Capítulo 49

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~Trato cerrado~


—¡Felicidades, Bea! —se me acerca mi jefe eufórico a más no poder—. Por un momento creí que no serías capaz —lo veo cruzada de brazos y achinando los ojos.

—Ya vio que sí.

Sonríe.

—¡Felicidades! Ya hablaremos de tu paga este mes.

Se marcha. Me entran ganas de llorar nuevamente al oírlo soltar esas palabras. Todo comenzó cuando hablamos del dichoso salario. Pero, ahora no cometí ningún error. Ahora no hay ningún señor Montecristo que nos llame la atención y pueda verlo, aunque sea para irritarme la existencia.

Salgo a la calle ya que, por el éxito recién logrado, Carlos nos dejó el resto del día libre.

Me adentro en el interior de una tienda. Se me olvidaba que necesito un juego de sábanas nuevas.

Veo unos cuantos que me gustan y me veo en la triste situación de cuando debates entre ti misma si ese te gusta o aquel.

—El azul marino le favorecería más —escucho tras mi nuca. Es la voz de un hombre. Una voz que desconozco. Me giro de una. Me encuentro con unos ojos verdes oscuros impactantes. Pero nada que ver con aquellos.

—Em en verdad tenía pensado llevarme el azul celeste, y no el azul marino.

—Si se decide por uno de los dos, igualmente habrá acertado.

Asiento, nerviosa, pero no porque me provoque algo por más guapo y atractivo que sea, sino porque desde que estoy —¡Oh no, mierda! —, estaba con Dev no se me había insinuado ningún otro hombre o más bien no, me había fijado en ninguno que no fuese él. Me dirijo hacia el mostrador dispuesta a pagar. Introduzco el código secreto de mi tarjeta de crédito y cuando se efectúa la facturación, le agradezco amablemente al joven que me atendió. Me acerco a mi auto cuando de repente escucho la misma voz.

—¡Perdona! —me doy la vuelta y lo veo acercarse—. Soy Javier. Mucho gusto —me quedo viéndole la mano extendida durante un buen tiempo. Para cuando reacciono, lo encuentro sonriendo.

—No estoy disponible.

Abro la puerta de mi auto y me pierdo en él para arrancar en lo que canta un gallo. Por el retrovisor lo veo dirigir la vista hacia mi coche sonriendo con la mano todavía tendida para después meterlo en el bolsillo y negar con la cabeza.

Dev

La reunión con Andrea Espinoza fue un éxito. Como en los viejos tiempos, quería encargarme una buena cantidad de vinos para el evento que tiene pensado realizar de aquí al año y medio. Tuvimos que dejar la reunión para un día después ya que no me sentía disponible para atenderla el día pactado. Andrea es una chica de treinta y cinco años. Nos enrollamos durante una reunión. Fue en un momento de locura. Acababa de romper con Isa y me estaba volviendo loco. La sentí tan malditamente tentadora y atractiva que no pude lograr hacer un buen manejo de lo que estaba despertando en mi entrepierna. Nos volvimos a ver un par de veces. Las complicaciones estuvieron a punto de surgir, pero le dejé en claro que no buscaba nada serio. No podía recaer en otra relación amorosa en aquel momento. Menos mal entendió y no se puso cansina.

Hoy, después de un mes desde aquella reunión, decidimos reunirnos para acabar con algunos detalles.

—Siempre es un placer cerrar tratos contigo, querido —me dice con una sonrisa pícara. Puedo ver el mismo brillo de lujuria en sus ojos. El mismo de hace años. La única diferencia es que ya no hay nada entre nosotros.

—El placer es mío —le contesto formalmente ya que no quiero dar paso a un malentendido.

—Me enteré de tu relación —intento no mostrar que hablar de este tema me pone nervioso simplemente porque ya no estoy con ella. Si me hubiese dicho esto hace un par de semanas, le habría manifestado lo feliz que estoy con ella. No digo nada. Solo me limito a asentir con los labios prietos.

—¿No dices nada? —parece que le sorprende mi reacción. Me cruzo de brazos—. ¿Habéis roto? —parece no querer ser impertinente. Tarde. Demasiado tarde. Ya lo fue.

—Le hablará mi secretaria para confirmar el día de la entrega de los vinos.

—Si quieres podemos hablar del tema —lo cierto es que no me apetece para nada tocar el temar y menos con ella.

—Mejor será que no —respira resignada.

—Ya sabes dónde encontrarme si necesitas algo —se acerca. Me coge de la nuca y me besa en la comisura de los labios. Antes de irse me mira de nuevo a los ojos y me acaricia la mejía derecha. Ahora traigo las manos en los bolsos de mi pantalón. En otro momento hubiesen estado descansando en un lugar muy distinto a unos simples bolsillos.

Una vez solo, respiro hondo. Me sirvo un poco de agua para mojarme los labios. Me llevo las manos a ellos deseando sentir una vez más los labios de ella.

KILLING ME SOFTLYWhere stories live. Discover now