Cap.13 "Y ojalá fuese para siempre".

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Los sábados se habían vuelto mis días favoritos. No teníamos que ir a la escuela tan temprano, solo entrenar a las diez de la mañana. Luego de la ducha y el almuerzo, las tardes eran nuestras para hacer lo que quisiéramos.

Irina, Augusto y yo habíamos ido al Café de Stan por un café y unas donas. Mi hermana y yo intentamos convencer a Augusto de que bebiera café, pero él siguió diciendo que el batido de chocolate y crema batida era lo único que siempre pediría al ir allí.

Cato y Noel no estuvieron durante la tarde y no supe muy bien a dónde fueron, pero tenía entendido que iban a jugar un partido de fútbol con los vecinos de Bernarda. Renata pasó toda la tarde con su abuela en el centro comercial, según ella, hacía mucho que no le compraba algo de ropa. Ulises fue el único que se adueñó de la casa y seguro se había visto tres películas en lo que alguien volvió a la casa.

Por la noche, la cena fue como todos los días, solo que un poco más tarde de lo habitual. Fue mi turno de ayudar a Bernarda a cocinar, junto con Ulises. A Cato e Irina les tocó lavar y guardar los trastes mientras que Augusto tuvo que poner a lavar la ropa sucia.

Subí las escaleras para cepillarme los dientes, pero allí estaban Noel y Renata intentando lavarse los dientes al mismo tiempo. Me reí de la escena y negué con la cabeza, cuando Noel escupió su pasta dental en la mano de Renata.

—¡Ew, ew! ¡Noel! —le reprochó ella, limpiándose la mano al instante con el agua que corría.

—¡Tú pusiste la mano! —se defendió él riéndose. Decidí que primero me cambiaría de ropa y luego bajaría al baño.

Después de diez minutos, ya estaba acostado. No tenía sueño y me pregunté si había alguien más que no pensaba irse a dormir aún. Bernarda nos dejaba quedarnos despiertos hasta cualquier hora los sábados, solo en tanto no pusiéramos la televisión, la música o los videojuegos muy fuertes.

Me destapé y salí de mi cuarto para asomar la cabeza. El cuarto de Noel estaba abierto y vacío. El de Cato también estaba abierto pero no logré ver si había alguien. Bajé las escaleras intentando no hacer mucho ruido y noté que en el segundo piso, Renata salía de su cuarto.

—¿Qué haces aquí afuera? —me preguntó con una ceja levantada.

—No tengo sueño —le confesé y ella se desinfló como si le pasara lo mismo.

—Tampoco yo —dijo y me acerqué a las escaleras para bajar—. Nathan —me detuvo tomando mi brazo—, gracias por no decirle a nadie lo que viste.

La miré sin entender a qué se refería. Pero cuando carraspeó un poco su garganta y bajó la cabeza, jugando con sus dedos supe a lo que se refería.

—El mes pasado. Augusto y yo.

Solté un suspiro en mi lugar y la observé con algo de molestia, porque había olvidado por completo su beso pero me lo había traído de vuelta a la mente.

—Reni, Augusto dijo no sentir nada por ti. Dijo que era una estupidez que estuviese enamorado de ti —comencé y la vi entrar en pánico, porque sabía lo que iba a decir a continuación—. Pero tú no dijiste no sentir nada por él.

Su respiración se agitó un poco y sus ojos se llenaron de lágrimas al instante. Las secó rápidamente y negué con la cabeza, sin poder creer que Renata se hubiese enamorado de Augusto.

—Ven aquí —susurré y la atraje hacia mi para darle un abrazo.

Nunca había sido muy cercano a Renata, porque era más pequeña que yo y jamás compartimos mucho. No como lo hice con el resto. Pero ella siempre estuvo allí. Fue una de las primeras que estuvo en casa de Bernarda cuando yo llegué y prácticamente, la vi crecer. Desde que era una bebé, hasta su último cumpleaños de diez hacía pocas semanas atrás.

Controversia (Trilogía completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora