Capítulo 7

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The blower's daughter.

Raúl Gómez



—Voy a fregar los platos.

El pueblo es algo un poco antiguo. Con aires rurales y casas que parecen sacadas del mundo de los Picapiedras. Aquí todos nos conocemos y ya de paso, todo se sabe. Mi ruptura con Ricky llegó al oído de todos como el ruido de los fuegos artificiales en las fiestas falleras. Escucho cómo grita mi madre anunciando una visita. Creo que es Hugo. Siempre que estoy aquí pasa la mayor parte de tiempo en mi casa. Digamos que le adopto durante lo que dura mi estancia aquí. Cuando llego en la sala mi entusiasmo sale huyendo como la pólvora. Mi día con lo mierda que era, no puede ser más mierda.

—Hola, Bea.

¿Hello? ¿Qué diantres?

—¿Qué fa ell ací?

Lo siento. Su visita me desconcierta de tal modo que creo pierdo la cabeza y no puedo evitar sonar borde.

—Supo de tu llegada y quiso pasar a saludarte— explica mamá.

—¿A saludarme? ¿Para qué? Creí que te dejé todo claro.

Me dirijo a él con el trapo de cocina entre mis dedos.

—¿Cómo estás?

—¿Qué haces aquí?

Baja la vista. Tiene las manos en los bolsos de sus pantalones. Me mira.

—¿Tan desagradable resulté ser para ti?

Ok. Lo logró. Logró hacerme sentir miserable. ¿Pero qué esperaba?

—Si lo que quieres saber es si estoy bien de puta madre. ¿Algo más?

—Bea...

—No, mamá. No me extrañaría que tuvieras que ver con esto. No te pedí que le trajeras. Ya deja de meterte de una puta vez en mi vida.

Tiro el trapo al suelo y me dirijo cuestas arriba. Escucho la voz de mi padre llamándome, pero no quiero voltear. No quiero verle la cara. Ni la del que en su día dijo que me amaba ni la de la que dice querer mi bien. ¿Cómo leches se atrevió? ¿Cómo leches le permitió entrar? Está más que claro que no quería verlo, no quería verlo.

¡NO QUERÍA VERLO!

Me siento frustrada. Engañada. Timada. Y por mi propia madre. Ella sabe lo que provoca en mí. Lo que me hizo. ¿Cómo es que todavía sigue ayudándole, incitándole a acercarse a mí? ¿Cómo?
NO.
No quiero.
No quiero tenerle cerca.
Aviento la almohada a la pared provocando el ruido estruendo del florero ya que fue a caer directo sobre una mesita que tengo.

Abro los ojos. Es de noche. ¿Cuánto habré dormido? Me tallo los ojos. Seguramente papá estará dormido. Miro el reloj de mesa. Marcan las tres de la mañana. Sí. Sí que me he pasado con las horas. Pero claro, con la de día que he tenido ¿quién no se daría un buen respiro? Ni siquiera me he cambiado de ropa. He dormido con todo puesto. Vaqueros, suéter, botas. ¡Arg! Todo. Como puedo llego hasta la cocina y me sirvo un vaso con leche bien fresca. ¡Qué rica está! Me quedo pensativa con el vaso extendido a mitad de mi cuerpo. Cena. Ricky. ¿Qué más? Me enojé, subí ¿Y? ¡Mierda!

KILLING ME SOFTLYWhere stories live. Discover now