Capítulo 18

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Westlife - Queen Of My Heart




Me arreglo apresuradamente el vestido. Salir por ahí con Dev me tiene la mar de nerviosa. Anoche, después de ese momento digamos taaan... íntimo, sonó el timbre. Era el del servicio de comida rápida que solicitó Dev. Tenían que haber visto el modo en que lo fulminó con la mirada. Creo que más de uno se amedrentaría al notarle tan imponente. ¡Dios! Si hasta a mí aún me impone.

Cenamos como antes, en un ambiente muy relajado, entre risas. Con la noche como cómplice. Eran pasadas las nueve y media de la noche y Dev se estaba muriendo de hambre. Cómo se notó que él es de cenar puntual, aunque no me lo dijo. A eso de las doce, se despidió de mí pero no sin antes asegurarse de que nos veríamos hoy.

Me pongo brillo labial y dejo en una cola alta mi castaña melena.

Justo a las siete y media, como lo prometió, suena el timbre.

Aparece en mi campo de visión un Dev demasiado tentador. Trae un suéter gris con mangas negras y unos pantalones color beige. Me muerdo el labio inferior como auto reflejo.

—¿Lista?— Sonríe. Yo asiento. Aseguro mi casa y paso en frente suyo—. ¿No se le olvida algo?

¿El qué? En verdad no sé a qué se refiere con algo.

Y como si pudiese adivinar lo que estoy pensando, tira de mí por la cintura y me pega fuerte a su cuerpo y dice:

—En mi pueblo si no se saludaba con un hola, un buenas o un hey; por lo menos se hacía de este modo.

Y me besa. Me besa apasionadamente pero también puedo notar ansia en sus labios. Si yo también lo eché de menos.

—Ahora sí. Podemos irnos.

Una vez fuera del edificio, los mismos señores fortachones que lo acompañaron durante mi presentación hace unas semanas, hacen actos de presencia. Y con un ágil movimiento de ojos y cabezas, se hacen a unos cuantos metros tras nosotros para adentrarnos en un ¡PORSCHE 991 TURBO S CABRIOLET! ¡Y blancoooo! Tengo la boca en el piso. ¡Este coche es la leche! Con más de 300 km/h en velocidad. ¡Wow! —grito emocionada por la maravilla de coche que ven mis ojos.

—¿Sabes de autos?

—Lo suficiente como para reconocer este cochazo, nano.

—¿Nano?

—Em sí. Un dicho típico de aquí.

—¡Ah! ¿Y te gusta?

—¿Qué? ¿Decir nano?

—No, digo, el coche.

—¿Qué si me gusta? ¡Es flipante!

No dejo de admirarlo. Realmente es hermoso, pero a todo esto...

—¿A dónde me llevas?

Se acerca. Cuando lo hace de este modo ya sé lo que viene después.

—¿Temes que te rapte?

—Temo quedar en medio de la calle con una llanta pinchada— suelto estando entre sus brazos. Brazos a los cuales me estoy acostumbrando.

—Despreocupa. Eso no pasará— lleva un mechón suelto tras mi oreja. Me mira fijamente. Me besa suave sobre los labios. Otra vez este sabor a menta.

—Anselmo... —le oigo llamar a uno de los guardias. Este se acerca—. Tras nosotros. Un poco alejados, no quiero que se nos incomode aquí la reina.

¿Quién yo?

—Sí, tú.

¡Qué carajos! ¿Cómo lo supo?

Durante la tarde visitamos un montón de establecimientos. Desde comida basura hasta el restaurante más high class. En algunas ocasiones Dev me coge de la mano y caminamos juntos agarrados. Es maravilloso sentirle así, tan cerca, tan natural, menos imponente.

—Y dime. De niña, ¿cómo eras?— Me llevo una cuchara de helado a la boca mientras que él, por enésima vez, lleva otro mechón suelto tras mi oreja.

—Un amor.

—¿Un amor tú?

Pregunta incrédulo.

—¡Ajá! ¿Qué? ¿No me crees?

En verdad me da lo mismo si me cree o no. Este helado está buenísimo. Cierro los ojos deleitándome del sabor.

—¿Quéé?— Pregunto al notarle demasiado callado y viéndome. Como lo hacía antes de robarme el primer beso y con eso me erizaba la piel. Bueno, erizar erizar lo sigue haciendo.

—Y creer que la mujer berrinchuda que tengo en frente fue una santa.

—Yo no dije que fuera una santa. Ni tampoco era una mocosa busca pleitos. Bueno, no sieeempre.

Ruedo los ojos.

—Pues me hubiese gustado conocerte desde aquél entonces.

Tira de mí pasando su fuerte mano por debajo de mis muslos. Pone mis muslos sobre los suyos y deja descansando su mano sobre mi pierna derecha.

—¿Quieres? Abre la boca.

—No como dulces.

—¡Oh, no me digas! La bocaaa —le exijo—. ¿Diabético? —No dice nada—. ¿Maniático de los dulces? —Tampoco, a lo que yo prosigo—. Entonces abre la boca. Un avioncito... un avioncito... un avionciiiitoooooo. ¡Vuuuum!

Se ríe. Amo divertirle. Finalmente gano yo y se lleva a la boca no una, sino seis cucharadas de helado. Maldiciendo, sí, pero se las tragó. Dev se limpia la comisura de los labios con un pañuelo que, supongo, lleva encima siempre.

Suena mi móvil. Espero que no sea Carlos. Ya no estoy en horario lectivo y debe aprender a respetar mi espacio.

Hago de lado la copa de helado y respondo.

—¿Sí?

—¿Bea?

Le miro fijamente a Dev que está expectante. Supongo que se estará preguntando quién me llama. Me levanto del trozo de tronco de árbol tallado sobre el que estamos sentados y me alejo un poco.

—¿Qué quieres?

KILLING ME SOFTLYOù les histoires vivent. Découvrez maintenant