Capítulo 99

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~MIEDO~




La mañana transcurría y Bea sintió por un momento que todo le daba vueltas. Todo estaba demasiado agitado, más de lo que acostumbraba.  Se llevó la mano al rostro y se sintió de pronto débil. Se sujetó fuertemente del reposa brazos y se dejó caer sobre la silla. Agachó el rostro con el mismo perdido entre las manos. ¿Qué era eso que sentía? Lo cierto era que no estaba bien. Desde que ingresó a la empresa aquella mañana, andaba con un humor de perros. Pobre Leandro, en repetidas ocasiones tuvo que aguantar que Bea le hablara de un modo de todo menos formal. Pero no la juzgaba, ni mucho menos podía reprocharle nada, todos tenían de vez en cuando sus día negro. Y ese era el de Bea. Por la casa todo estaba bien. Más que bien. Y con más que bien se refería a la seguridad. Estaban más vigilados que la casa de un presidente después de haber recibido una amenaza de bomba. Habían guardaespaldas por todos lados. El único sitio en donde se podía estar algo tranquilo era en el interior de la casa.

Llegó Lucho hasta su encuentro y le tendió un móvil. Bea lo miró extrañada. Desconfiada. A decir verdad, desde que comenzaron esos mensajes sin emisor, desconfiaba de todo y de todos. 

—Es para ti —le informó Lucho. De nuevo miró el celular con total cuidado. Como si de una ametralladora se tratara. 

—¿Quién te mandó entregármelo? —cuestionó con notable suspicacia. El joven sonrió ligeramente. Le habían cogido cariño. Habían aprendido a hacerlo a lo largo de estos meses. En ella veían algo más que un simple compañerismo. A ella contaban sus cosas como también a ella que pedían consejos cuando necesitaban uno.  Aunque claro, Bea a veces podía llegar a parecer la persona menos indicada para pedir asesoramiento. El joven le indicó que se acercara al gran ventanal que ocupaba una de las cuatro paredes de sus zona de trabajo.

—El señor de negro —y le señaló un hombre que se hallaba parado en las aceras, al pie  de la calle. Se le veía serio, recto y rígido como un roble, con una mano pegada al oído. Inmediatamente tomó el celular de la mano de su compañero al descubrir de quién se trataba y se lo llevó al oído.

—Dime, Gorka —esperó a que le atendiera el chico que se hallaba tras la otra línea. 

—Es el señor, señora, gusta hablar con usted —Bea asintió, aunque no estuviese hablando de frente con el hombre.

—Pásamele 

—Un momento

Aguardó durante pocos segundos.

—¿Puedes decirme porqué no me atiendes las llamadas ni una sola vez? —a Dev se le escuchaba molesto. Más que molesto estaba preocupado, preocupado porque Bea no atendiese el teléfono y más sabiendo la situación en la que se encontraban.

—Lo siento, no traigo el celular encima —se llevó una mano a la frente, como si se secara el sudor.

—Bea, te necesito comunicada. Lista para atender cuando te llame, que dejando de lado el celular lo único que consigues es que me preocupe. Y bastante.

Arrastró su cuerpo y se sentó. Hizo un poco de lado el celular. —Gracias, Lucho —el muchacho hizo un deje con la cabeza. 

—Lo siento, cielo. Es que no he tenido un buen día —la mirada de Dev cambió. Esas simples palabras lograron calmarlo, hacerle olvidar el porqué estaba molesto hasta hacía poco. Cómo podía seguir molesto con ella. No con ella. No con ese ángel que hacía que se le devuelva el alma al cuerpo cada que la escucha, cada que sus ojos la observan embobados, absueltos en lo que ven en ella, perdidos en su esencia. Esa chica significaba mucho para él. Era su esposa, era la madre de sus hijos y, sobre todo, era la persona que podía hacer que él cometiese la peor de las locuras. Así de enganchado tenía. Loco de amor.

KILLING ME SOFTLYWhere stories live. Discover now