Capítulo 71

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🍃Capítulo 71🍃

Crazy



Y al fin llegó el día. El día más esperado. Nuestros mocosos cumplen seis años. Qué mayorcitos se nos vuelven. Estamos todos reunidos de nuevo. A parte de celebrarles el cumpleaños, también celebramos sus bautizo. La idea, como siempre, se me ocurrió a mí. Mi marido no se quejó. No sé buenamente por qué quise que lo hiciéramos así, pero ¡ea! Se dio y ahora estamos muy felices. Martina y yo nos apuramos en dejarles listos a Toby y a Theo mientras que Sandra se encarga de Luna.

Qué guapos están.

Más bonicos que unos filipinos de chocolate negro. Y ni qué decir de mi esposo. De mi candyman. Cuando estamos todos listos, mi marido se me acerca y, nos damos nuestro minuto de mimos.

La ceremonia no tarda mucho. Sandra paró como la madrina de Luna. Hanna la de Theo e Ivette la de Toby. Yves se llevó el premio gordo. Es el padrinazo de mis tres polluelos. Se le vio dichoso. Orgulloso. Ya me contará si se los queda o si me los devuelve después de convivir una sola semana con ellos.

Mis nenes no lloraron dado a sus edad.

La fiesta se hizo en un restaurante que alquilamos no muy lejos de casa. Los platos estaban deliciosos. Y ni falta hace de mencionar el servicio y la decoración del lugar.

Estupendo todo.

Dev y yo estábamos felices. Plenos. Nuestros niños no solo cumplían años, sino que también pasaban a formar parte de un acto consagrado.

El día la pasamos de pipa. Y ellos también. Menos mal Hugo y Ailey ya son mayorcitos y pueden hacerse cargo de sus primos. Y recordar aquellos tiempos en donde nos costaba separarlos. Ahora uno se ha convertido en una adolescente irlandesa demasiado guapa y el otro en un español a todo dar. Sus relación sigue igual de bien que antes.

Después de haber comido, recibimos junto a los niños, los regalos. Están loquísimos y quieren abrirlos todos, pero son tantos que es imposible verlos todos el mismo día, así que optamos por ver el resto en la casa.

Cansados y agotados, regresamos a casa. Papá y mamá se vinieron con nosotros. Hanna e Yves, optaron por quedarse en un hotel a pesar de que les insistimos en que se vinieran a casa. Sandra e Ivette volvieron a sus casa.

Y mi marido y yo, aquí. Abrazados. Acaramelados.

Más enamorados que nunca.

Despierto sonriente. Siento una pluma recorrer cada centímetro de mi pierna, de mi muslo. Se detiene encima de mis bragas. En la parte interna de mis muslos. Yo me arqueo cerrando fuertemente los ojos mientras mi cintura y mis manos pegados sobre la cama y envueltas en puños se pierden en una perfecta coreografía. Gimo de placer. Es una locura lo que estoy sintiendo. Lo que un objeto obtiene de mí. Ahora siento unos labios sobre mi vientre. Calientes. Ricos. Tentadores.

Me apetece tirar de ellos. Morderlos. Lamerlos.

Fundir mis labios con ellos.

Me reincorporo sobre la cama y tiro de mi marido del cuello sobre mí mientras nos perdemos en un beso apasionante. Enriquecedor. Sensual. Mi boca buscando ansiosamente su lengua para jugar con ella. La encuentra. Se comunican. Se dicen un montón de cosas que solo Dev y yo logramos entender.

—Amo cuando me despiertas de este modo —le digo con mi boca sobre la suya. Sonrío. Siento mil mariposillas revolotear en mi estómago. Después de nueve años juntos, nuestra llama sigue igual de encendida y ardiente.

Lo beso.

—Y yo cuando tiras de mí por no ser capaz de sobrevivir a mis besos —me mira a los ojos deteniendo el beso—, a mi tacto— me acaricia por debajo de la ropa de cama—, a mi aliento rozando el lóbulo de tu oreja —me muerde la oreja y yo me arqueo. Esto es delirante—. Cuando todo yo te prendo así, y no puedes parar de moverte... It drives me crazy.

Y sin más, me devora con auténtico salvajismo la boca. Ahora lo sensual y apasionado lo hicimos de lado. Nos olvidamos de los modales y yo le tiro sobre la cama. Me subo encima suyo y comienza la hora de mi tortura.

—Pues tu rostro no se queda atrás cuando te beso el pecho —lo hago y automáticamente él cierra los ojos—, cuando te acaricio los brazos no con mis manos sino con mis uñas— le acaricio los brazos con una lentitud tremenda—, cuando te chupo las rodillas y cuando acaricio aquí —pongo una mano sobre su sexo y lo veo tirarse hacia atrás.

—Ca-cariño no juegues con eso.

Dice hiperventilando.

—¡Ah, ¿no?!

Niega. Tiene los ojos brillosos. Oscurecidos.

Todo él está excitado y eso me encanta. Ya que está solo en calzones porque se encargó de deshacerse de su pijama antes de despertarme, no me cuesta trabajo tenerle completamente desnudito para mí.

Adopto una sonrisa maquiavélica al ver su desnudez. Hago que sus calzones rodeen mi dedo índice por el aire mientras lo volteo una y otra vez cogida de la cintura. Todavía sobre él.

Se reincorpora sin yo percatarlo y me asusto. Él lo nota y se ríe. Yo le doy un golpecito en el brazo derecho. Me toma de la cintura. Y, sin previo aviso, comienza a hacer movimientos circulares con su cadera. Siento su paquete rozarme y ese solo hecho comienza a ponerme cardíaca. Cierro los ojos para sentir más de cerca el gustoso placer que este momento me está propiciando. Y, como si de un juego se tratara —aunque en parte, sí— hago lo mismo que él. Me muevo la cintura en movimientos circulares y ahora es él quien cierra los ojos y yo me siento victoriosa. Me tumbo de boca sobre él y gimo en su oreja.

Lo único que hacía falta para que hiciera de lado mis bragas y me penetrara de una sola estocada. Levanto un poco el pompis por el recibimiento. Esto se siente divinamente. Su sexo en mi interior. La sensación de piel con piel que experimentamos cada cierto tiempo. Nuestro calor avasallante. Sin levantarme y todavía inclinada sobre él, me voy moviendo de arriba a abajo buscando mi placer. Me gusta ayudarle a veces con ello, aunque sé de primera mano que nunca le ha hecho falta. Sabe cómo moverse y cómo convertirme en una posesa. Acelero más mis movimientos.

Delante.

Detrás.

En círculos.

Arriba.

Abajo.

Él me agarra del culo ya no pudiendo contenerse y arremete contra mí como a mí me gusta. Como a los dos nos gusta. Mantengo la conexión visual con él. Tengo las manos sobre su pecho. Reboto una y cinco mil veces sobre él. Mi pelo baila con cada embestida y él trae la boca entre abierta. Le sonrío. Le sonrío porque es maravilloso. Le beso esa boca que pasó a ser mía.

De repente, mi marido se detiene y yo me pregunto qué coño le pasa. La incertidumbre se hace acopio de mi rostro. Quiero más, me está cortando el rollo y eso no me hace ni pizca de gracia. Traigo los cejos fruncidos mientras le cuestiono a mi señor esposo por qué paró.

—Sssssh —me dice haciendo la señal de silencio con la mano. Le hago caso aun sin caer en nada de lo que ocurre.

"Anda, Luna, ven. Que tus papis ya deben de estar durmiendo" .

KILLING ME SOFTLYWhere stories live. Discover now