Crown; 국민

EXTRA

JUNGKOOK

Silencio, sólo silencio rodeado de tan sólo cinco personas que habían asistido. Jungkook vestía de negro, y estaba parado justo frente a la lápida del amante de su esposo... Si podía llamarse así.
No le había conocido lo suficiente para considerarlo como un amigo, pero aún así la impotencia de no haber podido impedir su muerte le enfurecía... Y lágrimas amargas se deslizaban por sus mejillas al imaginarse el nivel de dolor por el que el Omega pasó en esa celda.

Se imaginaba a Jimin aún estando en medio de toda esa oscuridad aferrándose a su prometido, tratando de remediar lo que se encontraba entre sus manos, como si quedarse ahí pudiese regresar a SeokJin a la vida.
Y Jungkook lo había visto todo desde fuera, había visto la horrible realidad de esa escena.
Hizo lo que pudo, acogió a Jimin protegiéndolo del mundo, incluso de sí mismo, y aún así sentía que sus esfuerzos no estaban siendo suficientes, porque el Omega aún no le hablaba como antes, su mirada aún estaba perdida en el vacío.

El ataúd fue descendiendo de a poco, y cuando tocó el suelo Jungkook tomó una rosa blanca y la tiró hasta que ésta cayó encima de la madera. Después de la suya, cayeron muchas más, y minutos después la tierra lo cubrió todo.
Inmediatamente comenzó con sus oraciones, y pidió a la Diosa Luna que el alma del Omega pudiese encontrar su camino hacia el más allá, que por encima de todo esperaba que el joven encontrase la paz, porque era lo mínimo que merecía.

Hubiese deseado que Jimin estuviese ahí, aunque comprendía que no estaba listo y sólo empeoraría las cosas. Entonces él mismo se encargó de que todo el funeral se llevase de forma correcta, y que fuese un lugar al que él pudiese ir cuando quisiera... No como los planes de su madre dictaban.

. . .

Llegando al palacio, caminó lo más rápido posible y evitó del todo el pasillo donde estaba la habitación de Jimin, lo que estaba por hacer no podía observarlo por ningún motivo.

Cuando llegó a dónde deseaba, abrió la puerta sin más y, como esperó, ahí estaba la Reina teniendo entre sus dedos un cigarillo, de espaldas... Como si hubiese estado esperándole.

—Usted ahora es el esposo de mi hijo, ¿Sabe mi descontento al enterarme de que realizó un funeral público para ese sirviente?

—¿Un sirviente? ¡Se llamaba Kim SeokJin!

—El amante de Jimin.

—¡Kim SeokJin, Omega hombre de 25 años, 1,79 de estatura. Nacido en Schiedeana, Pavonia. Guardaespaldas del Príncipe Park Jimin! ¡Un ser humano! —Estampó sus manos en el escritorio en sus últimas palabras.

—¡Jeon Jungkook, baje su tono de voz!

—Usted sabe que puedo iniciar una jodida guerra por esto, ¿No? Por eso no asistió al funeral, por eso no tuvo la cara de presentarse ante el joven que murió, ¡Por su negligencia!

—Jeon Jungkook, usted sabe que a su país no le conviene ni un poco iniciar una guerra, mucho menos por pequeñeces. Y justo después de su boda con el Príncipe Park. —Se paró firme.

—Realmente Jimin tiene suerte de tener a alguien que realmente se preocupe por él. Porque lo más seguro es que usted no esté ni enterada del estado de su hijo, ¿O me equivoco?

—¿Qué pasa con Jimin?

—¿Que qué pasa con Jimin? —Rió sarcástico— Jimin no quiere comer, ayer apenas logré que comiera un poco de yogurth que le di en la boca. Yo limpié la sangre en su cuerpo ya que no podía bañarse por sí mismo, ¿Y me pregunta cómo está? ¿Usted acaso quiere a su hijo, lo respeta lo suficiente para brindarle atención psicológica, cuidarle?

—No tiene ningún derecho de decirme el cómo decido criar a mi hijo.

—En lugar de eso, quiere que él inicie sus actividades como Rey, ¿Cómo se atreve? —Un nudo se instaló en su garganta, doliendo horrores cuando intentó sacar las palabras de su boca.

—Largo...

—Jimin merece a alguien que-

—¡Dije que largo!

La Reina había sido clara, incluso llegando a alertar a algunos guardias que estaban en la puerta. Jungkook la miró desafiante por algunos segundos, después de ello dejó el lugar limpiando las lágrimas que habían logrado salir de sus ojos.