Capítulo 19

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"No hay peor desafortunado que aquél que tuvo la dicha y no la supo aprovechar"

Anónimo


—¿Qué quieres?

—Saber de ti.

Exaspero.

—¿Pero tú eres tonto o te lo haces?

Dev desde lejos me mira alerta. Atento a mis movimientos.

—Quería saber de ti.

—Que no quiero que te preocupes por mí, Ricky. ¿Com coño tinc que fer-te entendre-ho?

Puedo ver una ceja fruncida en el rostro de un señor Montecristo totalmente serio con los brazos cruzados a la altura de su pecho.

—Cuando te vi aquí, en el pueblo, yo...

—Ricky, no vuelvas a llamarme.

Y dicho esto cuelgo.

—¿Quién es Ricky?

¡Mierda! ¡Qué susto! Me llevo una mano a la frente mientras que con la otra agarro fuerte el celular.

—Un tocapelotas sin importancia.

Intento hacerme de lado pero me sujeta del antebrazo.

—Para ser un tocapelotas sin importancia te ha dejado muy disgustada.

Puedo notar en sus ojos molestia y ¿celos?

—No es así.

—¡Ah! ¿No?

—No. Y no tienes ningún derecho a sujetarme de este modo.

No somos nada. No tiene derecho a armarme estas escenitas de celos. Además, motivos no tiene.

—¿Entonces me estás llamando mentiroso? ¿Me estás diciendo que no sé diferir las expresiones faciales?

—Piensa lo que quieras—. Me zafo de su agarre—. No tengo por qué darte explicaciones.

Cojo mi bolso.

—¡NO HEMOS TERMINADO DE HABLAR, BEA!

—Sí. Sí lo hicimos. Y este paseíto llegó a su fin. Quiero irme a casa.

—¿Por qué? ¿Te molesta que yo quiera saber quién mierdas es Ricky?

Da unos pasos hacia mí.

—¡No! —Grito—. Me molesta que a pesar de todo sigas siendo un auténtico gilipollas— grito desde lo más profundo de mi garganta. Una lágrima amenaza por bajar por mi rostro pero no le daré el gusto de verme vulnerable. ¡No señor!

—Bea yo...

—Quiero irme a mi casa. ¿Me llevas o pillo un taxi?

Suspira con las manos en la cintura y la cabeza hacia arriba. Sabe que ha metido la pata.

Durante la vuelta a casa nadie dice ni hace nada para romper el hielo. El camino está siendo de lo más incómodo y yo lo único que deseo es llegar a mi casa y olvidarme de todo.

Cuando vislumbro lo que es mi edificio, mi corazón se comprime. Es una lástima que por una puta llamada todo haya terminado de este modo. Bajo del coche y me dirijo a la entrada. Una vez dentro del edificio solicito el ascensor. Este llega y me pierdo en él. Dev se mete tras de mí.

—¿Quieres asegurarte de que llegue bien o de que no vaya a verme con Ricky?

Noto incredulidad y culpa en su mirada.

—Bea...

Abro la puerta de mi casa y me pierdo tras ella cerrándole la puerta en sus narices.

¡Vaya mierda!

Saco mis tacones y los lanzo. Van a dar en una parte de la casa haciendo un notable ruido.

Bufo.

¡Vaya mierda!

Me asomo por si sigue ahí y sí, efectivamente, aún no se ha ido. ¡Ahí se quedará!

Me libero del vestido y me meto en la ducha. Me pongo el pijama y me sirvo papas en un bol. Prendo la tele y paso los canales. En Telecinco están dando Pretty Woman. De inmediato cambio de carnal. Cursilería ahora, no. Me quedo con FDF ya que están dando LQSA.

Aun así, no logro cambiar este humor de perro que tengo. Pienso en él y pienso en Ricky. ¿Hasta cuándo me dejará tranquila?

¿Hasta cuándo?

Hago de lado el control remoto y me tumbo boca arriba en el sofá.

Invoco sus besos, sus caricias, su contacto. Lo invoco todo de él. Me jode que se haya puesto de este modo. Me jode que se crea con derechos sobre mí cuando no los tiene.

Sin darme cuenta me quedo dormida.

Es miércoles. Me levanto temprano de la cama ya que no pegué ojo en toda la noche pasadas las dos. Me lavo los dientes. En media hora estoy lista. Arranco el coche y abandono el edificio.

—Hola Ivette.

Esta me saluda como siempre. Siempre está feliz. Con una sonrisa de oreja a oreja que justamente hoy tengo unas ganas enormes de arrancársela de un bofetón.

Me pierdo en mi oficina. Quiero trabajar. Quiero hartarme de trabajo y este es el mejor momento.

A eso de las doce del mediodía bajo en la cafetería a almorzar. Mi teléfono no ha parado de sonar en todo el día. Ya sé quién es por eso no respondo.

Cuando acabo con mi almuerzo, vuelvo otra vez a la oficina. En eso de diez minutos aparece Ivette en mi campo de visión.

Bufo.

—¿Qué quieres, Ivette?

—El señor Montecristo está en la línea dos. Quiere hablar contigo.

—Yo no.

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