Cap.33 "Púdrete, Nathan Clarke".

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Una hora más tarde, estábamos en el bosque. Froté mis manos entre sí, esperando que eso me dieran un poco de confianza o me quitaran un poco los nervios, a pesar de que no logró ninguna de las dos. Estábamos cansados de esa situación, de ir y venir en el tiempo, de cambiar hechos del pasado y cambiar el presente. Pero tendríamos que seguir intentando. No solo hasta volver a nuestro presente, al que ya conocíamos. Sino también hasta recuperar a Elías.

—¿Entonces volveremos una vez más? —preguntó Tessa, mirándonos a todos mientras, probablemente, nos hacíamos la misma pregunta en nuestra cabeza.

—Supongo que no tenemos otra opción. Hay que dejar que el asesinato de Elías ocurra, y solo entonces, todo será como en realidad debió ser. Luego vemos que hacer con él —respondió Noel y una brisa fría arrasó entre los árboles.

—Si todo sale bien, quizá y sea la última vez que viajemos. Creo que podemos encontrar otra solución para salvar a Elías, sin evitar su muerte ni todos los hechos siguientes —agregó Cato mientras Nathan miraba un punto fijo en el suelo, como si estuviese analizando todas sus palabras.

—Entonces hagamos esto, porque este presente es un asco —habló mi hermana y todos procedimos a tomarnos de las manos rápidamente.

Cato me extendió el cristal y lo tomé entre mis dedos. Visualicé el día del ritual, otra vez. Ese día que me sentía del asco y creía que iba a morir, pero no sabía que en realidad quién iba a morir iba a ser otro de los Clarke.

Un revoltijo apareció en mi estómago cuando noté que el remolino se hacía presente bajo nuestros pies. Fuimos abducidos por él, mientras apretaba las manos de Nathan y Augusto a mi lado. Cerré los ojos, como hacía casi siempre por pura inercia. Y los abrí cuando creí que había llegado a mi destino, pues mis pies fallaron y caí sobre mis rodillas, como si la fuerza de mis piernas hubiesen fallado.

El aire me faltaba y comencé a toser sin piedad. Oí forcejeos y quejidos cuando pude ver el césped bajo mis manos y rodillas. Carraspeé mi garganta, esperando recuperar el aire y la saliva, pero resultó muy difícil. Cuando pude sentarme un poco, noté que todos estaban en el suelo al igual que yo.

Irina y Noel en la misma posición, tosiendo sin parar. Cato se había arrodillado, tomándose del cuello como si no pudiese respirar. Nathan al igual que Augusto estaba recostado boca arriba, con los ojos cerrados e intentando regular el aire que entraba a sus pulmones. Tessa tragaba con dificultad a la vez que se lamía los labios, como si se hubiese quedado sin saliva mientras que Ulises se había ahogado con ella.

—¿Todos están bien? —preguntó Cato mientras se levantaba y todos de a poco, nos fuimos incorporando a él.

—Estoy bien —hablaron dos al mismo tiempo, pero yo solo pude asentir con la cabeza.

Nathan se acercó y tomó mi mano, mirándome. Pude ver en su expresión que no tenía la fuerza para preguntarme si estaba bien, así que al entender, solo asentí con la cabeza.

—¿Qué mierda fue eso? —preguntó Irina, carraspeando su garganta algo ronca.

—No tengo idea, fue horrible —agregó Noel tronando su cuello de un lado al otro.

—Da igual, tenemos una hora. Así que vamos y asegurémonos de que Elías si muera —habló Ulises, trotando en su lugar y todos lo miramos totalmente espantados de lo cruel que eso había sonado. Su rostro se sorprendió y se dejó de mover. —¿Qué? ¿No vinimos a eso?

Revoleé los ojos y comencé a trotar hacia el lugar dónde debía estar por comenzar el ritual. Nos escondimos detrás de los árboles y los arbustos, como la primera vez que vimos toda la escena desde otra perspectiva. Solo que esta vez no íbamos a asesinar a Reynaldo, ni a su séquito. No íbamos a asesinar a nadie, por el contrario, íbamos a dejar que asesinaran a Elías.

Controversia (Trilogía completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora