Capítulo 29

18.3K 1K 13
                                    

~LO SIENTO~




—No, no es eso —digo titubeando. Me encojo de hombros—. ¿Qué haríamos ahí?

Alza una ceja. Creo que no se puede creer que sea yo quien esté haciendo preguntas tan estúpidas y fuera de lo común.

—Lo que hacen las parejas —suelta, relajado. Su rostro ha pasado de incredulidad a picardía—. Alquilar una habitación en un hotel. Salir y ver la ciudad. Visitar museos. Comer por ahí. Reírnos, abrazarnos en algún lugar histórico y, por último, lo más importante... —se acerca a mí a cuatro patas logrando derrumbarme sobre la cama depositando su pesado cuerpo sobre mí en la misma posición— Hacerte el amor toooodas las noches.

Me besa. Juro que, si ya estaba excitada con tan solo oírle hablarme así, tan sensual, ahora llegué al orgasmo.

¡Santos cielos!

Me besa apasionadamente y yo respondo a su beso. Me toma de la cintura y me posiciona cuesta abajo. Su mano va haciendo un tour por mi cuerpo comenzando por mi cuello, continuando por mis tetas y acabando por mi muslo derecho.

—Te ves preciosa —no siento la sangre recorrer mi cuerpo. Su misión la tomó la mano de Dev que no para de divagar. Gime en mi boca y yo creo enloquecer. Enredo mis manos en su pelo y apego más mi nariz a la suya hasta el punto de no sentir completamente el aire llegar a mis pulmones. Dev se separa de mí para reincorporarme sobre la cama y posteriormente pasar mi blusón por encima de mi cabeza dejándome así en un sujetador bastante provocativo —que logra subirle la excitación al máximo— y short. Me da la media vuelta —no sin antes desabotonarme el short— dejándome con las tetas pegadas al colchón para tener acceso a mi espalda. Se deshace de mis pantalones, seguidamente de mis bragas y, por último, mi sujetador. Vamos a los juegos previos —que se hacen cortos por lo impacientes que estamos— para acabar gimiendo en el oído de la persona —que puedo afirmar libremente y sin miedo— que amo. La respiración entre cortada de mi novio hace que quiera acelerar el proceso, así que le exijo en un susurro suplicándole que se proteja ya. El encuentro no dura mucho. Dev y yo nos limitamos a disfrutarnos en silencio. Excitándonos el uno con los gritos placenteros del otro. Dejando que sean nuestras ganas quienes tomen el control de todo, limitándonos nosotros a disfrutar del momento intenso.

—Mañana me veré con Ricky, te guste o no —suelto mientras estamos en la cama intentando recuperar el aliento.

—Bien. Me parece bien —juro que verlo hacer un poder sobrehumano para confiar en mí lo hace verse el hombre más atractivo que jamás he visto—. Pero si te toca... —aprieta la quijada— juro que lo mato.

Sé que no miente. Sé que sería capaz de hacerlo, pero no pasará nada. Yo no soy de las que se dejan. A mí ni un hombre me pone una mano encima si yo no quiero, aunque sea para acariciarme el rostro.

Y al fin aquí estoy. Justo en la calle en donde quedamos. Pasan poco de las siete y cincuenta. Me estoy impacientando ya. Cuando creo que ya no puedo esperar más, una voz conocida retumba tras mi nuca.

Me giro. Es Ricky. Se ve pálido. Desgastado. Flaco. ¿Qué le habrá pasado?

—Hola —dice tímidamente.

—Hola.

—¿Qué tal?

—Bien —intento ser amable. Después de todo, alguna vez lo quise. Y no le deseo ningún mal.

—¿Nos sentamos en ese bar? —Señala uno que está del otro lado de la calle. Asiento.

Cuando llegamos nos sentamos y automáticamente una chica muy amable nos toma el pedido.

—Y, ¿bien?

Aspira. Lo noto preocupado. Cierra los ojos fuertemente como si lo que fuese a decirme fuera a destruirme más de lo que hizo.

—Bea quiero que sepas que me arrepiento. De todo —ruedo los ojos—. Sé que no me crees, como tampoco te creerás ninguna razón que yo pueda propiciarte. Soy el único responsable de nuestra ruptura y cada día me detesto más por haberte dejado ir. Por no haber sabido cuidarte, quererte, protegerte. Mi intención nunca fue hacerte daño.

—Pero lo hiciste —suelto notablemente molesta.

—Y lo sé. Y sé que jamás me perdonarás.

—Pues menos mal —hago la vista del otro lado.

—Te juro que yo no sabía que Adela y tú eráis amigas.

—Pero sí sabías que tú y yo éramos novios. ¡Maldita sea! Y aun así te acostaste con ella.

—Estaba tomado...

—Ay no, por favor —digo con notable asquillo—. No me salgas con ese típico cuento chino. Para eso no haber bebido hasta tal punto de haberla dejado embarazada. Hasta perder la razón de ese modo.

—Yo no quería. No quería tener un hijo con otra que no fueras tú.

—¡Pamplinas! Ya va siendo hora de que tomes las riendas de tu vida y que des la cara. ¿Cómo pudiste? ¿Cómo pudiste engañarme de ese modo? Durante una semana me tuviste engañada. Jamás abriste la boca para contarme la barbaridad que hiciste. ¡Jamás! Hasta que me enteré de que Adela estaba embarazada. Con razón. Con razón no quería decirme quién era el padre. Siempre que se lo preguntaba volcaba la tortilla. Los dos me habéis estado mintiendo. Habéis estado viéndome la cara de idiota. Ahora entiendo sus salidas repentinas cuando se enteraba de que ibas a llegar. Si no os hubiese escuchado discutir aquella tarde en el pueblo, nunca me lo hubieses dicho. ¡Nunca! Y eso, sumado a lo que hiciste, no te amerita un perdón.

—Lo siento. Lo siento mucho.

KILLING ME SOFTLYWhere stories live. Discover now