Capítulo 50

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Las estrellas del universo se habían alineado de forma perfecta la noche en que la Diosa Luna llevó a la Tierra a su más bella creación; las manos tan delicadas y perfectas de ésta acariciaron el pasto con una sonrisa en su rostro

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Las estrellas del universo se habían alineado de forma perfecta la noche en que la Diosa Luna llevó a la Tierra a su más bella creación; las manos tan delicadas y perfectas de ésta acariciaron el pasto con una sonrisa en su rostro. Fue ahí que nació el primer humano junto a su hermano gemelo. Habían sido creados por la misma madre, pero había tan sólo un pequeño detalle que los hacía completamente diferentes; uno había nacido con la habilidad de comunicarse con la Diosa Luna cada luna llena teniendo una conexión inigualable con ella, era un licántropo, un ser casi divino cómo su hermano, quien era un humano que había sido bendecido con los poderes de su madre, pudiendo así ser capaces de incluso crear vida a su voluntad.
Años y años de evolución llevaron a lo que hoy en día eran los humanos (o comúnmente llamados betas), los humanos con habilidades de hechicería, y los licántropos. El mundo perfecto que la Diosa Luna soñó con tener en sus manos, a diferencia de los planes que tenía sobre él en un inicio, se había salido de control y el caos y la ruina se había apoderado de éste cuando los dos últimos entraron en guerra en busca de poder.
Todo ser pensante en la Tierra era avaro, y no era algo que pudiese evitarse, pero cuando el Rey de los brujos le declaró la guerra al Rey de los licántropos se desataron años y años de miseria sin fin, sólo hasta que un día los brujos alzaron sus banderas blancas y decidieron desertar hacia los bosques, donde una vez que entraron, cada rincón fue encantado para que la paz de ambos bandos nunca fuese interrumpida.

El bosque por la noche podía ser incluso más oscuro que un pozo en el medio de la nada, no había cantos de alguna ave por ninguna parte, y el cielo apenas y podía verse a través de las hojas de los frondosos árboles que abundaban en el lugar. Hacía frío casi todos los días, y en días como esos cuando el invierno estaba cada vez más cerca, podía ser un infierno estar sin un abrigo apropiado.

—Hoy es el día, queridos míos. Hoy después de años y años de espera, por fin podremos tomar el lugar que nos pertenece. —Sonrió elevando su calis de oro lleno de vino al aire, las joyas de este brillaban por sí solas.

A partir de ese momento el destino ya había sido marcado, ese día había sido uno decisivo, y mientras sus ayudantes celebraban con comida a la luz de la luna en la larga mesa en el exterior, la mujer encapuchada sonreía con satisfacción sabiendo lo que estaba a punto de hacer.

Tomó alrededor de unos un par de horas llegar a caballo desde la cabaña en el medio del bosque hacia la gran construcción dónde iba a llevarse a cabo su plan.
Al haber dejado el bosque su cuerpo sintió un escalofrío escalar por toda su médula espinal hasta llegar a su pecho, cosa que fue desvaneciéndose cuando frente a ella absolutamente todos los guardias fueron cayendo uno por uno, no dándoles siquiera la oportunidad de correr hacia dentro del palacio.
No le tomó mucho tiempo entrar al lugar y caminar tranquilamente por cada pasillo buscando su objetivo. Sonrió en grande al detenerse detrás de una puerta y darse cuenta del silencioso canto que estaba detrás de ésta, era tranquilo pero sabía que la dueña de aquella voz era exactamente igual que sí misma, entonces no cayó en el cuento de que la mujer detrás de esa puerta era una buena persona.

—ChaeRin... —Dijo en apenas un murmullo.

—¿Quién está ahí?

Cada paso que se aproximaba hacia ella el cuerpo de la mujer temblaba en su lugar, era obvio que había reconocido esa voz... La había escuchado perfectamente, y le causaba escalofríos saber que estaba cada vez más cerca.
Su corazón se detuvo al momento en que la puerta finalmente fue abierta y, detrás de ella, se asomó el rostro de Lycoris formando una sonrisa en sus labios.
Retrocedió con un evidente miedo chocando con el escritorio donde antes había estado leyendo un libro, las cosas sobre éste se cayeron debido a sus manos temblorosas.

—¿Dónde está mi sobrino?

—Aún es muy pronto, Lycoris. El niño ni siquiera...

—¿Muy pronto? Ni siquiera tuvo la decencia de tener un hijo con sangre pura. Mira que embarazarse de un Omega, un sirviente... —Soltó una risa— Aunque no debería sorprenderte, esta familia ya tuvo suficiente con esa indecencia, incluso tú...

—No la metas a ella en esto, te lo prohíbo. —Advirtió.

—¿No te da vergüenza? Hacer lo mismo que nuestro padre... Por él nací así, por él es que no tomé el lugar que yo merezco, ¡Yo soy su primogénita! —Dio un paso provocando un estruendo en el piso.

—¡No eres ni Omega, ni Alfa, ni beta! —Por cada uno sus pasos por pequeños que fuesen, habían hecho a la contraria retroceder— ¡Eres una bruja!

—¡Aún así tengo sangre real, y tú no debiste tomar mi lugar en el trono! ¡Me pertenece!

—Nuestro padre eligió aquel día, él me eligió a mí cuando mataste a mi madre. —Lágrimas comenzaron a caer de sus ojos— Después de eso te fuiste al bosque y decidiste no volver. Y aún si tenemos el trato no tienes el derecho de pisar este lugar, traicionaste a tu propia familia, a Spiraea.

—Ustedes me traicionaron a mí cuando me arrebataron mi juventud. Y aún así después de años me necesitaste y fuiste a buscarme en el bosque...

Por debajo de su largo abrigo negro se asomaron sus manos que evidentemente por cada día que pasaba estaban más y más arrugadas, y por cada palabra que pronunciaba había obligado a la Reina a ponerse de rodillas y después colocarla en su suelo sin darle la oportunidad de luchar.

—Es muy pronto, Lycoris. —Repitió apenas en un hilo de voz, su estómago dolía.

—Claro que no. Hoy vine por dos cosas... La primera, hoy debes pagarme por el trato que hicimos aquel día.

—Él ni siquiera está aquí, y no te lo llevarás...

—En eso te equivocas. —Alzó uno de sus dedos en el aire invitándole a escuchar el sonido de unos pasos aproximándose con rapidez.

—¡Jimin, vete de aquí, huye! —Gritó con todas sus fuerzas y trató de levantarse pero fue inútil, la fuerza de su hermana mayor era abismal, y ella al ser una Omega no podía hacer nada.

—¿Por qué tienes tanto miedo? Nunca fuiste una buena madre, ni esposa, ni hermana...

—Todo lo que hice... Fue para protegerlos... De ti... —Las manos completamente heladas de la Reina comenzaron a endurecerse, incluso el aire dentro de sus pulmones comenzaba a reducirse.

La mayor sonrió con burla y para finalizar apretó su puño hasta que sus nudillos se volvieron blancos, y segundos después el cuerpo de su hermana menor se había solidificado en algo parecido a la porcelana.
Al momento en que la puerta del estudio se abrió, aquel cuerpo inerte y helado se rompió en pequeños pedacitos que salieron volando en una explosión.

Crown; 국민Where stories live. Discover now