Capítulo 59

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David Bisbal - Culpable


—Estás mintiendo. Como que de repente me entró la risa floja.


Por su rostro desencajado, sé perfectamente que está intentando hacer un autocontrol de sí mismo tan grande como la catedral de Murcia.

—¡No me digas! —contraataco con ironía.

—Bea...

—¿Quién es Bea? —miro por todos lados—. ¿Hay alguna Bea por aquí?

Lo veo exasperarse.

—Vamos a hablar, quieras o no.

Me dice sujetándome de un brazo.

¡Me haces daño, cabrón!

—Si ella no quiere, no la obligarás —Luca logra soltarme notablemente molesto. Las venas de su cuello me lo confirman.

Dev se pasa una mano por la boca mientras voltea el rostro incrédulo con la otra mano en los bolsos del pantalón. Se está cabreando muchísimo.

Lo sé.

—Escúchame bien, imbécil. Desde hace rato tengo ganas de partirte la asquerosa jeta y como verás no estoy de humor como para tener que soportar el hecho de que te estés metiendo en lo que no te concierne. Estoy hablando con ella, imbécil—dice. Me mira—. Con mi mujer—. Siento las piernas flaquearme. El pulso se me ha ascendido a mil kilómetros por hora.

Luca se ríe.

Ríe incrédulo ante lo que está oyendo.

Non mi frega un cazzo di quello che pensi tu (Me importa una mierda lo que piensas tú) —lo dice amenazante.

Allontanati da lei (Aléjate de ella) —le contesta Dev.

Gian Luca da un paso hacia el frente y se posiciona frente a él.

¡Vaya par!

Cada quién intimida más que el otro. Hasta ahora no acabo de procesar lo que ha dicho. Cómo me ha llamado. ¿Sigo siendo su mujer?

—¡Aléjame tú!

Siendo consciente de lo venidero, le tomo de la mano a Luca y jalo de él alentándolo a calmarse.

—¡Luca! —No me mira. Solo lo mira a él. Lo reta con la mirada—. ¡Per favore! —Le suplico. Después de un momento por intentar detenerlo, por fin lo logro.

—Sácame de aquí —imploro. Me toma de la cabeza y me besa en la frente.

—¡Paolo! ¡Le chiavi della macchina!) (¡Pablo!) (¡La llave del coche!) —Veo a un moreno acercarse y entregarle lo que supongo son las llaves. Me acerco a Ivette y le aseguro que estaré bien y, de paso, me disculpo con ella. Gracias a Dios me entiende y me pide que tenga cuidado. Con tener cuidado, sé a qué se refiere.

Luca me incita a cogerle de la mano y yo, armándome de valor, se la acepto.

—¡Bea...! —Escuchamos tras nosotros. Sé que es él. Su deje de voz hace mella en mí, pero no me detengo.

Giuro che lo uccido io (Juro que lo mato yo) —vocifera y solo yo me entero de lo que ha dicho.

—Solo sácame de aquí —me estruja la mano y, a través de la gran puerta de cristal automática que tenemos en frente, logro ver a Dev viéndome abandonar el lugar tomada de la mano de un hombre distinto a él.

Gian Luca conduce sin saber hacia dónde dirigirse. Sé que lo hace para darme tiempo a procesarlo todo y la verdad se lo agradezco. Necesito aire y estando entre unas cuatro paredes, me será imposible.

Noto el auto estacionarse frente a un banco al pie de la calle. Tengo una mano en la frente y la mirada perdida. No puedo dogmatizar todo lo ocurrido hace rato. ¡Dev Ha vuelto! Lo he vuelto a ver. Lo he tenido de frente nuevamente y en vez de aceptar hablar con él, lo que hice fue irme con otro.

Intento respirar ya que la agonía me está matando.

Después de tanto tiempo cuestionándome si todavía piensa en mí, después de tanto tiempo preguntándome el qué habrá sido de su vida, después de todo ese tiempo y al fin tenerlo de frente, lo único que sabemos ser, una vez más, es ser unos auténticos masoquistas zopencos.

—¿Bea? —vuelvo al trance. Me paso la mano al rostro y tomo aire.

—¿Decías?

—Te quedaste desatenta —vuelvo a mirar el exterior. Supongo que él hace lo mismo—. ¿Quién era él?

—Dev.

—¿Y quién es Dev? —Me revuelco en mi asiento.

—Un amor del pasado —lo escucho expulsar aire.

—Se quieren.

—Supongo.

—¿Supones? —Me llevo la mano al entrecejo y lo barro.

—Mira Gian Luca, estoy muy agradecida contigo por todo. Creo que la velada fue muy agradable, mas siento que lo mejor será que me lleves a casa.

—Antes contéstame —me mira directo a los ojos—. ¿Aún lo quieres?

Esa es una pregunta que llevo haciéndome a los tres meses de no saber nada de él.

¿Aún lo quiero? ¿En verdad queda algo en mí de lo que sentí por él? ¿Aún queda algo de esa Bea risueña, enamorada hasta las trancas? ¿Qué tanto pude olvidarlo? ¿Lo odio? Y si no es así, ¿qué siento por él? ¿Resentimiento? ¿Rencor, asco? ¿Indiferencia?

¿Realmente lo sentí indiferente cuando lo vi, cuando lo tuve frente a frente, cuando mencionó mi nombre, cuando hizo alusión de mí como su mujer?

¿Es acaso eso indiferencia?

¿Acaso no se me rompía el alma al escucharlo llamarme de ese modo mientras lo dejaba tirado y me iba con otro?

¿Y su mirada?

¿Qué me dijo su mirada? ¿Qué me trasmitió? ¿Revivió en mí lo que revivía tiempo atrás? ¿Me perdí en ella? ¿En esos ojos marones como la puesta del sol?

¿Me estremecí ante su voz? ¿Recorrió mi sistema? ¿Hizo que resurgieran en mí los mismos escalofríos que se apoderaban de mí al escucharlo?

¿Acaso me fue indiferente todo aquello?

¿A eso puedo llamarlo indiferencia?

—Si niego amarlo, me estaría negando a mí misma —le contesto sin apartar la vista sobre sus ojos—. Lo amo más que ayer y menos que mañana.

KILLING ME SOFTLYOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz