Un padre, y su ausencia.

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Ha pasado un tiempo ya desde que él se fue. Los días y las horas pasan muy tranquilamente en la casa desde que él no está.

No me quejo, ni yo, ni los empleados. Es más, parece que los empleados se ven más felices y aliviados cuando mi padre no está.

Realmente su presencia impone temor en ellos.

Yo, sin embargo, me aburro mucho. Paso todo el tiempo recostada en mi cuna, a veces, Marie me lleva a pasear por el jardín, pero el jardín, está sin flores, sin colores.

Marie me dijo que se debe al otoño, dijo que en otoño las flores se deprimen y entristecen, y no quieren brindar sus colores a nadie.

Otoño, no sé qué es exactamente, pero si hace que éstas flores dejen de brillar, lo odio.

Mi aburrido día se resume en una rutina diaria de levantarme, mirar alrededor, escuchar lo que me digan, comer, salir al jardín, volver a acostarme, dormir.

Todo se ha vuelto tan aburrido.

- Por favor pequeña Cami, debes comer, llevamos ya más de 15 minutos aquí -decía Marie intentando meter esa cuchara en mi boca.

No quiero comer, no me gusta esa cosa.

- Vamos está delicioso, es un puré de banana -insistía Marie.

En verdad no quiero comer, no tengo hambre. Si tan solo ella pudiera entender.

- Vamos Cami, debes comer un poquito, sólo un poquito -seguía diciéndome ella.

Al final, después de unos minutos más me obligó a comer. Claro que lloré para que no me diese, pero no me entendió.

Luego volví a mi cuna. Pasé unas horas aburridamente mirando el techo. Esto es muy aburrido, me dejan sola en éste cuarto que ya me sé de memoria. Quisiera tener alguien que me hablase o estuviera allí conmigo.

- ¿Por qué lloras pequeña? -dijo Marie llegando al cuarto de inmediato.

Me tomó en brazos y trataba de callarme. Pero yo al contrario continúe llorando. Al parecee cuando lloro muy seguido me prestan atención, debería hacee ésto más seguido.

- ¿Está llorando muy a menudo no? -preguntó Gricelda a Marie.

- Ay, sí. Las primeras semanas se mantuvo tranquila. Ahora ya ha de extrañar la presencia de su padre -decía preocupada Marie mientras me mecía en sus brazos.

- Claro que ha de extrañarlo, después de todo él es su padre, y él la malcría mucho -sonrió Gricelda.

Pff, ¿Enserio creen que extraño a ese hombre?...

Bueno... tal ves sólo un poco, pero sólo porque al menos me divertía y me hacía enojar y jugaba conmigo y eso, nada más.

- Está llorando aún más fuerte -dijo Gricelda mirándome preocupada.

- Es que mencionaste a su padre, quizá ella habrá entendido un poco -decía preocupada Marie mientras trataba de hacer de todo para calmarme.

Al pasar unos minutos más yo seguía llorando. No estaban solamente Marie y Gricelda tratando de calmarme, había muchas personas alrededor mío, traían juguetes, y me hablaban todos al mismo tiempo.

Me desesperan, no sé a quién ver ni a quien escuchar. Quisiera que me dejasen en paz, y para colmo, tienen esos juguetes que hacen bastante ruido, mezclándose con sus balbuceos y murmuros.

Irritan, demasiado.

De repente escucho que suena el celular de Marie. ¿Cómo se que es el de ella?, fácil, tiene una canción de tono.

Quisiera escuchar con quien habla, pero de tantas personas y tanto ruido ni siquiera pude ver dónde se encontraba ella.

Así que continúe llorando, a ver si al menos así entienden que me están molestando y dejan de rodearme.

Enseguida Marie se abrió paso entre esas personas, pidió silencio y todos se callaron.

- N-No se preocupe Señor, la estoy cuidando como siempre. Si, si, sólo está llorando porque lo extraña, no es que la estemos descuidando Señor, mira, háblele usted y tal ves mejore -fue lo que logré escuchar de Marie, luego extendió su celular a un lado de mi.

Al parecer lo puso fuerte, pues todos los que estaban ahí presente podían escuchar los ruidos del celular.

- Que salgan todos, sólo se queda Marie -escuché la voz de mi padre.

¿Dónde estaría ahora?, lo escuché tan cerca como si estuviera en la habitación allí a mi lado.

- ¿Ya salieron todos Marie? -lo volví a escuchar.

- Sí Señor, sólo estamos la señorita Camille y yo aquí -contestó ella.

Yo había dejado de llorar, buscaba a mi padre con la mirada y no lo veía. ¿Esto era el poder del celular?, ¿Podía realmente hablar con él aún si no está aquí?.

- Camille, ¿Por qué lloras? -me dijo- ¿En verdad me extrañas? -y soltó una risa corta. Tal ves no lo veía pero estaba segura de que donde sea que esté estaba con su burlona sonrisa pintada en su cara.

Es fantástico escucharlo, tal ves no lo vea, pero podía imaginarme sus gestos con sólo escucharlo.

- Camille, papá volverá pronto, sé una buena niña, las niñas malas merecen morir -oh, estoy segura de que tu sonrisa cínica debía estar ahí, con su psicópata mirada sedienta de ver sufrir a otros. Había olvidado completamente lo sádico que era- Bueno, papá debe colgar ahora -escuché un estruendo, ¿Qué era ese ruido?- Adiós Camille, te llamaré mañana a la misma hora -y luego de eso escuché un ruido muy molesto.

Marie agarró su celular, me sonrió.

- Así que eso te hacía falta -me dijo sonriente, me dió un beso en la mejilla y se fue.

Así que, el llamaría mañana. ¿Cuándo es mañana?, ¿Qué hora es?, dijo que llamaría a la misma hora mañana, ¿Pero cuándo será ese mañana?, espera, ¿Qué es una hora?.

Ahora estaba ansiosa por volver a escucharlo. Nunca creí que me alegraría de escuchar su voz después de tanto tiempo.

Pasó algún tiempo, las luces de mi habitación estaban ya encendidas, quizá ya oscureció afuera. Marie trajo mi leche, mientras me lo tomaba, traté de agarrarlo, pero mis manos aún no tenían mucha fuerza para sujetarlo.

Al tomar todo, Marie trató de hacerme dormir, bueno, tampoco es que me sobren energías para ponerle pelea, realmente todo ese ruido y toda esa gente de hace rato, me dejaron exhausta.

Al tomar todo, Marie trató de hacerme dormir, bueno, tampoco es que me sobren energías para ponerle pelea, realmente todo ese ruido y toda esa gente de hace rato, me dejaron exhausta

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