Capítulo 44

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Complicidad - Vanesa Martín feat El Arrebato




Dev

Llego en casa y son las ocho pasadas de la noche. De seguro ella ya no está. Ya se fue. Me dejó bien claro que se iría en la tarde. Que para estas horas ya no estaría aquí, conmigo.  Niego. Niego al darme cuenta de por dónde están yendo mis pensamientos. Me llevo las manos al rostro. En qué momento dejé que pasara todo esto. Bajo del coche y le indico a Andrés que no hará falta que esté al pendiente ya que no pienso salir de casa en todo el día y, que se lo comunique a Anselmo en cuanto llegue. Cuando llego en casa abro la puerta. De inmediato Felipe aparece en mi campo de visión.

—¿Ya... se fue? —Asiente. Transformo mis labios en una fina línea recta. Me jode sentirla lejos de mí. Me aflojo la corbata ya que en cualquier momento me asfixio con ella.

—¿Va a cenar? —Niego.

—Que nadie me moleste, quiero estar solo.

—Sí, joven.

Subo cuestas arriba y abro la puerta. Todo está recogido. Martina, como siempre, lo ha dejado todo en orden. Tanto orden ya me abruma. Estos días junto a ella han sido de todo menos ordenados, formales. Dejo mi maletín sobre la cama y me libero de la corbata, me saco la chaqueta y, mientras me desabotono la camisa, me dirijo al baño. Está todo asquerosamente perfecto y vacío. Trago con el corazón desinflado. Como si me lo hubiesen vaciado. No hay nada suyo, se lo ha llevado todo, todo, y me ha dejado lo más duro de convivir, lo más duro de batallar. Estos recuerdos. Estos recuerdos malditos. Estos recuerdos que me echan en cara lo idiota que soy. Lo infinitamente imbécil en lo que me he vuelto estos últimos días. Ni su cepillo ha dejado. Cuando voy a abrir la llave de la ducha, piso algo. Es una pulsera que traía siempre encima. De color rosa. La primera vez que la vi con ella me hizo tanta gracia que me gustó más que ayer. Sonrío. Cómo anhelo esos momentos aquellos. Sin pensarlo más introduzco mi mano en ella y la paso dejándola descansar en mi muñeca. Ahí se quedará, atesorada. Amarrada a mí hasta que pueda seguir disfrutando con ella de nuestro amor, pero en ese entonces, de una manera pura, limpia, sin secretos ni mentiras. Sin inseguridades dañinas. Me pierdo en la ducha y cierro los ojos mientras el agua fría, como mi alma, se apodera de mi ser. En cada movimiento que hago me viene en mente su rostro. Su sonrisa fresca. Su mirada inocente, dulce. Llevo mis manos a mi cuello e invoco su modo de tocarme. Cierro los ojos deseando por un momento que sea ella quien me esté tocando. De mala gana cierro la llave y me tapo la mitad del cuerpo con una toalla mientras que, con otra un poco más pequeña, me seco el pelo al tiempo que pierdo la vista en el gran ventanal que tengo casi a los pies de la cama.

Despierto alterado a media noche. Sudoroso, agitado. Como si hubiese tenido una mala pesadilla. En verdad la tuve. Ese amargo recuerdo no me deja tranquilo. Quizá sea lo que me consume por dentro y no me deja aceptar la vida plena que me ofrecía ella. Una vida llena de color. Muy lejos de la que llevaba al lado de la otra. Una vida fiel, tranquila, espléndida. Hago de lado la sábana, deposito mis pies sobre el suelo y me llevo los codos sobre mis muslos con la cabeza gacha entre las manos. Me las paso por el pelo y cierro fuertemente los ojos. No quiero invocarla, pero siempre se me aparece. Como si hubiese estado viendo Chuky. Se me aparece como un muñeco diabólico. Su sonrisa, su modo de mirarme, los te amo que siempre me dedicaba, los besos robados, y el mundo de mentiras que poco a poco fue construyendo hasta llegar a tal punto de no saber cómo volver atrás. Me levanto de la cama furioso. Grito en mi alcoba. Nadie me escucha. Me siento impotente. Atado de pies y manos. Ella, aun estando lejos de mí, aun llevando años separados, sigue ejerciendo sobre mí el mismo control de siempre. Hanna tiene razón. Ya es hora de dejarlo ir. Ya es hora de olvidar y perdonar. Pero ¿cómo lo hago? ¿Cómo olvidar? ¿Cómo se perdona? ¿Cómo perdonas tú a la persona que destruyó tu sonrisa, tu futuro, que te dejo sin esperanzas, sin sueños? Vuelvo a pasar las manos en mi rostro. Me acerco a la mesita de noche color grisáceo que tengo y me sirvo un poco de agua en un vaso. Me dispongo a beber cuando de nuevo esa intrusa, la misma de siempre, se apodera de mi mente y me lo nubla todo.

—¿Por qué no te vas, joder? ¿Por qué no me dejas solo? ¿Qué quieres de mí? ¿Qué quieres de mí? —Aviento el vaso a una de las paredes y este se hace pedazos. Me dejo caer de rodillas al suelo—. ¿Qué quieres? —Grito al mismo tiempo que gesticulo con las manos. Llevo acelerados los latidos de mi corazón el doble. El sudor recorre mi rostro cual gotas de lluvia bajo una tormenta. Le oigo gritar a Felipe. Estoy estático en el lugar en donde se me apareció ella, sonriente, Isabela. Vuelven a retumbar en todo el cuarto los golpes en la puerta. Ahora es Anselmo quien me está llamando. Dejo caer todo el cuerpo sobre el piso llevándome las manos a la cabeza. Llorando. Maldiciendo una y mil veces mi fortuna. Preguntándole a Dios cuándo se acabará mi tortura. La puerta de mi cuarto se abre dejando entrar una luz. Cuánto deseo tenerla en mi vida. Que reemplace esta oscuridad que llevo dentro. La misma que me carcome día a día, segundo a segundo.

—¿Está bien, señor? —Pregunta
Anselmo apresurándose a ayudarme al verme roto. Derrumbado. Acabado—. Señor —vuelve a llamarme al no tener respuesta.

—Señorito, ¿quiere que llame al médico y lo venga a estudiar? —Esta vez le toca a Felipe. Noto angustia y preocupación en sus tonos.

Respiro hondo. Me soplo la nariz y me limpio los ojos con las manos.

—No —comienzo a ponerme en pie—. No hace falta —estando todavía de espaldas a ellos, vuelvo a soplarme la nariz. Supongo que Felipe ya debe haberse dado cuenta de lo que me pasa. Gracias que no me hace preguntas sobre el tema. No me gustaría ser grosero con él también—.  Pueden retirarse —les informo intentando no mostrar mis emociones. Limpiando cada una de esas lágrimas amargas que recorrieron cada centímetro de mi rostro.

—¿Seguro que está bien? —Pregunta Anselmo.

Asiento con dolencia.

KILLING ME SOFTLYWhere stories live. Discover now