Capítulo 14

26.4K 1.4K 25
                                    

Si lloras por haber perdido el sol, las lágrimas no te dejarán ver las estrellas.

(Rabindranath Tagore)




—¿Señorita Reyes?

—Hata luegui, señor Monteinos.

Pongo mi móvil de inmediato en el bolso y sigo bailando. No me afecta en lo más mínimo su llamada. ¿Para qué me afectaría?

Bailamos por más de media hora más. Poco a poco mi cuerpo parece notar el cansancio y me está exigiendo un poco de receso.

—¡Bea!— Lo que faltaba.

—¿Tú otra vez?

Ricky trae las manos en los bolsos de sus vaqueros. Debo admitir que está mmmm.

—Supe que venías aquí. Y aunque no quieras verme aquí estoy.

—Yo... yo... no ti kiamé.

—Ya lo sé— me mira. Me mira como una víbora asechando a su presa. Me sube un escalofrío por la columna vertebral.

—¿Y?— Pregunto confusa intentando asentarme sobre una silla, pero por lo torpe que ando Ricky se ofrece por lo que yo me niego.

—No seas terca, mujer. ¡Vas a caerte!— Suelta exasperado.

—La prima ve mi dejaste cayer y ni siquiera... Quiera ti importó— le aparto rápidamente de mí. Se pone en frente mío.

—¿Hasta cuándo vas a seguir castigándome?— ¿Pregunta ahora adolorido?

—Hasta que las galinas tengan dientres.

—O sea, nunca.

¡Voualà!

Cierra los ojos mirando hacia arriba.

—¿Sabes qué?

—¿Qué?— Dice viéndome nuevamente.

—¿Serías tan... —eructo— amable de traerme otro vas de vod...

—¡Ni hablar! Tú te vas a casa. ¡Ya!

Aún me acuerdo de sus frases mandonas. Siempre he tenido claro que su ya es YA. Y aunque a mí él ya no me da órdenes, no tengo ganas de discutir y menos con él.

—Qué aburridos.

—¿Aburridos?

—¡Ajá! Tú y él. El idiota ese.

—Bea, creo que estás muy pasadita de copas. Me despido de Sandra y a ti te llevo a casa por más que te disguste.

Ruedo los ojos. Se acabó la fiesta. Desde lejos difícilmente puedo notar la larga mano de Sandra en el aire haciendo movimientos raros. Tengo los ceños fruncidos y aunque realmente me esfuerce en descifrar esa especie de despedida con la mano, no logro captarlo.

Llegamos a lo que es el patio de mi casa. Ricky aparca el carro sin apagar el motor ya que sabe, o al menos se imagina, que su estancia durará poco.

Abro la puerta del copiloto, o bueno, eso queda en un intento ya que él me lo impide.

—Bea...

—Ricky, no, por favor. Estoy eblia, sí. Pero no pletendas aprovechalte de la situación.

La facción de su cara cambia completamente a una de resignación.

—Sabes que yo nunca haría algo así.

—¿Sabes qué es lo pior?— Frunce los ceños—. Que realmente no sé nada de ti. Creí conocelte, pero me voqué.

—Se dice equivoqué —me corrije el muy sapo.

—Pue eso...

Y una vez dicho esto, abandono su coche para adentrarme y perderme en el interior de mi casa.

Ha sido una nochevieja con muchas sorpresas y muy pocos acertijos. Una noche en la que me di cuenta de que no he logrado pasar página. Y que cada que intento hacer de lado mis sentimientos, hay algo que me recuerda el por qué lo estoy haciendo y me hace cambiar de parecer. Con este año se van muchas cosas, pero llega algo nuevo y realmente emocionante. Y creer que el señor tocapelotas pasaría a ser Montecristo logrando que yo hiciera de lado ese apodo que bien definido le tenía. Comienzo nuevo año invocándolo. Recordándolo. Deseando volverlo a ver. A escucharlo.

—Escuché el rugir de un motor hoy en la mañana— me dice mi padre mientras nos servimos fideua. Una especie de fideos con marisco demasiado apetecible.

—Era Ricky.

Los ojos de mi madre se abren de golpe y puedo visualizar una ligera curva en sus labios al oír salir de entre mis labios ese nombre.

—Eso significa que tú y Rick...

—Nada— la corto antes de que deje volar su imaginación—. Entre Ricky y yo pasó y pasará nada. Es imposible que las aguas de un río vayan cuesta arriba una vez hayan bajado.

—Pero... —esta vez es mi padre quien parece no dar con la palabra exacta.

—Sí papá. Se ofreció a traerme. Y sí, ya iba pasadita de copas.

—Tendré que comprarte un coche —aporta decidido.

—¡Si tengo uno! Solo que no lo traje. Lo uso más para ir al trabajo.

—Pues cuando tengas que venir a vernos, tendrás que traerlo si lo que quieres es no ver a Ricky.

Asiento.

—¿Y el pequeño monstruosillo?

—En la cama. Se pasó toda la noche corriendo de aquí para allá. Tenías que haber visto a tu madre. ¡Cómo se le notaba lo iaia! —Dice mi padre emocionante—. Me sentí tan bien al verlos juntos que creo que este mocozuelo tendrá que pasar más rato con nosotros.

—Papá tiene una madre.

—Ya la sobornaremos— me guiña el ojo. ¡Cómo lo amo!

En la noche me limito a preparar mi maleta ya que las vacaciones para mí han acabado. Han sido gratas, realmente gratas. Y soy muy afortunada de haberlo sabido aprovechar con mi familia. Me despido de ellos con emotivos abrazos. Hugo no quiere dejarme ir y, de hecho, no lo hace hasta que le prometo volver pronto con una bicicleta para él. Lo toma mi padre en brazos y entro en el tren. El pueblo estaba reventado de gente, pero ahora, y a estas alturas, todo el mundo está pensando en emprender el viaje de vuelta a sus quehaceres.

—Bea, Carlos quiere verte.

KILLING ME SOFTLYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora