Capítulo 38

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~Mi novio~




—¡Hola, bienvenidos! —Les da la mano a nuestros invitados al tiempo que se presenta—. Bea nos dijo que vendríais. Esta es mi esposa.

—Brígida Soriano Pratt —ya lo sé. El nombre de mi madre es muy pesado. De hecho, muchas veces se lo he dicho—. Pasen, pasen—. Los invita. Hanna duda un poco en hacerlo, pero yo le aliento con una cálida sonrisa en mi rostro.

Una vez dentro, los presento.

—Pare, mare este es Dev. Mi NOVIO —los ojos de mi madre se abren como platos, pero la ignoro totalmente. Mi padre en cambio se ríe. Con ese gesto ya soy feliz—. Y ellas son Hanna, la hermana, y Ailey, la sobrina. Hija de Hanna.

—Encantado de conocerlos —dice un Dev demasiado expresivo.

—Encantada —dice Hanna.

—¡Oooh! Mi hija nunca me habló de usted.

—Por favor, tráteme de tú.

—Lo haré si me promete hacer lo mismo.

Los dos se ríen. ¡Listo! Los dos picaron el mismo anzuelo.

Mi madre me hace a un lado. Ya sé lo que viene a continuación.

—¿Y esto? ¿No que no eran novios? ¿Qué pasó? ¿Era de mentira?

—Mamá, hace mucho que yo ya no juego a eso.

—¿Entonces?

—Entonces nada. Él es mi novio y no hay nada más de qué hablar —puedo ver a Dev observarme por encima de la cabeza de mi madre. Le dedico una sonrisa para hacerle saber de que todo está sobre ruedas.

—¿Nos sentamos? —Ofrece mi padre.

En media hora ya estamos todos en el salón de mi casa jactándonos por las ocurrencias del señor Reyes. Me levanto para ayudar en la cocina. En media hora se debe servir la comida. Tanta puntualidad no se lo quita nadie a mi madre.

Una vez está la mesa puesta, me dirijo al salón. Me deposito tras el sofá en donde está sentado mi novio y, sin importarme que nos vea mi padre, me inclino todo lo que puedo hasta darle un beso picado a Dev.

—La comida ya está lista, cielo —me sonríe. Amo nuestra conexión—. Papá, Hanna, a comer.

—Bien. Tanto vino es bueno con un buen plato caliente en frente —se queja mi padre.

—Ailey, cariño... —le llama su madre.

Se me olvidaba. Ailey y Hugo se hicieron amigos enseguida. Vaya par. Ahora son inseparables y no quiere entrar si Hugo no lo hace. Cómo son los niños. Tan inocentes, tan dulces. Suspiro.

—¡Hugo! ¡Ailey! A comer, vamos. O no hay regalo— Yo en un intento por ayudar.

Los dos entran como dos balas que se escaparon de una escopeta. Conque de eso se trata, ¿EH? Chantaje.

—Y ¿cómo se conocieron? —Oh, no. Odio tener que contarlo siempre. Cuando se lo conté a Ivette y a Sandra, me acusaron de mala amiga. Son las únicas que lo sabían de la empresa y del pueblo.

—Ese día que su hija se plantó en mi oficina, estaba loca, histérica. Parecía una posesa. Yo en aquél entonces no me había enamorado de ella como lo estoy ahora. Y desde ese día, solo buscaba pretextos relacionados con el proyecto todo con tal de verla.

—¿Y a qué se dedica?

—Me dedico al vino.

Puedo notar el interés por el tema en los ojos de mi padre. ¿A qué señor de esa edad no le interesaría esta conversación?

—¿Qué vinos haces?

—Él trabaja para la marca Vinpel.

—¿En serio?

Dev asiente sin el más mínimo atisbo de egocentrismo ni superioridad. Solo deja fluirse de lo más natural.

—Pues cuando veas al jefe dale mis felicitaciones. Tengo una adicción tremenda por ese vino. Sabe exquisito. Su sabor y aroma impecables. De hecho, solo lo uso para ocasiones especiales. Ya lo verás.

Dev se pone en pie y todos lo vemos de contra picado.

—No tiene que esperar para tanto —mis ojos destellan lujuria—. En frente tienes al dueño de la bodega y de empresas Vinpel.

Juro que la boca de mi madre está enfriando en el plato. No da crédito a lo que está oyendo. Cuando les dije que era empresario, se imaginaban a un dueño de una pequeña empresa, pero jamás a un empresario de tal calaña.

Mi padre está nervioso, apenado. Estoy segura de que siente que metió la pata. Le animo haciéndole saber que no pasa nada con un empujón de cadera.

—Y no se preocupe. Conmigo tiene todos los que quiera.

—Oh, gracias, gracias. Creo que eres un gran hombre. Y como se lo dije a mi hija antes de conocerte si ella te acepta, yo no soy quién para no hacerlo. Y no lo digo por los vinos que vayas a darme —todos nos reímos.

—Mi hermano se labró su futuro desde muy joven. Papá quería que estudiara arquitectura. Y, cierto es que lo hizo. Pero luego se armó de valor y le plantó cara. Papá finalmente tuvo que aceptar que su ambición estaba en el mundo del vino y no en el de la construcción de edificios ostentosos. Fue muy difícil para él, pero ante todo era padre y él era su hijo. Una vez Dev les comunicó su decisión y que ya tenía nombre para la empresa, no dudaron en apoyarlo. Siempre estuvieron con él, animándolo. Instruyéndolo en lo que haga falta.

—¿Y por qué no vinieron? ¿Trabajo? —Cuestiona mi madre.

—Murieron. Hace cuatro años que no están con nosotros. Sufrieron un accidente de tráfico en su boda de oro —dice Hanna en un sollozo. Es la primera vez que la veo emocionarse. La verdad me estaba maravillando su fortaleza. Pero como dice el dicho, aun los más fuertes tienen sus más y sus menos. Su momento de debilidad, de flaqueza. Es un momento de total incomodidad. Lo que dijo mi madre estuvo fuera de lugar, aunque no tenía modo de saberlo.

Dev se inclina para abrazarla mientras yo le agarro la mano para transmitirla fuerza.

KILLING ME SOFTLYWhere stories live. Discover now