MAFIA II: Saquemos la basura

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- ¿Cómo fue que accedí a esta estupidez? -se lamentaba Marcus mientras recargaba las balas de su pistola silencadora.

- Shss nos escucharán, y debemos ser rápidos y sigilosos -dijo Anthony mientras asomaba la cabeza desde su escondite observando las posiciones de los guardias.

- Si el señor Dave me ve aquí m-me matará -dijo Nathan entre susurros preocupado.

- Cállense ya los tres, Nathan, no puedes arrepentirte, recuerda que estamos ayudando a papá desde las sombras -dije y empecé a gatear cuidadosamente sobre el suelo, moviéndome de posición para poder ver a Sasha- Sasha, Karla, ¿Están en posición? -hablé tras el micrófono de mi collar. Me lo compró Nathan secretamente.

- Aquí listo hermosa -dijo Karla con su tono de voz juguetón.

- Hm, listo -dijo Sasha asintiendo. Ella se encontraba colgando de una viga del techo con su sniper de oro en manos.

- Bien. Owen, Vin, Rafa, Químera, ¿Cómo van las preparaciones? -esta vez me comuniqué con ellos.

- Ya hemos dormido a los guardias de la ruta establecida, y ya dejé al Señor Bolitas sobre la mesa de la sala, recuerden usar las máscaras, el somnífero seguirá en el aire -explicó tras el micrófono Owen.

- S-señorita, aquí atrás también está despeja-despejado -tartamudeaba en sus susurros Vinael.

- Asqueroso, repugnante, ¿Por qué me tocó el lugar más sucio?, Ya me encargue de los guardias, y ya ví a los niños y niñas rescatables de la muerte. Están inmundos, acabo de ensuciar mis limpias y maravillosas manos, asco -se quejaba Rafael entre susurros. Bueno, Rafael era Rafael después de todo, ¿Qué se le va a hacer?.

- Calla marica y abre esa celda -se escuchó la voz irritada de Químera. No la culpo, a veces, hasta a mí me estresa Rafael.

- Perfecto chicos, entonces... Maicon, ¿Cómo vas allí? -llamé y no contestó- ¿Maicon?, ¡Maicon! -susurraba.

- Shss me desconcentras, calla -contestó.

Fue un alivio, creí que lo habían capturado.

- En 15 segundos se desactivarán las alarmas y cámaras -habló Maicon, el Señor Hacker de la organización.

- Claude, Claude, ¿Ya sabes la posición del Señor? -me apresuré en hablarle.

- Sí señora, está con sus mujercitas drogadas ahora, en la sala 17 -contestó Claude.

Nuestro objetivo, Travis Lafonte. Un hombre de 47 años. Pertenece a la familia de Cosa Nostra, hasta hace poco. Fingió su muerte para librarse del castigo de ser asesinado, pues empezó a usar drogas en niñas y preadolescentes, drogas eróticas y estimulantes. Mi padre no acepta este tipo de comportamientos en contra de los niños en nuestra gran familia.

Podemos ser mafiosos, que trabajan con la monopolización del mercado, que tratan de adueñarse  de las calles, contrabandistas de armas y  objetos valiosos al exterior, pero no somos unos miserables, repugnantes y puercos mafiosos que se ganan la vida con la trata de blancas y secuestrando niños para experimentos odiosos.

Es inaceptable, ese tipo de mafia asquerosa en nuestra gran familia. Mientras mi padre, se encuentra pendiente de los territorios y en constante lucha con los de la Tríada y los ahora Yakuzas, yo, como su única hija, me encargo de sacar la basura de nuestros lares.

- Ya está -anunció Maicon.

Marcus, Anthony, Nathan y yo, nos pusimos velozmente las máscaras. Y empezamos a movernos tras la ruta que anteriormente ya habíamos trazado.

Karla y Sasha, se encargaron de eliminar a los cinco matones frente a nosotros, abriéndonos paso fácilmente en entre ellos, para poder seguir con la ruta.

Claro, que tenían órdenes de no matar, sino de inmovilizar.

En cualquier rincón del lugar,  se encontraban guardias y matones dormidos. Perfecto, la droga de Owen funcionaba perfectamente.

Bien podriamos matarlos a todos, pero no. No me gusta matar deliberadamente a la primera mosca que se cruce en mi frente. Así que iremos tras nuestros dos únicos objetivos: El asesinato de Travis y el rescate de los niños.

Y así fue, entramos a la habitación donde se encontraba el dichoso señor.

Una niña estaba sentada en su regazo, el la acariciaba. Maldito pedófilo de mierda.

- Travis Lafonte -dije apuntándole con mi arma.

Sus dos matones trataron de dispararme pero antes de que lo hicieran, Marcus y Anthony les reventaron las manos al dispararles.

- Esta es una advertencia para los tuyos, si no quieren ver asesinados a todos sus parientes, serán inteligentes de no cometer tus pecados los de la quinta división de la rama de Cosa Nostra. ¿Pensaste que podías escapar de tu juramento? -dije firmemente.

- ¡Mocosa estúpida!, ¿Crees que puedes amenazarme? -dijo el descarado- ¿Es todo lo que pueden mandar los de alto mando?, ¿Unos niños?, Ja, Dave ha decaído mucho, es todo un inútil gilipoll... -le disparé el hombro de la rabia.

- Última vez que te lo diré, ¿Cuál es nuestro juramento? -dije disparándole esta vez un pie.

El hombre empezó a gritar de dolor y a llorar.

- ¿Cuál es nuestro juramento? -dije apuntándole su muslo.

- Des-desde Hoy, desde este momento en adelante, no los juzgarán los hombres, se juzgarán ustedes solos-solos -tartamudeaba de dolor- Hay dos alternativas. Si en la vida cometen una negligencia grave, no deben ser sus hermanos quienes los juzguen. Deben ser ustedes los que admitan la negligencia y elijan el camino. Aquí hay una pastilla de cianuro. O se envenenan o toman esta pistola que dispara. De todas las balas del cargador, deben reservar siempre una. La última es para ustedes -recité rápidamente.

- ¿Admites tu negligencia? -le pregunté.

- ¡M-muérete puta zorra! -dijo mostrándome su dedo medio.

- Elije, o te envenenas o te matas -dije fríamente- ¿O ya olvidaste la última opción?, ¿Quieres la última opción? -dije sacándome la máscara y mostrándole una sombría y psicópata sonrisa.

- Tú... Estúpida y maldita hija del demonio -dijo al verme- ¡No te daré ese gusto!, ¡Nos veremos en el infierno perra! -dijo sacando una pistola de sus bolsillos. Puso la pistola en su boca, y se disparó a sí mismo. Murió en el instante mismo en que esa bala le atravesó.

- Púdrete en el infierno infeliz -dije poniéndome de nuevo la máscara.

Nos encargamos de llevarnos a los niños, fuera de ese sucio hogar, nos esperaban los autos de otros de nuestros aliados.

- Es usted buena en esto señorita -me dijo Yohan, abriéndome la puerta de la limosina.

- Yohan, asegúrate de que los niños lleguen al orfanato, no me falles -le dije secamente.

- Por supuesto mi señora -contestó el muchacho de 18 años.

Pude salvar a esos niños, como mi padre lo haría, y me deshice de una rata asquerosa más. Me gusta... Poder ayudar a mi padre, aunque él no lo sepa... Aún.

 Aún

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Figlia Della MafiaWhere stories live. Discover now