CAPÍTULO 3: Educación, clase e inteligencia

5.4K 310 13
                                    

Céline

La furia incrementó en mi interior, volviéndome una dinamita que explotaría ante el mínimo roce. Lo único que mi cerebro repetía miles de veces era todos los sinónimos del mismo insulto para el imbécil que me había tocado como hermano mayor.

—¿Tienes algún problema conmigo? —espeté, haciéndole frente—. Porque sí es así, este es el momento perfecto para decirlo. Vamos, dilo Leonardo, ¿o no eres capaz de hacerlo? ¿Te intimido?

—Solo digo que soy el primer hijo, es mi maldito derecho. ¡Tú ni siquiera eres una jodida empresaria, eres abogada! ¡Vamos, no puedo ser el único que ha considerado eso, ¿verdad?!

Una sonrisa incrédula se deslizó por mis comisuras, debía acostumbrarme a esa clase de actitudes y enfrentamientos cuando de una adquisición de poder se trataba, pero ¿mi propio hermano, en serio?

—Lo que todos en esta habitación deberían saber es que no importa que maldita profesión tengan o qué título universitario cuelgue de tu pared —acotó papá, estoico—. Sí demuestras hacer lo que otros no pueden, tú ganarás...sin importar todo lo que tengas en contra.

—Papá, yo no quiero ese puesto—murmuré, evitando observar directo a los ojos.

Sin embargo, era verdad. No me había esforzado para ingresar a la escuela de leyes más exigente del mundo y luego sobrevivir con todos carreras en una universidad tan exigente como Harvard para terminar siendo el reemplazo de alguien, aunque ese "alguien" fuese la leyenda viviente de mi padre. Estudié dos carreras de manera paralela en la universidad más prestigiosa y difícil del mundo, era una maldita internacionalista y abogada corporativa porque así lo quise, no porque me lo regalaron ni me lo ofrecieron en bandeja de plata.

—Considero que ese puesto aún es tuyo, no deberías dejárselo a alguien más...—continué, deseando que eso fuese suficiente para él, pero no fue así.

—Yo quiero hacerlo, quiero que tú seas la jefa del conglomerado Crawford.

—Pero soy una abogada corporativa, papá. Sabes que tengo planeado formar parte de las Naciones Unidas de manera internacional, me iré de París a finales de año, formo parte del voluntariado...

—¿Lo ves? Ella no está lista para ese puesto, prefiere viajar a África...

—Cierra la boca, Leonardo—intervino Alessandro, a mi lado, y yo simplemente no podía creer de lo que era capaz nuestro adorable hermano mayor por un simple puesto.

—Oh, vamos, ella es quien está siendo egoísta, no yo. Quizá sabe que el puesto sería demasiado para ella.

—¿Cuál es tu maldito problema conmigo, imbécil? —siseé, empujándolo por los hombros—. Soy tu jodida hermana, deberías apoyarme, no estar en mi contra.

—Mi maldito problema eres tú. La compañía me correspondía a mí, soy el hijo mayor.

—Pues no es mi maldito problema, idiota. ¿Crees que pedí esto? ¿Crees que yo pienso que es mía en vez de tuya? Lo que sucede aquí es que eres un jodido codicioso, al que no le importa pasar por encima de su propia familia para llegar unos puestos más arriba.

—No, lo que sucede aquí es que te eligió porque eres mujer, ya sabes. Tienes cosas que ofrecer a los inversionistas que evitamiento yo no podría....

Mi corazón se apretujo ante la sucia insinuación, y de repente lo había desconocido por completo.

Sin embargo, tenía dos opciones: demostrarle cuánto me había lastimado sus palabras o ponerlo en su lugar. Finalmente, me decidí con la que más iba conmigo y que gritaba mi nombre en su máxima expresión. El grito de papá reverberó en la estancia, pero la palma de mi mano fue mucho más rápida y efectiva, estrellándose contra la mejilla de su adorado primogénito, y girándole la cara de un solo golpe.

Dulcemente Mortal y Letalmente Efímero [BORRADOR]Where stories live. Discover now