Cap.39 "A los mentirosos les cortan la lengua".

468 85 9
                                    

Cuatro horas más tarde, me encontraba tirada sobre el sofá leyendo el libro de magia. Nathan cocinaba hamburguesas, lo que provocaba olor a carne que hiciera que mi estomago rugiera del hambre. Mis ojos estaban terriblemente cansados de leer, porque desde que salimos del anticuario y volvimos a Hills Town, pasamos a comprar comida y volvimos al loft, estaba allí tirada leyendo.

—¡Dios, no entiendo nada! —me quejé por decimoquinta vez desde que estaba allí.

—Ali, ya déjalo por hoy. Mañana lo llevamos a la casa de Bernarda e intentaremos entender entre todos. ¿Aderezo? —preguntó desde la cocina mientras oía ruidos de vasos sobre la mesa.

—Kétchup —respondí con mi pulgar en la boca, mordiéndome la uña y lo oí reírse.

—Era un chiste, ya sé que adrezo quieres. Ya se lo puse —agregó y dejé el libro a un lado para sentarme en mi lugar, porque estaba acostada toda despatarrada.

—Es que no tiene sentido. ¿Cómo es posible que cada persona pueda darle un uso distinto al reloj? —pregunté mareada.

Nathan abrió la boca para hablar pero lo interrumpí con otra pregunta más.

—¿Cómo es que puedes ponerle magia a un objeto? ¿Cómo Elías hizo eso? —continué preguntando mientras él me miraba mal por haberlo interrumpido.

Me quedé en silencio esperando que contestara pero me observó, preguntándose si volvería a interrumpirlo. Levanté las cejas, demostrándole que quería una respuesta.

—¿Ya vas a dejarme hablar? —preguntó mirándome de soslayo.

—Si —respondí asintiendo con la cabeza, pero recordé que me había dicho a mi misma contarle lo que leí en el libro.

—Bueno, yo creo que...

—Es que mira lo que dice aquí —lo interrumpí otra vez y lo vi levantar las manos en rendición para seguir cocinando—. Dice que cada viajero del tiempo puede escoger un objeto con el cual pueda alterar el curso de los hechos.

—Cada viajero... —comenzó y se detuvo, pensando lo mismo que yo.

—O sea Elías —di por hecho y él asintió con la cabeza.

—Un objeto con el cual alterar el curso. Un reloj de pared, un reloj de pulsera o un reloj de arena. Un objeto del tiempo —me explicó.

—Está bien, eso si tiene sentido. Y aunque no tiene sentido que la arena caiga hacia un solo lado, no entiendo como haremos para saber qué se supone que sucederá cuando el tiempo se agote. ¿Elías intenta decirnos que algo pasará luego de que la arena caiga? —pregunté alterada otra vez—. ¿Cómo es esto jodidamente posible? —gruñí.

—No lo sé, pero ya te he dicho que...

—Si, la magia hace lo que quiere, ya lo sé —lo interrumpí, tirándome sobre el sofá, totalmente frustrada.

Ni siquiera noté en que momento caminó hasta el sofá y se subió sobre mi. Abrí los ojos para verlo cerca de mi rostro.

—Iba a decir que ya te he dicho que dejes ese libro. Al menos por hoy, ¿si? La comida ya está lista, veremos una película y luego a dormir. Mañana tendrás mucho tiempo para deducirlo —dijo acariciando mi rostro.

—Está bien. Me convenciste porque tengo hambre —bromeé y sonrió.

Dejé el libro a un lado porque mi cabeza sentía que explotaría si tenía un poco más de información mágica. Nathan y yo comimos intentando charlar de otra cosa para distraernos. Habíamos quedado que veríamos una película, tal como hacíamos todas las noches de jueves en San Francisco. Teníamos que aprovechar una noche de paz.

Controversia (Trilogía completa)Where stories live. Discover now