CAPÍTULO 16: Fragmentos de una mujer

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Céline

Luego de salir de la compañía Vanderbilt, luego de que decretara que mis padres siempre habían tenido razón sobre lo que era el primogénito de Antoine Vanderbilt, y de que yo lo experimentara en carne propia, me monté en el auto que me llevaría de regreso al hotel Intercontinental.

Pude respirar con más tranquilidad, sin ningún impedimento y sin la consumidora presencia de Marco Vanderbilt.

El auto emprendió marcha y como si estuviesen conectados, mi teléfono empezó a sonar y el nombre de mi hermano menor de Marco en la pantalla; Alessandro.

La constante presión de ser descubierta sobre lo sucedido con Marco el día anterior no me permitía contestar sin preocupaciones como siempre. Sin embargo, si no lo hacía él se preocuparía o empezaría a sospechar que algo andaba mal.

—Hola, hermosa —saludó desde el otro lado la entrañable voz de Alessandro, envuelto con nuestro idioma natal, por el que siempre solíamos hablar cuando estábamos solos.

—Hola, cariño.

—¿Cómo estás? Te escuchas mejor, papá dijo que te sentías mal, ¿cómo sigues? ¿quieres que te lleve algo, un helado de vainilla quizás?

La culpa me invadió al oír la manera en la que se preocupaba por mí, como siempre lo había hecho a pesar de que yo era mayor que él.

—¿No tendrías que estar en la universidad?

—Sí, pero hubo algunos problemas en las tuberías y el agua empezó a inundar algunos laborios, así que tomamos las clases de forma virtual....

—¿Cómo es posible que una universidad de alto prestigio como Harvard pueda tener esos problemas?

—No lo sé, pero no me desagrada la idea de salir unos días del campus, así que quise visitarte al trabajo, fui a tu firma para desayunar juntos en esa cafetería que tanto te gusta, y una linda morena de ojos avellana me dijo que no habías ido a trabajar...

—Alessandro...

—Así que llamé a Nathaniel, obviamente, sí hay alguien quién sabe en dónde estás es él, pero me dijo lo mismo que papá, que no habías ido a trabajar porque algo en la fiesta de compromiso te hizo mal, así que por eso te llamaba a preguntarte cómo seguías

—Estoy mejor, gracias por preocuparte.

Pude oír la insulsa risita nasal que emitió.

—¿Estás mejor en Manhattan, trabajando con el maldito de Marco Vanderbilt? —su pregunta congeló mi sangre y envió toda mi farsa por el drenaje.

Jodida mierda de todas las mierdas.

—¿Cómo lo sabes?

—Hablé con tu piloto, quería el jet para viajar a Roma por unos papeles, pero me encontré con la sorpresa de él me ocultaba algo, podía percibirlo en su voz. No es por presumir, bueno sí, también estudio leyes, Ce, sé cuándo me mienten.

—¿Le dijiste a alguien? —pregunté con pavor.

—Por supuesto que no. Te amo y no quiero que mueras, pero dime, por favor, que no pasó nada importante con Marco Vanderbilt, y que no firmaste ningún contrato con él.

Suspiré, bueno, sí había pasado algo importante con él, muy importante, pero no podía decírselo, por supuesto.

—Ralph me envió a presentar con la Junta Directiva, luego firmó el contrato, pero yo no lo representaré, Ralph me lo prometió. Al regresar a la oficina, le entregaré el contrato, y él se encargará de asignarle otro abogado, ¿de acuerdo? No tienes nada de qué preocuparte.

Dulcemente Mortal y Letalmente Efímero [BORRADOR]Where stories live. Discover now