Cap.48 "Hay una sorpresa".

427 79 8
                                    

Tres días más tarde, Bernarda estaba feliz de tener a todos los Clarke en la casa por fin. No paraba de cocinar comida para todos, a pesar de que nosotros pudiésemos hacerlo también, ella no nos dejaba acercarnos allí. Estaba totalmente acostumbrada a ser como nuestra madre, y entendí por completo que quería ser quién nos cocinara. Tal y como cuando teníamos dieciséis años.

Renzo aprovechó el fin de semana para viajar con Iris también. Bernarda lo invitó para que pudiese ver a Elías otra vez. Claro que Iris jamás se enteró de que Elías estaba muerto, ella solo nos había oído alguna que otra vez hablar de él, pero nunca dijimos dónde estaba. Así que ella apenas se estaba enterando de quién era Elías.

Eran las seis de la tarde y la sala de Bernarda estaba lista para la fiesta que se aproximaba. Los Clarke se estaban preparando en sus cuartos mientras que yo espiaba que Bernarda no me viera en la cocina y me dejara servirme un vaso de refresco por mi propia cuenta. Irina se había ido a su casa porque allí estaban hospedando a Renzo e Iris, no podía dejarlos solo con Bastian que apenas se conocían.

—¿Un vaso? —preguntó Jade, bajando las escaleras.

—No —respondió Bernarda llegando al hall, seguida de la niña que parecía dar saltitos en cada escalón.

—¿Un poquito? —suplicó ella.

—No —repitió la mujer, girándose a ella que quedó en el último escalón, intentando ser más alta de lo que era.

—¿Un poco de algo suave? —insistió la pequeña y me reí mientras bebía de mi vaso, logrando que ambas me miraran al notar que estaba allí.

—Jade, mientras estés aquí, estás bajo mi cuidado. No te dejaré tomar alcohol —le explicó Bernarda, cruzándose de brazos, sin ceder antes el pedido de la niña.

—Papá siempre me da un poco de sidra en las fiestas, ¿puedo al menos una copa? —preguntó ella, suplicando con sus manos entrelazadas.

Bernarda y yo nos dimos una mirada de complicidad. La suya decía: ni se te ocurra dejar que beba algo más que no sea eso. La mía decía: ¿sidra? ¿copa? Pero si vamos a beber vodka en vasos de plástico. Niña de Beverly Hills, algo que yo jamás entendería.

—Bien —respondió la mujer ya cansada—. Te dejaré tomar solo una copa de sidra.

Jade saltó en su lugar repetidas veces y tuve que reírme, porque entendí a la perfección el plan que Berni tenía en su cabeza.

—¿Y que sidra compraron? —me preguntó ella y le di una mueca entre triste y divertida.

—No hay sidra, Jade. Hay vodka, tequila y ron —le hice saber y ella frunció el ceño en una mueca de asco.

—Pero tú dijiste que... —comenzó ella, señalando a Bernarda. La mujer sonrió y se agachó a su altura.

—Exacto —dijo para despeinar su fleco e irse de allí.

Jade dio un pisotón en el suelo y me reí de ella. Se cruzó de brazos y una idea apareció en su mente, porque se acercó a mi con una sonrisa.

—Ni siquiera lo intentes. No voy a comprarte sidra —le dije deteniéndola y gruñó un poco—. A mi ya no me compras con esos ojitos, pequeña diabla.

Otra idea apareció en su mente y volvió a sonreír con todos sus dientes. La miré expectante de que me dijera su idea y no hizo falta, lo supe cuando dio dos pasos hacia la escalera.

—Pero si a Nathan o Cato —dijo divertida y salió corriendo hacia el segundo piso.

Cuando se hicieron las ocho y media, gente comenzó a llegar. Gente que recordaba había compartido el último año conmigo y me sorprendió ver allí. Un grupo de amigos que Elías había tenido cuando acompañó a Augusto a buscar a Renata a la escuela. Claro que nadie de todos los que estaban allí, se enteraron que murió. Jamás dijimos a nadie que lo habían matado. Simplemente dijimos que había vuelto a su casa y que no pensábamos que fuese a volver pronto a Hills Town.

Controversia (Trilogía completa)Where stories live. Discover now