Veintinueve.

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Arrojó al rubio sobre la cama que solían compartir en el pasado, subiéndose encima de él y volviendo a unir sus labios en un beso necesitado, saboreándose el uno al otro mientras la fricción en sus intimidades lograban que ese deseo aumentara, que la ropa estorbara hasta el punto de ser completamente incómodo; Jimin podía sentir la insistencia en aquellas manos que recorrían sus pierna, y rozaban su trasero inconscientemente y aquello solo ponía tan contento, tan ansioso de más.

YoonGi metió sus manos dentro de la camiseta blanca, logrando que el menor arqueara su espalda cuando acarició con suma suavidad su esposa dorsal, dándole cosquillas y alterandolo aún más; recordó un poco de aquellos puntos débiles de Jimin, de lo que lo llevaba a perder la cordura. Hacía tanto que no sentía lo increíble que era el poder ser irrespetuoso con el cuerpo de tu pareja, de quien amabas y esto era tan magnífico que no quería parar de hacerlo; quería llevarlo al máximo éxtasis.

Jimin tomó el borde de su camiseta, levantándola y así alejándola de su cuerpo, dejando a la vista su torso marcado que hizo babear a YoonGi, el cual no tuvo vergüenza alguna en deslizar sus manos por el abdomen ajeno, queriendo besarlo todo y lamer cada zona de ese cuerpo que él creía perfecto.

— Extrañaba tanto tus caricias. -el rubio alzó la mirada hacia el menor, notando su cabello azabache un poco desordenado y esos labios más rosados e hinchados que provocaban aún más que cualquier cosa; Jimin no dejaba de sorprenderlo con su belleza-

El mayor se inclinó hacia adelante, quedando frente a frente con él, rozando sus narices con provocación al igual que sus labios, sintiendo las manos en los botones de su camisa, desabrochándolos y deslizándose por su pecho hasta llegar a sus hombros anchos, alejando la prenda por completo de su cuerpo; veía como el menor lo analizaba detenidamente, rozando ésta vez sus dedos por sus pezones rosados, haciéndolo jadear inconscientemente, fascinado por tales acciones y por sus respuestas a ello, porque jamás se imaginó haciendo tal cosa.

— Conozco cada parte de tu cuerpo, aunque debo admitir que la musculatura que has tomado me deja sorprendido y fascinado.

Susurró seductor, besando la comisura de aquellos belfos, deslizando luego sus propios labios por la mejilla del rubio, dejando un camino en su mandíbula, logrando que el rubio se sintiera en el cielo solo por sus besos. Éste arqueó su cuello, dándole el acceso necesario al menor para besarlo, sin tomar en cuenta de que accidentalmente podría dejarle alguna que otra marca como prueba del deseo, pero el menor optó por no hacerlo; no quería marcarlo, sino: ser marcado.

El de cabellos azabaches bajó sus besos hasta llegar a los pectorales del mayor, haciendo que volviera a recostarse en lo que bajaba por su torso, dejándole una mordida en su abdomen, haciéndolo jadear otra vez por ese atrevimiento. Sus dedos se colaron por el jean ajeno, quitando el cinturón que rodeaba aquella cadera y bajando la cremallera tan lento que casi lo dejó sin aire, deslizó la prenda por las piernas de YoonGi, sonriendo inconscientemente al ver la expresión ansiosa el rubio que no dejaba de ver sus acciones. Volvió a la boca del otro, apoyando sus brazos a los costados de la cabeza de éste y aumentando el movimiento de sus labios, siendo intenso, jadeando cuando sintió la mordida débil en su labio inferior e inclinó su cabeza hacia atrás para que la mordida se sintiera dolorosa y satisfactoria, cerrando sus ojos y gimiendo bajo por tal exquisitez que prendía cada vez más a su amante.

YoonGi quería quitarle el pantalón y follárselo tan duro hasta que las piernas de Jimin flaquearan por tanta intensidad, pero que le rogara por más; que no se cansara de él nunca.

No supo en qué momento Jimin había abandonado sus labios para bajar por su torso y quitarle el bóxer blanco, liberando así su pene erecto, dejando embobado a su acompañante que por unos segundos admiró lo rosado y venoso de aquel pedazo de carne que deseaba meterse a la boca, pero que solo apretó en su mano un tanto brusco, provocando un jadeo a su dueño. Un vaivén de su mano logró que el rubio cerrara sus ojos con fuerza y apretara las sábanas moradas de su cama, soltando jadeos sin importarle nada, disfrutando de la masturbación que estaba recibiendo por aquella pequeña mano de aquel hombre que lo encendía con solo mirarlo. Pero un gemido alto y grave salió cuando sintió la humedad de la boca ajena que subía y bajaba por su longitud, llenándolo de saliva, llevándolo cada ves más al éxtasis.

Caótico Deseo|| TerminadaWhere stories live. Discover now