Cap.4 "¿No te da intriga saber qué se siente?".

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El verano había llegado a Hills Town con todas sus fuerzas. O lo que más podía en Minnesota. Bernarda nos había preparado sándwiches y unos refrescos porque no tenía ni las más mínimas intenciones de encender el horno. Los seis mirábamos televisión en la sala.

Renata estaba armando un rompecabezas con Augusto, tirados sobre la madera del suelo. Cato utilizaba su celular, alternando su vista entre él y el televisor cada algunos segundos. Irina estaba totalmente aburrida, desplomada sobre el hombro de Noel. Él estaba intentando quitársela de encima porque tenía mucho calor. Y por último yo, atrincherado en la punta, con un pie arriba y el otro en el suelo. La película era realmente aburrida y no tenía idea de por qué todavía nadie había cambiado de canal.

Irina a mi lado gimió y se movió en su lugar. La observé y noté que tenía una expresión de dolor en el rostro.

—¿Estás bien? —casi le susurré, porque quizá no quería que nadie oyera la respuesta.

—Me duele el estómago —confesó, tomándose de allí con ambas manos.

Bernarda bajó las escaleras y nos giramos hacia ella, porque sabíamos que iba a decirnos algo cuando entró en la sala.

—Renata, vamos. Ya tenemos que ir al dentista —dijo su abuela.

Ella hizo una mueca de disgusto y cuando Berni le dio una mirada de advertencia, supo que no tenía escapatoria. Se giró hacia Augusto frente a ella que le dio una sonrisa reconfortante, sabiendo que nada malo le sucedería.

—Está bien —bufó sin opción y se levantó para salir de la casa—. Solo porque prometiste llevarme por un chocolate y una dona del Café de Stan luego.

—Solo si el dentista dice que no tienes caries —agregó su abuela—. Cato, estás a cargo hasta que vuelva. Por favor, no abran la puerta a nadie y no se les ocurra salir. Si algo llega a suceder, me llaman.

—Entendido —dijo él con un gesto militar en su frente. Asentí con la cabeza, haciéndole saber que probablemente estaríamos en la misma posición cuando volviera dentro de unas dos horas.

—Muy bien. Volveré con donas para todos si encuentro todo en orden —avisó y salió por la puerta.

Estuvimos unos diez minutos más allí, hasta que Noel se hartó. No supe si de la película, del calor, o de Irina cayéndose a su lado.

—Ya me cansé, vamos a hacer otra cosa. Está película es un aburrimiento —espetó girándose al televisor.

—Pero tú la elegiste —agregó Irina, levantando una ceja.

Hacía un par de semanas que Noel le había enseñado a hacer eso y no paraba de utilizar ese gesto para cada oración en la que pudiese implementarlo. Revoleé los ojos, porque yo también estaba aburrido.

—Ya sé pero no creí que fuese tan mala —bufó y tiró el control remoto en el espacio entre Cato e Irina donde él estaba sentado antes—. Vamos a jugar a algo. ¿Qué tal unas escondidas? —preguntó mirándonos a todos.

Augusto se levantó del suelo y bostezó, más aburrido que nosotros y se dejó caer en el lugar de Noel.

—Bernarda dijo que no jugáramos escondidas dentro de la casa. Podríamos caernos por las escaleras —intervino Irina cruzándose de brazos.

—Corrección, podrías caerte de las escaleras. Otra vez —dije señalando el raspón aún rojo de su rodilla.

Él revoleó los ojos, recordando que se cayó de las escaleras por querer esconderse de Cato que corría detrás de él.

—Al menos vamos a buscar algún juego de mesa al ático —insistió y tiré mi cabeza hacia atrás, porque Noel no estaba ayudando.

—Ya te hemos dicho mil veces que Bernarda no nos deja subir al ático solos. Hay cosas sobre magia que tiene miedo que podamos ver aún —le explicó Irina, exasperando con sus manos efusivamente.

Controversia (Trilogía completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora