Cap.44 "La magia no es tan azar".

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Tac.

Todos giramos la cabeza hacia Nathan cuando su mano chocó contra algo que sonó duro. Nos acercamos hacia él y ayudamos a cavar allí. Las lagrimas caían sobre mis propias manos, volviendo la tierra, barro en mis dedos.

—Aquí, aquí hay algo —dijo rápidamente para sacar la tierra mientras algunos no podíamos dejar de llorar por la conmoción.

Quitamos la tierra del cajón cuando notamos que habíamos llegado. Metimos las manos dentro del pequeño espacio que había entre la madera y el resto de la tierra para hacer fuerza hacia arriba para sacarlo.

—Tómalo de allí —le habló Cato a Noel y Nathan tiró hacia arriba para sacarlo.

De pronto, el cajón tastabilló como si alguien hubiese dejado de hacer fuerza. Irina que no estaba sosteniendo el cajón se llevó las manos a la boca, llenándose la cara de tierra. Nathan y Noel se giraron hacia su hermano mayor, notando que el cajón se cayó de sus manos porque ya habían desaparecido.

—Cato... —susurró Nathan.

—Lo sé —dijo él, manteniendo sus brazos en alto, como si no fuese nada importante. Cómo si se estuviese por desvanecer y quizá desaparecer para siempre frente a sus hermanos. —Solo... hagan lo que Elías les pidió —sollozó.

—¿Qué caso tiene? —gritó mi hermana y todos la miramos asustados—. Ni siquiera sabemos si al volver, estará allí. O si nosotros estaremos allí.

—No perderé a otro hermano sin despedirme —le dijo Noel acercándose a él y abrazándolo igual que Nathan.

Irina y yo nos miramos y nos acercamos a su abrazo. Ellos nos incluyeron allí mientras las lagrimas caían por los ojos de todos. Cerré los ojos con fuerza, queriendo poder quedarme allí por siempre. Queriendo volver a tener el poder de Elías y detener el tiempo, al menos por un minuto para poder decirles lo importante que eran. Que los perdonaba y les agradecía por absolutamente todo. Pero la magia no era tan generosa.

—Otra vez —me dijo Cato, ajustando las vendas que había colocado en sus muñecas.

Volví a adoptar mi pose de ataque y me paré frente a él, con los puños frente a mi. Él se colocó en la misma pose que yo y me observó directo a los ojos.

—¿Lista? ¡Ahora! —dijo en voz firme.

Corrí hacia él y clavé mi pie en el costado de su pierna, pero él fue igual de rápido y al mismo tiempo, logró darme con su mano en la rodilla.

—Mierda —gemí y di un giro para clavarle mi zapatilla en el pecho pero él la tomó con ambas manos. Abrí los ojos al ver que me tenía en sus manos. Giró sus manos y me hizo rodar hasta caer en el suelo.

Sentí mis pechos aplastarse contra el césped y solté un gruñido, notando que por tercera vez me estaba derribando. Cerré los ojos y apreté los puños, enojada conmigo misma.

—No estás débil ni cansada. Tienes la energía. Solo estás desconcentrada. No sé en que estás pensando pero debes sacar...

—Sabes exactamente en qué estoy pensando —le espeté algo molesta mientras hacia fuerza para levantarme del césped, notando que mi ropa estaba llena de tierra—. ¿Será tal vez en que tu sarcástico hermano apareció ayer inesperadamente a interrumpir mi entrenamiento?

—Yo te estaba advirtiendo que te fueras —agregó y lo miré con los ojos abiertos.

—Podrías haberme dicho que él vendría, directamente. Y me habría ido como Flash —le espeté—. Porque te juro que no quería y no quiero verlo.

Controversia (Trilogía completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora