los papeles sobre la mesa de mi pequeño salón.

Me dirijo a mi cuarto. Preparo la maleta poniendo lo básico que necesitaré ya que tengo algunas cosas en la casa de mis padres. Volver a Garganta de los Montes después de seis meses, me hará muy bien. Y más ahora. A las ocho estoy ya en el tren. He optado por ir en Renfe ya que no aguanto las horas pesadas de la carretera que suponen salir de aquí a Madrid.

Durante el trayecto no puedo evitar pensar en el nuevo logotipo que debo hacer. Estoy casta de ideas. Después de este proyecto he estado estrujando mi cerebro y he abusado mucho de él. Debe ser un logotipo que se adapte al formalismo Montecristo. ¡Montecristo! Si no fuese así de insoportable sería el hombre ideal. Con ese porte, esos ojos y esa ¡Arg! Bea, Bea, Bea. No tienes que ir por ahí. Ese hombre es el responsable de tu situación económica. Me digo a mí misma para ver si espanto su rostro de mi mente.

Llego a la estación. Cojo mi equipaje y me dirijo hacia la casa Reyes. En el camino me topo con caras conocidas. Caras que me devuelven la alegría al cuerpo. Empezando por Doña Clotilde y acabando por Hugo. Hugo es un pequeñajo de cuatro años. El hijo de la Sandra. Qué grande se ha puesto. Le cojo entre mis brazos y lo estrujo fuerte contra mí. Sin soltarle voy tirando de mi maleta con la otra mano.

—¿Vas a quedarte todo el finde?— Me pregunta el pequeño casto de tres dientes.

KILLING ME SOFTLYWhere stories live. Discover now